Cuanta potencia mi tierra... digna, soberana, intensa |
El cielo del amanecer no tenía color, era simplemente blanco
lechoso, pero una noche, ya cercano al amanecer el gigante Noshtex asesinó a la
nube que tenía prisionera y arrojó su cuerpo ensangrentado al espacio para no
ser descubierto. Sin embargo la sangre que manaba abundante salpicó al
firmamento y chorreó largamente. Cuando comenzó a salir el sol, iluminó la
trágica escena y asombrados los indios vieron enrojecerse más y más el cielo,
por la tarde se repitió la escena y así día tras día hasta el infinito del
tiempo. Los patagónicos suelen mirar extasiados los amaneceres y las puestas
del sol recordando en el silencio de las inmensidades, el origen de los cielos
más lindos de la tierra.
del libro Joiuen Tsoneka de Mario Echeverría Baleta
No hay comentarios:
Publicar un comentario