¿Cómo le va, lector, cómo anda? ¿Sorprendido, shockeado, movilizado, paralizado, ansioso, confundido, certero, politizado, dolarizado, invisibilizado, psicoanalizado, confesado, revolucionado, enamorado? Podríamos pasarnos la nota entera describiendo estados posibles, pero no. Usted lo sabe, es nuestra curiosidad por saber de usted, como siempre, y no la ansiedad obsesiva de enumerar diferentes maneras de encarar el día, lo que nos lleva a hacerle esta pregunta.
Nos preguntamos entonces, y le preguntamos, cómo está. Porque este es el suplemento en el que deberíamos dedicarnos a felicitarlo por fiestas y desearle un próspero año nuevo. LO hacemos, lector, lo hacemos, desde ya que le deseamos la mayor de las felicidades para estos días, y para el año, el lustro, la década que viene.
Pero (ufa, siempre hay “peros” en el camino), además, no podemos dejar de tener en cuenta nuestro propio “estado” en estos días, que quizá, coincida con el suyo.
Paradójicamente, nuestro “Estado”, es la falta de “estado”. Tenemos la extraña sensación de que un “estado” que había “estado” presente en nuestra vida durante los últimos tiempos, de repente, se fue. Avisó que se iba, es cierto, pero se fue y nos sorprende. Y nos dejó a otro “estado” que no parece un estado.
Lo es, sin duda que lo es, pero no lo parece.
Es como si fuéramos niños, y nos vino a cuidar una niñera que nos trajo un globo amarillo y pone música para que bailemos, y a la vez deja la puerta abierta para que cualquiera entre a nuestra casa. Nos dice que con la puerta cerrada estábamos mal, que no se renovaba el aire, que íbamos a tener mucho calor, que nos quedemos tranquilos que ella va a vigilar para que no entre nadie extraño.
El primer miedo es preguntarnos si nuestros “extraños” y sus “extraños” son los mismos. El tema es que a ella la eligieron nuestros hermanitos, porque les encantan los globos amarillos. Y parece que festejan que la puerta este abierta.
Y de pronto viene un señor que parece extraño pero trae caramelos. ¡¿Cómo no lo vas a dejar entrar a un señor que te trae caramelos?!
Alguien que te trae caramelos, debe ser una buena persona, dice la niñera. Y tus hermanitos, le creen. O no dicen nada, porque tienen la boca llena con los caramelitos. Y ella lo deja pasar. LO conoce. Y nosotros no. pero a esta altura, ya es como si lo conociéramos,. Porque no somos tan niños, ¿no?
Después ese señor va a hacerse mimos con la niñera, y se va a morfar todo lo que haya en nuestra heladera, se va a llevar lo que haya en el freezer, en el placard y el monedero.
Y si alguien lo denuncia va a quedar libre porque “La puerta estaba abierta, a mí me dejaron entrar”. Y lo peor es que va a tener razón
Bueno, lector, no me haga caso, era una fábula, una metáfora, un símil, una metonimia que nada tiene que ver con la estricta realidad de los hechos. Es hora de ser “revolucionarios de la alegría”.
Entonces pongámonos alegres.
Además, está bueno, porque si producimos mucha alegría, vamos a poder exportarla. Y en el mundo, usted debería saberlo, producen poca alegría.
Además, no hay como la alegría argentina. En Europa, en EE.UU.; en Africa, están ansiosos porque les lleguen nuestras alegrías. las vana comprar hasta que se agoten ¡ en dólares, euros, yuans!
¡Y este fue el gran error del gobierno anterior! NO se dio cuenta de que la alegría, era un producto de exportación. ¡Cómo se equivocaron! Doce años se la pasaron tratando de repartir la alegría en el país. De darles alegría a los que menos alegría tenían.
¡Noooo, a los argentinos no nos gusta la alegría! ¡Somos melancólicos, tristones, agrios, cualquier cosa menos alegres! ¡Mire lector, la alegría nacional nos gusta... menos todavía que el bife de lomo!
Y menos mal que en eso también se están sincerando. ¡Por fin lo dijeron! ¡los argentinos solamente comemos lomo cuando estamos enfermos! ¡Cuando estamos bien, preferimos el hígado, el bofe, el caracú, o directamente la grasa, que son mucho mas baratas, y van a estar a nuestra disposición, para que estemos llenitos, y alegres, así se puede exportar nuestra alegría!
Y a nosotros nos van a traer alegría importada, ¡a ver si dejamos de ser tristes de una buena vez!
Claro, la alegría argentina se va a imponer en todo el mundo, va a ser lo fashion. Cualquier norteamericano va a caminar con una sonrisa a flor de piel, y si le preguntan por que, dirá “puse un millón de dólares en un banco en la Argentina, y me traje cuatro de vuelta”, ¡no sabés lo alegre que estoy!
Ninguna empresa norteamericana, o europea, le puede ofrecer tanta alegría. Entonces las grandes marcas extranjeras, esas que se les venden alegría a los norteamericanos, europeos y yemenitas, al no poder competir con las nuestras en sus países, van a venir a vender acá.
¡ Y vamos a estar llenos de productos alegres y simpáticos que con gusto colaboren con nuestra revolución! ¡Qué alegría!
Quizás usted lector, no piense que las cosas vana ser así. Por eso, también, le pregúntanos por su estado de ánimo. Por ahí usted piensa: “Dólar alto, precios altos, sueldos bajos, la alegría va a ser solamente brasileña”, por decirlo de alguna manera, porque tampoco.
La verdad la verdad, no sabemos.
De todo esto que no sabemos, que de a ratos nos asusta y de a ratos nos sorprende, y de ratos nos enoja, y otros ratos nos interpela, se trata este suplemento. Que como usted sabe lector, intenta, intentamos, ver el país, la realidad, el mundo con humor. Quizá una manera posible, y hasta saludable, de poder sobrellevar, los tiempos que corren.
Hasta la semana que viene. ¡felices fiestas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario