El problema del vivir .-Las montañas permanecían en completa soledad; durante varios
días había llovido con cierta intermitencia y estaban verdes y luminosas; se
habían vuelto casi azules y en su plenitud hacían que los cielos se vieran
exuberantes y hermosos. Reinaba un gran silencio, que era casi como el sonido
de las olas rompientes cuando uno pasea por la playa sobre la arena húmeda.
Cerca del océano no hay silencio excepto en el propio corazón, pero entre las
montañas, en ese sendero sinuoso, el silencio estaba en todas partes; no se
escuchaba el ruido de la ciudad, el rugir del tráfico ni el rugir de las olas.
En el momento de actuar siempre nos sentimos confusos y la
acción se vuelve más y más desconcertante al ver la complejidad de la vida; hay
tantas cosas que hacer y algunas requieren acción inmediata. El mundo que nos
rodea está cambiando rápidamente ?sus valores, su moralidad, sus guerras y su
paz? y nos sentimos por completo perdidos frente a la necesidad de una acción
inmediata; sin embargo, uno siempre se pregunta qué debe hacer al enfrentarse
con el enorme problema del vivir. Hemos perdido la fe en muchas cosas ?en los
líderes, en los maestros, en las creencias? y con cierta frecuencia deseamos
que aparezca algún principio claro que ilumine el camino o una autoridad que
nos diga lo que debemos hacer; no obstante, en lo profundo del corazón sabemos
que eso sería algo muerto y perteneciente al pasado, por eso inevitablemente
debemos volver a preguntarnos qué sentido tiene todo eso y qué es lo que
debemos hacer.