“La democratización de la comunicación la hace la gente”
Entrevista al periodista Aram Aharonian
Transparencia Activa
El periodista uruguayo y fundador de la televisora latinoamericana TeleSur, Aram Aharonian, tiene claro que la democratización de la comunicación en Latinoamérica solo pasará hasta que la gente tome conciencia de ello y exija medios diferentes, con pluralidad de ideas y de contenidos, para obtener mejor y calidad de información.
Estuvo en el país la semana pasada y conversó con Transparencia Activa sobre este tema y cómo es que la población, desde la movilización social, puede cambiar el esquema comunicativo tradicional que sigue existiendo en la región.“La democratización de la comunicación la hace la gente, la hacemos nosotros”, subrayó Aharonian en la entrevista.
Afirma que las nuevas tecnologías son una herramienta de las que deben apropiarse los medios comunitarios y públicos, ya que estos espacios son los que posibilitan acercase a la gente e interactuar.
El fundador de TeleSur criticó también el papel de las universidades porque siguen formando a estudiantes de periodismo y comunicaciones sin estar capacitados para cumplir su función social, ya que en el trabajo no entienden qué es la comunicación popular y cómo elaborar nuevos mensajes alternativos.
-¿Cuál es el motivo de su visita al país?
-Obedece a una invitación que me hizo el Centro de Estudios de El Salvador para hacer una evaluación de lo que pasa en materia de comunicación y, sobre todo, de la democratización de la comunicación, que es un tema que ha entrado en la agenda de los movimientos populares en los últimos tiempos, y a veces sin entender muy bien qué significa.
Estamos tratando de hacer un diagnóstico de la realidad que excede un poquito el tema mediático, que sin democratizar la comunicación es imposible democratizar a la sociedad. Que si hace cuarenta años se necesitaban fuerzas armadas para imponer un modelo político, económico y social, hoy basta con tener el control de los medios de comunicación masivos para bombardear el imaginario colectivo, desde la información, la publicidad, el entretenimiento.
Pasamos de una guerra con armas letales, a una guerra con armas simbólicas y si bien recitamos sobre la guerra cultural, la batalla de las ideas, no estamos preparados para esa guerra simbólica que (donde) los movimientos populares no se han adueñado de las nuevas armas que son, de repente, la cámara, el grabador, la computadora, las redes sociales, la radio, la televisión y demás.
Es una batalla simbólica, es una guerra diferente, pero que tiene armas diferentes y que para poder dar la batalla hay que capacitarse, hay que profesionalizarse, hay que tener agendas propias, saber qué es tener una agenda propia; ser proactivos y no reactivos, es cambiar de época de repente. Si nosotros pasamos 520 años en la etapa de resistencia al colonialismo y al colonialismo cultural, ahora tenemos que empezar una etapa de construcción, de una nueva comunicación, de una nueva sociedad. Para eso necesitamos, primero, resetear el disco duro de acá arriba (señala su cabeza), de 2,600 centímetros cúbicos de cerebro; quizás aprender a desaprender una gran cantidad de cosas, entre otras, los viejos paradigmas liberales de la comunicación, que son todos una farsa, pero nosotros los hemos masticado y aprendido como si fueran ciertos.
Hay que capacitarse para aprender a usar esas nuevas armas, para poder dar una batalla.
-¿Qué diagnóstico preliminar tiene de la realidad salvadoreña?
-Tenemos una academia que se quedó hace cuarenta años en América Latina, no solo en El Salvador, donde si hay realmente praxis hacia la democratización, la teoría que está anclada no tiene la menor idea en qué países y continentes vivimos, qué son las nuevas tecnologías y hay una rémora en eso.
Las universidades siguen escupiendo miles y miles de estudiantes de comunicación y de periodismo, que no están capacitados para cumplir su función social como periodistas, pero el trabajo es entender qué es la comunicación popular, a quién queremos llegar, cuál es el destino de nuestros mensajes, cómo hacemos para que esos mensajes lleguen.
Con una confusión que da todo esto de la democratización de la comunicación, la conclusión que se llega es que todo se limita a un reparto equitativo de las frecuencias. Las frecuencias son patrimonio de la humanidad administrados por el Estado y nadie te puede decir que es dueño de una frecuencia, entonces nadie puede vender una frecuencia porque no es dueño de ella.
