Con una población cercana a los 80 millones de habitantes, 56 millones de personas están habilitadas a participar en estos comicios. El voto decidirá a los 550 parlamentarios que por cuatro años legislarán.
En esta ocasión, veinte organizaciones se presentarán en las elecciones, entre las que destacan el Partido Republicano del Pueblo (CHP) de centroderecha y fundado por Mustafá Kemal Atatürk, ideólogo de la actual República de Turquía; el Movimiento Nacionalista (MHP) de ultra derecha, que impulsa la creación de un imperio turco y catalogado como fascista desde los sectores de izquierda; y el Partido Popular Democrático (HDP), que reúne al vasto pueblo kurdo que habita el sureste del país, vinculado al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y que en estos comicios se presenta en alianza con sectores progresistas y de la izquierda turca.
En el sistema electoral de Turquía quienes acceden a una banca en la Asamblea Nacional deben obtener más del 10% de los votos y la mayoría se consigue con 367 diputados. Por esta razón, el gobierno de Erdogan y el AKP se muestran preocupados para alcanzar la mayoría y así lograr las reformas a la Carta Magna. En esta ocasión también el HDP se presenta por primera vez como fuerza legal, ya que en los comicios anteriores sus candidatos eran inscriptos como independientes, por lo cual no necesitaban alcanzar el 10% estipulado por la ley.
En el caso del HDP se intentará alcanzar al menos 70 diputados, aunque se ha alertado del posible fraude que reste votos al partido kurdo. Desde este sector se calcula que una buena votación permitiría forzar un acuerdo de paz entre el gobierno y la insurgencia del PKK, pero también advirtieron que un fraude podría llevar a la guerrilla kurda a finalizar el alto el fuego que sostiene desde hace algunos años. La posibilidad de que el HDP obtenga buenos resultados se constata en el aumento al movimiento kurdo de liberación, como también al efecto positivo que tiene el proceso político y social que el PKK lleva adelante en Rojava, al norte de Siria, la zona kurda ahora controlada por la guerrilla y de donde fue expulsado el Estado Islámico (EI). Las perspectivas de un avance del movimiento kurdo, junto a la izquierda turca, ha tenido como consecuencia que en los últimos meses el HDP sufriera ataques y atentados en 60 de sus locales partidarios. En la actualidad, el partido ligado al PKK controla 100 alcaldías en el sureste del país y muchos de sus diputados y diputadas electos se encuentra exiliados por la fuerte persecución del gobierno de Erdogan.
Contra el HDP, el mandatario turco no ha escatimado agravios, al acusarlos de promover el “zoroastrismo” (religión que sigue las enseñanzas de Zarathustra), de ser “ateo”, “antiislámico” y, por supuesto, brazo político de la guerrilla kurda.
El juego de Erdogan
La necesidad de Erdogan de perpetuarse en el poder tiene fines concretos y visibles: continuar con una política neoliberal respaldada por Estados Unidos y los organismos financieros internacionales, como también profundizar la islamización del país, caracterizado por su laicidad.
Acusado de pertenecer a la secta de los Hermanos Musulmanes (HM), el mandatario turco es presentado por Occidente como el líder de un movimiento denominado “islamismo moderado”, que permitiría un equilibrio en la región. Para Washington, Turquía es una aliado incondicional no sólo en lo político y económico, sino en lo militar: las Fuerzas Armadas turcas son las segundas más grandes dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En la campaña electoral Erdogan se vale de todo lo que tiene a mano para que el AKP obtenga la mayoría, teniendo en cuenta que en los últimos comicios de diputados no alcanzó el techo para quedar como fuerza dominante en la Asamblea Nacional. Por eso, en sus discursos el presidente hace hincapié en la necesidad de afianzar el Islam como religión, y rememora y defiende la “grandeza” del Imperio Otomano.
Pero el objetivo de Erdogan es la reforma constitucional que, más allá de cambiar el sistema actual y apuntalar el “presidencialismo”, dejaría abierta la puerta para una “islamización” de la Constitución, como sucedió hace dos años en Egipto cuando los HM lograron la presidencia con el triunfo de Mohamed Mursi, hecho que trajo masivas protestas en contra.
Con un desempleo que afecta a 5.5 millones de personas y con una desocupación juvenil que roza el 20%, el gobierno turco decidió tomar medidas urgentes para convencer al electorado, como fue abaratar los créditos. Igualmente, en el primer trimestre de 2015 el país registró un crecimiento económico del 0%, demostrando que la crisis financiera mundial está golpeando a Turquía, una de las potencias emergentes de la región.
El factor Estado Islámico
Desde que hace cuatro años comenzó la guerra de agresión contra Siria, el gobierno turco se pronunciado en contra de los grupos terroristas como Al Qaeda o EI, aunque en la práctica su postura difiere bastante.
El 21 de mayo pasado, el líder del CHP, Kemal Kılıçdaroğlu, denunció que el Ejecutivo envía armas a los mercenarios que operan en territorio sirio, acusación que se viene reproduciendo desde diferentes sectores, en especial por parte del PKK. En una entrevista con el diario Hurriyet, el dirigente del CHP explicó que pudo ver “los vídeos que muestran cómo se abrieron las puertas de los camiones que contenían armas (…) He visto las imágenes de las bombas (…) Aquí no queda nada para ocultar”, en referencia a vehículos secuestrados que trasladaban armamento a los combatientes del EI. Kılıçdaroğlu confirmó la participación de la Organización Nacional de Inteligencia de Turquía (MIT, por sus siglas en turco) en estos envíos y expresó que estos “cruces ilegales” deben finalizar para así asegurar la frontera con Siria.
Desde el PKK además acusaron a la administración de Erdogan de montar hospitales de campaña para que los mercenarios del EI sean asistidos, como también bloquear la frontera del Kurdistán sirio para que no lleguen alimentos y medicamentos a la población de la zona.
Fuente original: Resumen Latinoamericano
En esta ocasión, veinte organizaciones se presentarán en las elecciones, entre las que destacan el Partido Republicano del Pueblo (CHP) de centroderecha y fundado por Mustafá Kemal Atatürk, ideólogo de la actual República de Turquía; el Movimiento Nacionalista (MHP) de ultra derecha, que impulsa la creación de un imperio turco y catalogado como fascista desde los sectores de izquierda; y el Partido Popular Democrático (HDP), que reúne al vasto pueblo kurdo que habita el sureste del país, vinculado al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y que en estos comicios se presenta en alianza con sectores progresistas y de la izquierda turca.
En el sistema electoral de Turquía quienes acceden a una banca en la Asamblea Nacional deben obtener más del 10% de los votos y la mayoría se consigue con 367 diputados. Por esta razón, el gobierno de Erdogan y el AKP se muestran preocupados para alcanzar la mayoría y así lograr las reformas a la Carta Magna. En esta ocasión también el HDP se presenta por primera vez como fuerza legal, ya que en los comicios anteriores sus candidatos eran inscriptos como independientes, por lo cual no necesitaban alcanzar el 10% estipulado por la ley.
En el caso del HDP se intentará alcanzar al menos 70 diputados, aunque se ha alertado del posible fraude que reste votos al partido kurdo. Desde este sector se calcula que una buena votación permitiría forzar un acuerdo de paz entre el gobierno y la insurgencia del PKK, pero también advirtieron que un fraude podría llevar a la guerrilla kurda a finalizar el alto el fuego que sostiene desde hace algunos años. La posibilidad de que el HDP obtenga buenos resultados se constata en el aumento al movimiento kurdo de liberación, como también al efecto positivo que tiene el proceso político y social que el PKK lleva adelante en Rojava, al norte de Siria, la zona kurda ahora controlada por la guerrilla y de donde fue expulsado el Estado Islámico (EI). Las perspectivas de un avance del movimiento kurdo, junto a la izquierda turca, ha tenido como consecuencia que en los últimos meses el HDP sufriera ataques y atentados en 60 de sus locales partidarios. En la actualidad, el partido ligado al PKK controla 100 alcaldías en el sureste del país y muchos de sus diputados y diputadas electos se encuentra exiliados por la fuerte persecución del gobierno de Erdogan.
