Un tribunal turco ordenó la semana pasada la detención de altos directivos del crítico periódico Cumhuriyet, que denunció el suministro de armas por parte de Ankara a grupos terroristas operando en la vecina Siria.
El encarcelamiento de dos periodistas -Can Dundar y Erdem Gul- en Turquía viene a sumarse al amplio palmarés de profesionales de la profesión periodística que bajo la inquisidora legislación antiterrorista turca ha llevado a cientos de reporteros nacionales e internacionales a prisión especialmente desde el ascenso al poder de Recep
Tayyip Erdogan.
A menudo las autoridades turcas intimidan y censuran a los periodistas acusándolos con cargos falsos, siendo esta es una práctica común en un país conocido como un “cementerio de periodistas”. El endurecimiento de la legislación turca en su particular guerra contra el terrorismo ha pretendido justificar un contundente incremento de las violaciones a la libertad de prensa.
Turquía ocupa el puesto 149 de los 180 países que conforman la actual Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa elaborada anualmente por Reporteros Sin Fronteras. Gran parte de dichas violaciones se han producido contra periodistas afines a la causa kurda cuyo referente político el PKK es perseguido en Turquía como organización terrorista.
El cuestionado rol del mandatario turco en su abierto apoyo a los grupos terroristas, con la implícita autorización al libre tránsito de terroristas y armamento por su porosa frontera han provocado el sonrojo de muchos de sus aliados occidentales. Según declaraciones ofrecidas al canal CNN, el ex comandante de la OTAN Wesley Clark ha manifestado que las autoridades turcas colaboran con el grupo terrorista Daesh.
El negocio de Bilal Erdogan (hijo mayor del presidente turco) en el transporte del crudo que Daesh roba en Irak y Siria –la principal vía de financiación de Daesh-, se ha visto afectado por los bombardeos rusos contra los convoyes de camiones de petróleo que entran libremente en Turquía para su posterior distribución a países europeos. Según expertos éste sería el principal motivo del reciente derribo de un avión ruso en territorio sirio.
La denuncia de los periodistas sobre la ayuda turca a los terroristas takfiríes con armamento a través de la frontera no es una novedad, la periodista libanesa-norteamericana Serena Shim reveló el ingreso de terroristas y armas en camiones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU a territorio sirio, lo que le costó la vida tras haber sido acusada de espionaje cuando cubría para Press TV la liberación de Kobani en octubre de 2014.
Erdogan ha dado a entender que todo vale con tal de derrocar al gobierno del presidente Al Assad en Siria, incluso el apoyar abiertamente a Daesh, Al Qaeda y otras bandas armadas integristas que encuentran asistencia y apoyo en Turquía.
Con la excusa de luchar contra posiciones de ISIS, la aviación turca ha bombardeado numerosas posiciones kurdas, porque representan según la paranoia turca un serio problema para la seguridad de la otrora potencia imperial otomana. En la pseudo-democracia turca sigue estando prohibida la bandera kurda y el mismo nombre de su región -Kurdistán- que ocupando la cuarta parte del total del territorio turco y más de 15 millones de habitantes, tienen una lengua que sin reconocimiento constitucional sigue siendo objeto de procesamiento judicial.
La Asociación turca de Derechos Humanos lleva años denunciando decenas de miles de violaciones a los derechos humanos, casos de torturas y muertes no aclaradas, así como miles de detenciones en aplicación de la durísima ley terrorista.
Para numerosos observadores internacionales presentes en las recientes elecciones del primero de noviembre en Turquía, los comicios fueron un contundente fraude electoral donde se produjeron escandalosas irregularidades entre compra de votos, sobornos, violencia por parte de las fuerzas de seguridad o cortes de luz en momentos inoportunos del recuento de votos.
Recientemente, el primer ministro libio Abdulá al Zinni, advirtió al gobierno turco que “podría perder todas sus inversiones en el país si sigue apoyando el terrorismo”.
El director de la inteligencia norteamericana James Clapper manifestó este año que lejos de ser una prioridad para Turquía la lucha contra Daesh, este país presta su frontera para la entrada del 60 % de los terroristas extranjeros a territorio sirio.
A pesar de que Arabia Saudí haya declarado a los “Hermanos Musulmanes” como organización terrorista, cuando se trata de Siria el régimen de Riad no repara en asociarse con Catar y Turquía (principales bastiones de dicha hermandad), para sembrar de la mano el terror en Siria.
En este momento gendarmes de frontera turcos habrían sido encarcelados por denunciar que oficiales miembros de la inteligencia turca –MIT-, habrían cruzado la frontera turco-siria en camiones cargados con armamento hasta las poblaciones sirias bajo control de extremistas yihadistas bajo cargo de “espionaje militar” e “intento de derrocar al gobierno”.
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