Arabia Saudí inició una invasión, junto a otros nueve países contra Yemen. Un hecho totalmente contrario a las resoluciones y leyes internacionales porque viola la integridad territorial de un país soberano.
Una vez más, Oriente Medio está en el punto de mira de las ecuaciones internacionales por la deteriorada situación que atraviesa. En este artículo pretendemos analizar los motivos reales de esta agresión y la situación en la que se encuentran los países de Oriente Medio.
Situación interna en Yemen
Las protestas populares en este país árabe motivaron el derrocamiento de su presidente, Ali Abdalá Saleh, por lo tanto, Abdu Rabu Mansur Hadi, el entonces vicepresidente, asumió el poder durante el periodo de transición; no obstante, las fracciones favorables a Hadi se mantuvieron trabajando para renovar su mandato lo cual, unido a la mala situación socioeconómica del país, motivó la reanudación de las protestas lideradas por el movimiento popular Ansarolá, que perseguía el establecimiento de un proceso democrático en el país.
Esa situación trajo consigo diversos enfrentamientos entre los detractores y los seguidores del expresidente, conduciendo al país hacia el colapso, especialmente después de que Hadi dimitiera de su cargo y huyera hacia Riad, la capital saudí.
En estas circunstancias, en las que el movimiento popular Ansarolá iba ganando protagonismo en el terreno sociopolítico, controlaba varios territorios y aumentaba la posibilidad de que, aunque lo ha negado en varias oportunidades, se hiciera con el poder en el país, estalló la guerra, “aparentemente”, a petición de Hadi.
La situación regional
Yemen tiene una gran importancia para Arabia Saudí y EE. UU. por su situación estratégica: está rodeado por el mar Arábigo, el golfo de Adén y el mar Rojo. Riad es un actor de mucho peso que no considera al territorio yemení como el de un país extranjero, sino como su patio trasero, por lo que no quiere perder su influencia. Lla llegada al poder del movimiento popular Ansarolá en Yemen, debido a sus diferencias ideológicas y religiosas con los saudíes, supondría una amenaza para esta influencia. Por lo tanto, deciden recurrir a cualquier mecanismo a su alcance para evitar un gobierno chií en sus cercanías.
Asimismo, el reino de Arabia Saudí es considerado un gran rival de Irán, por su intención de extender su ideología wahabista y su intolerancia a un gobierno chií en sus fronteras, en especial cuando la parte oriental de su territorio se encuentra sometida a fuertes manifestaciones populares.
Además, la religión chií es un tema totalmente contrario a la política de aquellos países involucrados en la invasión, es decir Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Turquía, Sudán, Argelia, Catar, Kuwait, Jordania y, especialmente, Arabia Saudí, por lo que la posibilidad de que Ansarolá asumiera el mando, como una muestra del aumento del poder de los chiíes en la región, y la presencia de Irán constituyen algunos de los motivos fundamentales de esta agresión.
Las palabras del ministro consejero de la Cancillería de los Emiratos Árabes Unidos, Anwar Qarqash, cuando aseguró: “No se puede mantener el silencio ante el cambio estratégico en la región a favor de Irán, cuyos representantes son los hutíes”, son muestra de ello.
A esto debemos sumar las declaraciones del premier israelí ante el Congreso de EE. UU., de que Irán tiene el control de las capitales de cuatro países árabes, además de dos estrechos estratégicos en la región. De esta forma, esta agresión se puede interpretar también como una estrategia por parte de Arabia Saudí, apoyada por el régimen de Israel y EE. UU., para mostrar músculo ante Irán.
Apoyo a la invasión y la política de doble rasero
Lo que estamos evidenciando hoy en día en Yemen resulta muy similar a lo sucedido en Ucrania cuando fuerzas opositoras derrocaron al entonces presidente, Víktor Yanukóvich. Ante semejante situación, EE. UU. y Occidente adoptaron posturas totalmente diferentes a las actuales; condenaron el apoyo de Rusia a Yanukóvich y, a la vez, respaldaron a los opositores, creando un gran caos en ese país. Asimismo impulsaron medidas de presión, como las sanciones unilaterales de Washington y Bruselas, y fuimos testigos de la dura posición del Consejo de Seguridad de la ONU, bajo los alegatos de defender la democracia y respetar la voz del pueblo ucraniano.
Sin embargo, en Yemen, la situación ha sido diferente; mientras la ONU se ha mantenido en silencio ante la agresión saudí, Washington y Europa brindan su pleno apoyo al país agresor árabe contra un pueblo yemení que, mediante sus protestas, ha denunciado en varias ocasiones el sistema dictatorial que los oprime y la mala situación socioeconómica reinante.
Como la cuestión toca directamente los intereses de las superpotencias, las posturas ante estos dos acontecimientos semejantes han sido diferentes. Una vez más, el mundo ha sido testigo del abuso del sistema hegemónico en cuestiones de democracia y defensa de los derechos humanos.
Fuerza militar común
En estos momentos, en que la región está sometida al caos, los ministros de Relaciones Exteriores de los miembros de la Liga Árabe acordaron el jueves formar una fuerza militar conjunta. Si bien, en un principio, el secretario general del organismo, Nabil al-Arabi, declaró que el objetivo era combatir a los terroristas, parece que los países árabes están movilizándose hacia una verdadera alianza como la de Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La agresión saudí a Yemen ha sido el primer paso en este contexto, en la que participan todos los países árabes, a excepción de Omán. Además de la parte militar, la situación ya tiene pinta de que estos países se dirigen hacia una verdadera unión en campos como el político, el económico y el militar. Como se nota en las declaraciones de las autoridades saudíes cuando amenazaron con cesar las exportaciones de petróleo desde Oriente Medio, en caso de que los buques petroleros se acerquen a los puertos yemeníes. Esto puede ser una señal del inicio de una integración árabe, cuya materialización puede también perjudicar los intereses occidentales.
Conclusión
Con todo lo expuesto, solo resta decir que si bien esa agresión ha contribuido al acercamiento de los países árabes, Riad cometió un gran error al lanzar dicha guerra, instigada por EE. UU. y sus aliados occidentales. Ya que si esa contienda bélica se prolonga y trae consigo un gran desgaste, será la propia Arabia Saudí quien se verá afectada y perjudicada porque deberá enfrentarse a la ola de desplazados por la guerra, al aumento de las operaciones terroristas cerca de sus fronteras y a un caos que puede contagiar incluso su territorio, mientras ni EE.UU. ni sus aliados occidentales se verán perjudicados, puesto que sus territorios no están involucrados en esa guerra.
Escrito por Rasoul Goudarzi