Contra el HDP, el mandatario turco no ha escatimado agravios, al acusarlos de promover el “zoroastrismo” (religión que sigue las enseñanzas de Zarathustra), de ser “ateo”, “antiislámico” y, por supuesto, brazo político de la guerrilla kurda.
El juego de Erdogan
La necesidad de Erdogan de perpetuarse en el poder tiene fines concretos y visibles: continuar con una política neoliberal respaldada por Estados Unidos y los organismos financieros internacionales, como también profundizar la islamización del país, caracterizado por su laicidad.
Acusado de pertenecer a la secta de los Hermanos Musulmanes (HM), el mandatario turco es presentado por Occidente como el líder de un movimiento denominado “islamismo moderado”, que permitiría un equilibrio en la región. Para Washington, Turquía es una aliado incondicional no sólo en lo político y económico, sino en lo militar: las Fuerzas Armadas turcas son las segundas más grandes dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En la campaña electoral Erdogan se vale de todo lo que tiene a mano para que el AKP obtenga la mayoría, teniendo en cuenta que en los últimos comicios de diputados no alcanzó el techo para quedar como fuerza dominante en la Asamblea Nacional. Por eso, en sus discursos el presidente hace hincapié en la necesidad de afianzar el Islam como religión, y rememora y defiende la “grandeza” del Imperio Otomano.
Pero el objetivo de Erdogan es la reforma constitucional que, más allá de cambiar el sistema actual y apuntalar el “presidencialismo”, dejaría abierta la puerta para una “islamización” de la Constitución, como sucedió hace dos años en Egipto cuando los HM lograron la presidencia con el triunfo de Mohamed Mursi, hecho que trajo masivas protestas en contra.
Con un desempleo que afecta a 5.5 millones de personas y con una desocupación juvenil que roza el 20%, el gobierno turco decidió tomar medidas urgentes para convencer al electorado, como fue abaratar los créditos. Igualmente, en el primer trimestre de 2015 el país registró un crecimiento económico del 0%, demostrando que la crisis financiera mundial está golpeando a Turquía, una de las potencias emergentes de la región.
El factor Estado Islámico
Desde que hace cuatro años comenzó la guerra de agresión contra Siria, el gobierno turco se pronunciado en contra de los grupos terroristas como Al Qaeda o EI, aunque en la práctica su postura difiere bastante.
El 21 de mayo pasado, el líder del CHP, Kemal Kılıçdaroğlu, denunció que el Ejecutivo envía armas a los mercenarios que operan en territorio sirio, acusación que se viene reproduciendo desde diferentes sectores, en especial por parte del PKK. En una entrevista con el diario Hurriyet, el dirigente del CHP explicó que pudo ver “los vídeos que muestran cómo se abrieron las puertas de los camiones que contenían armas (…) He visto las imágenes de las bombas (…) Aquí no queda nada para ocultar”, en referencia a vehículos secuestrados que trasladaban armamento a los combatientes del EI. Kılıçdaroğlu confirmó la participación de la Organización Nacional de Inteligencia de Turquía (MIT, por sus siglas en turco) en estos envíos y expresó que estos “cruces ilegales” deben finalizar para así asegurar la frontera con Siria.
Desde el PKK además acusaron a la administración de Erdogan de montar hospitales de campaña para que los mercenarios del EI sean asistidos, como también bloquear la frontera del Kurdistán sirio para que no lleguen alimentos y medicamentos a la población de la zona.
Fuente original: Resumen Latinoamericano
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