Atilio A. Boron.-En el día de ayer el presidente Evo Morales inauguró en Cochabamba el “Primer Encuentro Plurinacional para Profundizar el Cambio” que está transformando a la sociedad boliviana. Lo que la prensa denominó como “Cumbre Social” reunió una multitudinaria concurrencia de más de mil delegados de diversos movimientos sociales de todas las regiones del país, que acudieron a un cónclave cuya primera fase durará tres días y en los cuales diez comisiones de trabajo examinarán otros tantos temas y desafíos cruciales del momento actual. El Vicepresidente Álvaro García Linera así como ministros y altos funcionarios del gobierno nacional estuvieron presentes en esas comisiones, aportando información y sobre todo escuchando las demandas y muy especialmente los planteos y propuestas que dieron a conocer los movimientos. Estas primeras conclusiones serán presentadas y nuevamente discutidas en una serie de reuniones que tendrán lugar en las próximas semanas en los distintos departamentos (provincias) de Bolivia, en preparación para un segundo y definitivo período de sesiones entre el 10 y el 12 de enero y en el cual se fijarán las principales directivas de la agenda de transformaciones para los años venideros.
En su discurso inaugural Evo recalcó la importancia de una discusión democrática y plural para consolidar el proceso de cambios inaugurado desde su llegada al Palacio Quemado en 2006. A diferencia de la mayoría de las intervenciones de otros presidentes o jefes de estado en cualquier parte del mundo, Evo comenzó la suya señalando lo que él mismo calificó como los errores cometidos por su gobierno. No empezó hablando de sus aciertos sino de la inseguridad, de los problemas de empleo, de la corrupción presente en ciertos elementos de los escalones inferiores de la burocracia, de la necesidad de mejorar el desempeño económico.
Sólo después se dedicó a enumerar los muchos logros de su gestión, con cifras contundentes: casi dos millones de niños beneficiados por el bono Juancito Pinto; ochocientos mil ancianos recibiendo una importante ayuda monetaria; el avance en los programas de salud y educación públicas; el fortalecimiento de las finanzas del estado gracias al cumplimiento del mandato popular que exigía la nacionalización de los hidrocarburos; la duplicación del salario mínimo y la rápida transformación que hizo que Bolivia dejara de ser un “estado colonial mendigo” (son sus palabras), que vivía de los préstamos para pagar a sus empleados públicos, para convertirse en un estado plurinacional que por primera vez en la historia acumula reservas por valor de 12.000 millones de dólares, una cifra impactante si se tiene en cuenta el tamaño de la economía boliviana.
Por supuesto que también habló de política: dijo en un pasaje de su discurso que antes había grupos y organizaciones que se movilizaban para que los gobiernos hicieran obras; ahora hay minorías muy estridentes que “se movilizan para que el gobierno no las haga. Pero debemos hacerlas, respetando a la Madre Tierra: de lo contrario, ¿cómo podríamos vivir sin industrias, sin petróleo, sin gas, sin la minería?” En una época en que un organismo como el Banco Central Europeo saca y pone gobernantes en Grecia, Italia y Portugal, Evo enfrenta los desafíos de su gobierno profundizando la democracia, facilitando el diálogo horizontal entre gobernantes y gobernados, y haciendo verdad el apotegma zapatista de “mandar obedeciendo”. Esta sana inclinación a fundirse con su pueblo, a tonificarse escuchando sus críticas y sus propuestas es una de las razones fundamentales de su popularidad. La derecha no es una opción de gobierno y su única chance es el golpe de estado; la izquierda hiper-radicalizada, por su parte, muestra una sospechosa desproporción entre el eco que sus feroces críticas a Evo encuentran en los medios hegemónicos y su escaso sustento de masas. Por lo visto hasta ahora Evo sigue siendo imbatible en el terreno electoral, y si profundiza su agenda de cambios lo será aún más.
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