De nada sirve tener cien, mil, nuevas radios; o mil o cien nuevos canales si vamos a seguir la agenda del enemigo y si no vamos a tener nuevos contenidos para esos medios. Es mucho más importante, quizá de tener nuevos medios, tener nuevos contenidos en los medios.
Si nosotros no producimos nuevos contenidos estamos condenados a ver El Chavo del Ocho, el canal Disney por el resto de nuestros días y eso es una tortura magnífica, que yo no la soporto.
Nosotros hemos puesto énfasis solamente en la cuestión de las frecuencias y hemos olvidado que para esas frecuencias necesitamos muchos contenidos, y no hay producción de contenidos.
-¿Qué deben tener los nuevos contenidos?
-Primero, el enfoque principal es que tenemos que vernos con nuestros propios ojos y significa dejarnos de ver como extranjeros; dejar de pensar qué dirían en los Estados Unidos o en Europa sobre nosotros.
Nosotros no aparecemos en la prensa internacional, salvo que nos ocurra un desastre o tengamos una masacre, si no, no existimos, pero estamos acostumbrados a vernos con los ojos de los extranjeros, eso es problema del colonialismo cultural.
Si tú ves en la televisión en la publicidad todos somos altos, rubios, ojos celestes; yo me miro al espejo y, realmente, no soy así, pero nos hemos creído que tenemos que ser así, si no somos así, estamos en falta y es una forma de enfrentar la autoestima de los pueblos.
Primero hay que vernos cómo somos, quiénes somos. ¿Somos altos, rubios, de ojos celestes? Sí, pero también somos indios, negros, mulatos, zambos, todas las combinaciones, esto es un crisol étnico y cultural. Nuestra realidad es la diversidad, la diversidad cultural, la diversidad étnica. En nuestra actualidad es la pluralidad de opiniones, si no sabemos quiénes somos difícilmente podemos comunicar o tener contenidos, saber a quién van dirigidos y para qué los dirigimos.
Se habla mucho de la recuperación de la memoria, yo creo que es muy importante recuperar la memoria histórica, pero no hacerlo hasta la guerra nada más, sino recuperarla para saber quiénes somos, de dónde venimos, porque si como pueblo no sabemos quiénes somos difícilmente sabremos hacia dónde vamos.
La recuperación de la memoria quiere decir la recuperación del lenguaje, de la autoestima, de la identidad, de las luchas. No sirve de nada una recuperación nostalgiosa, sino que tiene que ser propositiva hacia el futuro, si no es retrógrada, y sobre todo una recuperación de la memoria que lleve a la construcción de la esperanza, que lleve un llamado a la juventud.
Si seguimos hablando del pasado y del presente, y no vemos el futuro somos retrógrados aunque nos pintemos de izquierda. En este momento, en nuestros países latinoamericanos la izquierda está representada por los movimientos sociales quienes propugnan por los cambios.
-Cuando se habla de nuevos medios o de democratización de la comunicación se dice que no es necesario porque, se argumenta, que ya existe toda la libertad que se requiere en el país. En otros países hay leyes que contemplan los medios privados, públicos y comunitarios, pero en El Salvador no hay normativas todavía que contemplan la diversidad…
-La lucha por una ley de comunicaciones, por una ley de medios o por una ley de servicio comunicacional audiovisual, como se conoce en Argentina, es imprescindible, pero con la conciencia de que un marco legal no democratiza la comunicación, la democratización de la comunicación la hace la gente, la hacemos nosotros, el marco legal te permite cosas que antes te las impedían.
Por ejemplo, en la Argentina se luchó durante cinco años, que ahora recién están en la aplicación, y los compañeros se olvidaron que además de tener que ocupar el espacio radioeléctrico también deben de tener contenidos y creo que la posibilidad de, al menos, una tercera parte de las frecuencias sean otorgadas a los medios populares, comunitarios sin fines de lucro, no quiere decir que no pueden tener publicidad, sino que quiere decir que no pueden repartir dividendos como una empresa, significa que tiene que garantizarse la auto sostenibilidad del medio, con buenos administradores.
-¿Cómo debe de ser la proactividad de la gente para exigir la democratización de los medios?
