Tras diez días de permanecer internado por un cuadro de neumonía, falleció ayer, a los 92 años, Antonio Cafiero, protagonista activo de la historia argentina de los últimos 70 años, a través de los cuales fue forjando la imagen –poco común después de una trayectoria tan extensa– de político respetado por amigos y adversarios y como uno de los más activos forjadores de la incipiente democracia en el país. La presidenta Cristina Kirchner decretó dos días de duelo nacional y el papa Francisco envió sus condolencias, en tanto que sus restos comenzaron a ser velados ayer en el Congreso de la Nación.
Un hombre cargado de historia, funcionario de gobiernos, gobernador, embajador, senador y dirigente político, fue ministro del segundo gobierno de Perón con apenas 30 años, y uno de los pocos que lo visitaron en su exilio de Puerta de Hierro. Con ese frondoso historial, Antonio Cafiero ya era en estos años una especie rara de testigo-protagonista o sinónimo de peronismo. Tenía 23 años cuando se produjo el 17 de octubre de 1945 que rescataría a Perón y daría comienzo a este movimiento. El joven porteño de clase media alta y estudiante de Economía participó en esa manifestación ya legendaria. Desde ese momento hasta el día de su muerte transitó las agitadas aguas del peronismo en un país violento, de golpes militares, luchas, proscripciones y enfrentamientos en que la democracia real estaba más declamada que en los hechos. Protagonista de muchos de esos episodios, Cafiero fue de los pocos políticos democráticos que surgieron de esa forja tan desfavorable: nunca fue funcionario de un gobierno de facto y, por el contrario, fue prisionero en dos de ellos: en 1955, tras la caída de Perón, y en 1976, cuando asumió Jorge Rafael Videla.
Cafiero nació en 1922. Fue estudiante en Ciencias Económi
cas de la UBA, donde se recibió en 1944 de contador público y cuatro años después se doctoró en Economía. En ese tiempo se incorporó a la Acción Católica Argentina y fue presidente de la Asociación de Estudiantes, delegado estudiantil y secretario político del Consejo Supervisor. El mismo año que se doctoró, Perón lo designó consejero económico de la Embajada en los Estados Unidos. En 1952, el entonces presidente lo integraría a su gabinete como ministro de Comercio Exterior. Fue el ministro más joven de la historia.
Tuvo diez hijos –cinco mujeres y cinco varones– con su esposa Ana Goitía. Dos de los varones, Mario y Juan Pablo, son militantes políticos. Mario Cafiero está enrolado en la oposición y Juan Pablo, que es el actual embajador ante el Vaticano, previamente había sido ministro de Desarrollo Social del gobierno kirchnerista. Tuvo 40 nietos, y por lo menos dos de ellos, Santiago y Francisco Cafiero, también son militantes kirchneristas. Su hijo Mario acompañó a su padre como secretario general de la gobernación bonaerense, cuando Antonio Cafiero asumió como gobernador entre 1987 y 1991.
Su casona en San isidro era visitada por amigos y adversarios en cada uno de sus últimos cumpleaños. Esa fue una de las características de su historia política.
Cuando Perón fue derrocado por el golpe del ‘55, estuvo un año en prisión. A pesar de la cárcel, pudo más su vocación por la política, y en 1962 empezó a ocupar cargos en el Consejo Superior del Movimiento Justicialista. Era una época difícil para un peronismo proscripto y que además sufría fuertes presiones para que se alejara del liderazgo que ejercía Perón desde el exilio. Esas dos situaciones provocaban drásticos enfrentamientos. Cafiero tomó partido en esas duras peleas que generaron enemistades furiosas. Pero ése no fue su caso, ya que no concebía las diferencias políticas sólo como una lucha entre enemigos.
Esa concepción de la política, sumada también a su perfil más técnico, como economista, le permitieron sobrellevar esa larga trayectoria con una performance que pocos políticos han logrado. Y además la forjó con una fuerte convicción democrática que se puso en evidencia en diferentes oportunidades, algunas de las cuales ya se han mencionado y que de por sí lo colocan por encima de muchos falsos democratistas que fueron funcionarios de dictaduras, o nunca fueron reprimidos por ellas, ni sufrieron cárcel en un país que tuvo miles de prisioneros políticos en diferentes épocas.
Pero vale la pena mencionar otras dos actitudes que merecen el reconocimiento de la clase política. En 1987, Cafiero era diputado nacional por la oposición peronista. Cuando se produjo el levantamiento carapintada contra el gobierno radical de Raúl Alfonsín, Cafiero no dudó en saltar la barrera para expresar su respaldo al presidente constitucional y mostrarse públicamente en los balcones de la Casa Rosada. Hay una diferencia con lo que hace en la actualidad la mayoría de la oposición frente a los fondos buitre.
Desde la salida de la dictadura se había comprometido a impulsar la democratización del peronismo, una fuerza que se había formado bajo el liderazgo excluyente de su fundador, ya fallecido. Tras la derrota del PJ en las elecciones de 1983, Cafiero encabezó primero el MUSO y luego el Frente Renovador, en oposición a Herminio Iglesias y al resto de la conducción del PJ. Incluso en 1985 se presentó por fuera y sacó tres veces más votos que las listas oficiales de su partido. Ya reintegrado, en 1987, Cafiero era presidente del Consejo del Partido Justicialista. No estaba obligado a convocar elecciones internas y sin embargo lo hizo, como cabeza de la Renovación Peronista. Perdió y aceptó su derrota en la interna de 1988 frente a Carlos Menem, que al año siguiente ganaría las elecciones presidenciales.
Al recordar estos gestos, Raúl Alfonsín diría después que “por respaldar a la democracia en momentos que peligraba, Cafiero perdió la posibilidad de ser presidente y Argentina perdió la oportunidad de tener un gran presidente”.
Cafiero se reunió varias veces con el ex presidente radical, al que despidió en abril de 2009 cuando falleció: “Yo tuve dos maestros en la vida –dijo en esa oportunidad–; me enseñaron todo lo que sé o mal sé. Uno se llamó Juan Domingo Perón y el otro Raúl Alfonsín. Un buen político es aquel que tiene sueños y Alfonsín los tenía”.
Al año siguiente, en octubre de 2010, despidió a Néstor Kirchner. “Nos ha dejado el ejemplo –afirmó– de lo que debe ser el político que es fiel a sus convicciones. Siempre asumió con coraje responsabilidades importantes. Adoptó decisiones en su gobierno que podríamos definir como bien peronistas. No fue un oportunista, de cambiar sus posturas hacia donde va el viento. Creo que hacen falta hombres corajudos como Néstor en el país.”
Antonio Cafiero fue embajador en diferentes lugares y senador nacional durante muchos años, a lo largo de los cuales hizo escuela como un político de convicciones democráticas. Pero al mismo tiempo es imposible no reconocer su lugar en el espacio de la política como uno de los forjadores de la nueva democracia argentina.
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