Les Inrocks
Desde
el sábado un incendio arrasa la ciudad chilena de Valparaíso. Más de
2.500 casas están destruidas, 16 personas han fallecido y se ha evacuado
a 10.000 habitantes. Según muchos observadores la causa profunda de
esta catástrofe es la desigualdad y la nefasta gestión de la vivienda.
Valparaíso,
la ciudad de las casas de colores, se cubrió con un manto gris este
domingo por efecto de las cenizas y el humo del incendio que la está
arrasando. La ciudad portuaria chilena, declarada patrimonio mundial por
la UNESCO en 2004, es víctima de un incendio mortífero que ha costado
la vida a 16 personas según las autoridades. Un incendio forestal que se
declaró en las afueras de la ciudad el sábado se desplazó debido a las
ráfagas de viento hasta alcanzar un barrio pobre de esta ciudad de
300.000 habitantes –el cerro Las Cañas, los cerros Mariposa, el Vergel,
Merced, la Cruz y el Litre también están afectados-
«Las autoridades no pensaron en la prevención, ni en la planificación urbana»
Las
razones de esta catástrofe son múltiples. Para empezar, la gestión del
incendio por parte de la Corporación Nacional Forestal y los bomberos
fue problemática. «El incendio comenzó a primeras horas de la tarde y
los bomberos -hay que subrayar que todos son voluntarios- llegaron
horas después y con muy pocos medios. Además no todas las zonas
afectadas tienen acceso al agua corriente», cuenta Franck Gaudichaud, investigador especialista en Chile donde reside desde hace varios meses.
Los helicópteros cargados de agua llegaron tarde. La zona de intervención tiene un acceso difícil: «Es una zona casi inaccesible en camión, señala Franck Gaudichaud, y
no hay cortafuegos, ya que una parte del hábitat de Valparaíso está
formado por “autoconstrucciones”. Las autoridaes no pensaron en la
prevención, ni en la planificación urbana». La geografía del lugar
explica en parte la dificultad: el puerto está situado en una depresión
rodeada de colinas sobre las que se asientan viviendas cada vez más
precarias a medida que se alejan del centro superturístico.
Además
los bomberos chilenos carecen cruelmente de medios. Contactado por
correo electrónico, el historiador chileno Sergio Grez explica:
«El cuerpo de bomberos chileno está compuesto únicamente de voluntarios no remunerados. Los recursos suministrados por el Estado y las comunidades son muy insuficientes para hacer frente a todas las necesidades de un país que debido a su gran concentración urbana, a sus desigualdades sociales, a la pobreza de una gran parte de su población, a su clima y a su geografía, presenta en ciertas zonas condiciones particularmente favorables para la propagación de incendios. Con frecuencia los bomberos se ven obligados a hacer colectas públicas para paliar sus carencias».
«Los afectados son los más pobres»
Más
allá de esos problemas coyunturales, existen causas más profundas que
explican la dimensión mortífera del incendio. Este tipo de sucesos es
repetitivo en Valparaíso: en 2008 y 2013 dos incendios similares ya
dejaron sus lotes de víctimas. Tras el incendio de 2013, los expertos de
la universidad de Valparaíso elaboraron un informe que detallaba 11
focos potenciales particularmente vulnerables a las llamas, del cual
podrían haberse servido las autoridades.
Pero según el arquitecto y urbanista chileno Iván Puduje, citado por el diario chileno El Mostrador, «no se hizo nada».
El informe señalaba las zonas de riesgo donde la gente se instala
en casas chapuceras en el límite del suburbio. Según María Elena Wood,
una periodista chilena afectada, en un tribuna publicada en El
Mostrador, «Sabemos que a pesar de los incendios de 2008 y 2013, que
demostraron la vulnerabilidad de las colinas que forman el anfiteatro
del gran Valparaíso, no se han tomado las medidas recomendadas por los
expertos para evitar una catástrofe».
La pobreza está en el corazón del problema relativizando la dimensión «natural» de la tragedia. «Los pobres son los más golpeados, los que viven más arriba en Valparaíso»,
explica Franck Gaudichaud, refiriéndose a los suburbios que proliferan
en lo alto de las colinas que masifican el puerto. Sergio Grez muestra
un retrato de la ciudad que desmiente firmemente el escaparate turístico
al que a menudo se reduce el puerto:
«Valparaíso, que siempre ha acogido a una población mayoritariamente pobre, ha visto acentuarse su pobreza en los últimos decenios. Por eso han proliferado las construcciones precarias de materiales ligeros, incluso de desechos, construidas en entornos no adaptados al hábitat humano y a las que los servicios básicos (agua, electricidad, recogida de basuras, alumbrado público, asfaltado y accesos) no llegan adecuadamente, sino de forma precaria y desordenada, a iniciativa de los propios habitantes. Todo eso hace que exista un fenómeno de superpoblación, de alojamientos insalubres y una acumulación de grandes cantidades de desechos en las fallas que, en caso de incendio, se convierten en combustibles que incrementan la extensión y las consecuencias de esos siniestros».
Una catástrofe reveladora
Por
lo tanto el Estado y la comuna de Valparaíso serían en parte
responsables de esta catástrofe, ya que no han regulado la utilización
del suelo ni han intentado realojar a las poblaciones precarias. Además,
algunos observadores denuncian la mala gestión del dinero público por
parte del ayuntamiento de Valparaíso.
«Tanto
los alcaldes de derecha como de izquierda que se han sucedido al frente
de la comuna de Valparaíso desde hace 24 años tienen su parte de
responsabilidad, explica Sergio Grez. Por ejemplo, los ciudadanos
se preguntan qué ha sido de los recursos obtenidos de la UNESCO desde
la declaración de una gran parte de la ciudad de patrimonio mundial de
la humanidad. Aparte del repintado de algunas fachadas y la restauración
de un número limitado de edificios no hemos visto un efecto claro de la
llegada de esos recursos. El deterioro de la ciudad ha continuado desde
ese momento, los incendios se suceden, así como las explosiones de gas,
los desprendimiento y las inundaciones mortíferas que destruyen
edificios públicos, viviendas y barrios enteros».
A
menudo las catástrofes naturales funcionan como reveladores de las
desigualdades sociales de un país (el huracán Katrina en Estados Unidos
en 2005, el seísmo de Aquila en Italia en 2009…) Chile no es una
excepción. «Este tipo de catástrofes “naturales” pone en evidencia la violencia del modelo neoliberal y sus desigualdades, comenta Franck Gaudichaud. En el norte de Chile (epicentro del terremoto del pasado 1 de abril), también fueron las zonas más pobres las que sufrieron y las que todavía están en parte marginadas de las ayudas públicas».
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