-Primero, le gente debe entender qué es la democratización. Las frecuencias son patrimonio de la humanidad no son propiedad de nadie y eso lo tiene que entender el gobierno y en todas sus posiciones políticas. Segundo, ¿para qué se quiere la democratización de la comunicación? Obviamente la derecha no la va a querer, porque así se mantendrá controlando el imaginario colectivo con el monopolio o el oligopolio de sus medios.
Las leyes que se llevan adelante en América Latina sobre comunicación se llevan así por los movimientos sociales, por el empuje desde abajo, el abajo empuja y los gobernantes toman las decisiones políticas. Mientras no haya movilización desde abajo, imposible, eso tiene que ver con la construcción. Nosotros estamos habituados a denunciar todo, somos doctores en denunciología y en lloriqueo, desde hace años. Ahora, construir es más difícil, es poner ladrillito por ladrillito y muchas veces se caen, hay que volver a ponerlos, es un trabajo en equipo.
Eso de la recuperación de la memoria histórica sirve para saber que venimos de sociedades que tenían el trabajo colectivo y la solidaridad como base de sustentación, o sea, no estamos inventando absolutamente nada, está dentro de nuestros genes y todo eso es construir desde abajo, hombro con hombro, lo único que se construye desde arriba es un pozo. La construcción siempre es desde abajo.
Creo que son muchas cosas juntas pero que tienen que ver con una cosa básica: si la gente no empuja no existe ninguna posibilidad que haya una ley. Si los de abajo no empujan, si no ganas la calle, si no ganas la consciencia popular sobre la necesidad de eso, difícilmente lo logras y no es con lloriqueos o con lamentos.
Si nosotros tenemos medios públicos, estatales, comunitarios o comunales, que tampoco le dan participación a la gente en su programa o en su contenido, están yendo para atrás permanentemente.
-¿Qué deben de hacer los medios públicos y los comunitarios con las nuevas tecnologías?
-Si vas a una guerra debes saber manejar las armas, si no las sabes manejar, por más que tengas un arma no sirve para nada. Hay que apropiarse de las tecnologías que son un conjunto de herramientas que te permiten hacer cosas que antes no podías hacer.
Cuando sucedió la primavera árabe muchos pensadores afirmaron que se hizo por el Twitter. Eso es ridículo, la revolución la hace la gente. El Twitter es una herramienta para llegar a la gente nada más, como en algún momento fue la radio Bemba. La revolución, los cambios, lo hacen la gente y las herramientas sirven para eso.
Lo que me preocupa, sobre todo en los jóvenes, es que ellos creen que todo está inventado lo que los deja en la mediocridad permanente y tienen el temor a ser creativos.
Afirma que las nuevas tecnologías son una herramienta de las que deben apropiarse los medios comunitarios y públicos, ya que estos espacios son los que posibilitan acercase a la gente e interactuar.
El fundador de TeleSur criticó también el papel de las universidades porque siguen formando a estudiantes de periodismo y comunicaciones sin estar capacitados para cumplir su función social, ya que en el trabajo no entienden qué es la comunicación popular y cómo elaborar nuevos mensajes alternativos.
-¿Cuál es el motivo de su visita al país?
-Obedece a una invitación que me hizo el Centro de Estudios de El Salvador para hacer una evaluación de lo que pasa en materia de comunicación y, sobre todo, de la democratización de la comunicación, que es un tema que ha entrado en la agenda de los movimientos populares en los últimos tiempos, y a veces sin entender muy bien qué significa.
Estamos tratando de hacer un diagnóstico de la realidad que excede un poquito el tema mediático, que sin democratizar la comunicación es imposible democratizar a la sociedad. Que si hace cuarenta años se necesitaban fuerzas armadas para imponer un modelo político, económico y social, hoy basta con tener el control de los medios de comunicación masivos para bombardear el imaginario colectivo, desde la información, la publicidad, el entretenimiento.
Pasamos de una guerra con armas letales, a una guerra con armas simbólicas y si bien recitamos sobre la guerra cultural, la batalla de las ideas, no estamos preparados para esa guerra simbólica que (donde) los movimientos populares no se han adueñado de las nuevas armas que son, de repente, la cámara, el grabador, la computadora, las redes sociales, la radio, la televisión y demás.
Es una batalla simbólica, es una guerra diferente, pero que tiene armas diferentes y que para poder dar la batalla hay que capacitarse, hay que profesionalizarse, hay que tener agendas propias, saber qué es tener una agenda propia; ser proactivos y no reactivos, es cambiar de época de repente. Si nosotros pasamos 520 años en la etapa de resistencia al colonialismo y al colonialismo cultural, ahora tenemos que empezar una etapa de construcción, de una nueva comunicación, de una nueva sociedad. Para eso necesitamos, primero, resetear el disco duro de acá arriba (señala su cabeza), de 2,600 centímetros cúbicos de cerebro; quizás aprender a desaprender una gran cantidad de cosas, entre otras, los viejos paradigmas liberales de la comunicación, que son todos una farsa, pero nosotros los hemos masticado y aprendido como si fueran ciertos.
Hay que capacitarse para aprender a usar esas nuevas armas, para poder dar una batalla.
-¿Qué diagnóstico preliminar tiene de la realidad salvadoreña?
-Tenemos una academia que se quedó hace cuarenta años en América Latina, no solo en El Salvador, donde si hay realmente praxis hacia la democratización, la teoría que está anclada no tiene la menor idea en qué países y continentes vivimos, qué son las nuevas tecnologías y hay una rémora en eso.
Las universidades siguen escupiendo miles y miles de estudiantes de comunicación y de periodismo, que no están capacitados para cumplir su función social como periodistas, pero el trabajo es entender qué es la comunicación popular, a quién queremos llegar, cuál es el destino de nuestros mensajes, cómo hacemos para que esos mensajes lleguen.
Con una confusión que da todo esto de la democratización de la comunicación, la conclusión que se llega es que todo se limita a un reparto equitativo de las frecuencias. Las frecuencias son patrimonio de la humanidad administrados por el Estado y nadie te puede decir que es dueño de una frecuencia, entonces nadie puede vender una frecuencia porque no es dueño de ella.
De nada sirve tener cien, mil, nuevas radios; o mil o cien nuevos canales si vamos a seguir la agenda del enemigo y si no vamos a tener nuevos contenidos para esos medios. Es mucho más importante, quizá de tener nuevos medios, tener nuevos contenidos en los medios.
Si nosotros no producimos nuevos contenidos estamos condenados a ver El Chavo del Ocho, el canal Disney por el resto de nuestros días y eso es una tortura magnífica, que yo no la soporto.
Nosotros hemos puesto énfasis solamente en la cuestión de las frecuencias y hemos olvidado que para esas frecuencias necesitamos muchos contenidos, y no hay producción de contenidos.
-¿Qué deben tener los nuevos contenidos?
-Primero, el enfoque principal es que tenemos que vernos con nuestros propios ojos y significa dejarnos de ver como extranjeros; dejar de pensar qué dirían en los Estados Unidos o en Europa sobre nosotros.
Nosotros no aparecemos en la prensa internacional, salvo que nos ocurra un desastre o tengamos una masacre, si no, no existimos, pero estamos acostumbrados a vernos con los ojos de los extranjeros, eso es problema del colonialismo cultural.
Si tú ves en la televisión en la publicidad todos somos altos, rubios, ojos celestes; yo me miro al espejo y, realmente, no soy así, pero nos hemos creído que tenemos que ser así, si no somos así, estamos en falta y es una forma de enfrentar la autoestima de los pueblos.
Primero hay que vernos cómo somos, quiénes somos. ¿Somos altos, rubios, de ojos celestes? Sí, pero también somos indios, negros, mulatos, zambos, todas las combinaciones, esto es un crisol étnico y cultural. Nuestra realidad es la diversidad, la diversidad cultural, la diversidad étnica. En nuestra actualidad es la pluralidad de opiniones, si no sabemos quiénes somos difícilmente podemos comunicar o tener contenidos, saber a quién van dirigidos y para qué los dirigimos.
Se habla mucho de la recuperación de la memoria, yo creo que es muy importante recuperar la memoria histórica, pero no hacerlo hasta la guerra nada más, sino recuperarla para saber quiénes somos, de dónde venimos, porque si como pueblo no sabemos quiénes somos difícilmente sabremos hacia dónde vamos.
La recuperación de la memoria quiere decir la recuperación del lenguaje, de la autoestima, de la identidad, de las luchas. No sirve de nada una recuperación nostalgiosa, sino que tiene que ser propositiva hacia el futuro, si no es retrógrada, y sobre todo una recuperación de la memoria que lleve a la construcción de la esperanza, que lleve un llamado a la juventud.
Si seguimos hablando del pasado y del presente, y no vemos el futuro somos retrógrados aunque nos pintemos de izquierda. En este momento, en nuestros países latinoamericanos la izquierda está representada por los movimientos sociales quienes propugnan por los cambios.
-Cuando se habla de nuevos medios o de democratización de la comunicación se dice que no es necesario porque, se argumenta, que ya existe toda la libertad que se requiere en el país. En otros países hay leyes que contemplan los medios privados, públicos y comunitarios, pero en El Salvador no hay normativas todavía que contemplan la diversidad…
-La lucha por una ley de comunicaciones, por una ley de medios o por una ley de servicio comunicacional audiovisual, como se conoce en Argentina, es imprescindible, pero con la conciencia de que un marco legal no democratiza la comunicación, la democratización de la comunicación la hace la gente, la hacemos nosotros, el marco legal te permite cosas que antes te las impedían.
Por ejemplo, en la Argentina se luchó durante cinco años, que ahora recién están en la aplicación, y los compañeros se olvidaron que además de tener que ocupar el espacio radioeléctrico también deben de tener contenidos y creo que la posibilidad de, al menos, una tercera parte de las frecuencias sean otorgadas a los medios populares, comunitarios sin fines de lucro, no quiere decir que no pueden tener publicidad, sino que quiere decir que no pueden repartir dividendos como una empresa, significa que tiene que garantizarse la auto sostenibilidad del medio, con buenos administradores.
-¿Cómo debe de ser la proactividad de la gente para exigir la democratización de los medios?
-Primero, le gente debe entender qué es la democratización. Las frecuencias son patrimonio de la humanidad no son propiedad de nadie y eso lo tiene que entender el gobierno y en todas sus posiciones políticas. Segundo, ¿para qué se quiere la democratización de la comunicación? Obviamente la derecha no la va a querer, porque así se mantendrá controlando el imaginario colectivo con el monopolio o el oligopolio de sus medios.
Las leyes que se llevan adelante en América Latina sobre comunicación se llevan así por los movimientos sociales, por el empuje desde abajo, el abajo empuja y los gobernantes toman las decisiones políticas. Mientras no haya movilización desde abajo, imposible, eso tiene que ver con la construcción. Nosotros estamos habituados a denunciar todo, somos doctores en denunciología y en lloriqueo, desde hace años. Ahora, construir es más difícil, es poner ladrillito por ladrillito y muchas veces se caen, hay que volver a ponerlos, es un trabajo en equipo.
Eso de la recuperación de la memoria histórica sirve para saber que venimos de sociedades que tenían el trabajo colectivo y la solidaridad como base de sustentación, o sea, no estamos inventando absolutamente nada, está dentro de nuestros genes y todo eso es construir desde abajo, hombro con hombro, lo único que se construye desde arriba es un pozo. La construcción siempre es desde abajo.
Creo que son muchas cosas juntas pero que tienen que ver con una cosa básica: si la gente no empuja no existe ninguna posibilidad que haya una ley. Si los de abajo no empujan, si no ganas la calle, si no ganas la consciencia popular sobre la necesidad de eso, difícilmente lo logras y no es con lloriqueos o con lamentos.
Si nosotros tenemos medios públicos, estatales, comunitarios o comunales, que tampoco le dan participación a la gente en su programa o en su contenido, están yendo para atrás permanentemente.
-¿Qué deben de hacer los medios públicos y los comunitarios con las nuevas tecnologías?
-Si vas a una guerra debes saber manejar las armas, si no las sabes manejar, por más que tengas un arma no sirve para nada. Hay que apropiarse de las tecnologías que son un conjunto de herramientas que te permiten hacer cosas que antes no podías hacer.
Cuando sucedió la primavera árabe muchos pensadores afirmaron que se hizo por el Twitter. Eso es ridículo, la revolución la hace la gente. El Twitter es una herramienta para llegar a la gente nada más, como en algún momento fue la radio Bemba. La revolución, los cambios, lo hacen la gente y las herramientas sirven para eso.
Lo que me preocupa, sobre todo en los jóvenes, es que ellos creen que todo está inventado lo que los deja en la mediocridad permanente y tienen el temor a ser creativos.
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