martes, 16 de diciembre de 2014

Contra Chávez, contra la revolución bolivariana, contra "Podemos", ¡todo vale en el global-imperial!



Rosa Guevara Landa
“Eso no puede pasar aquí” es una novela de Sinclair Lewis, un escritor norteamericano que junto a Einstein, Rolland y otros intelectuales comprometidos pidió justicia y clemencia para Sacco y Vanzetti. La novela es una sátira política en la que se describe la América rural y provinciana que surge tras el crac bursátil de 1929. Los personajes y los hechos que se relatan en la novela, editada por Machado editores, “son como juegos de espejos de los reales en una América en la que Roosevelt pierde las elecciones presidenciales, y un partido totalitario toma el poder en un momento decisivo de la historia del siglo xx, con el auge de los totalitarismos en Europa y el New Deal aún sin terminar de implantarse”.
Se cuenta en la novela la historia del director de un periódico de Vermont, Doremus Jessup, y de su oposición al candidato a la presidencia Buzz Windrip, quien detrás de un discurso demagógico, falso y manipulador, sustentado por los supuestos o más que supuestos ideales americanos, oculta su verdadera intención de crear una sociedad represiva y totalitaria a imagen de las sociedades europeas de los años treinta. Eso sí, con rasgos norteamericanos. Born in the USA.

"No puede pasar aquí” es también el título de un artículo de Ibsen Martínez en el global-imperial del pasado martes, 9 de diciembre. La otra cara, la tergiversación total de Sinclair Lewis.

La entradilla del articulito: “Venezuela era un país pacífico, democrático, plural, laico y solidario donde el petróleo obraba como gran amortiguador de las inequidades”. ¡Solidario! ¡Democrático! ¡Plural! “Nadie intuyó que Hugo Chávez lo convertiría en una distopía militarizada”. Esto de entrada: ¡distopía militarizada! ¿Estaba hablando IM del fascismo español? ¿Sabe de qué habla realmente?

Acompaña al artículo un dibujo infame de alguien que dice llamarse Eulogia Merle. Observen y vomiten.

¿Qué hay, verdaderamente, de Hugo Chávez en Podemos?, pregunta IM conociendo la respuesta y olvidándose a la manera anglo del primer interrogante de la pregunta.

La segunda pregunta es mejor: “¿Es posible concebir a Pablo Iglesias como un “topo” a sueldo, regido desde ultratumba por Hugo Chávez a través de Nicolás Maduro, su cada día más patético e impecune vicario en la tierra?” No me invento nada, estoy copiando el texto. No exagero un leptón.

La cosa sigue transitando por la misma infamia intelectual: “De ese amasijo doctrinal hecho de teología bolivariana, máximas redistributivas, de un marxismo que Eric Hobsbawm despacharía como “vulgar”, de soeces fulminaciones contra sus adversarios, de ditirambos a Fidel Castro y exhortaciones a la unidad latinoamericana que Chávez predicó durante más de tres lustros mientras deliberadamente llevaba a la ruina a un país petrolero y conculcaba todas sus libertades”, de todo eso, pregunta sin preguntar IM, quien se atreve a citar además a Eric Hobsbawm (¡que cara!), “¿qué reclama Podemos como préstamo -o legado- que resulte viable en la España de hoy?”. Y así siguiendo. Toda una página del global-imperial para desarrollar esta bazofia.

No puedo saberlo, responde don IM. Por eso, señala, “este artículo discurrirá solo sobre parte del pasado que Podemos invoca como inspiración: el pasado reciente de Venezuela”. Y no de cualquier forma. “esto con la relativa autoridad que me otorga ser venezolano, uno más de los millones que padecen una cruenta y tiránica disfuncionalidad llamada socialismo del siglo XXI.” Inquieto, además, por la certidumbre con que en España “escucho decir muy seguido: “Esto es Europa, capullo; no somos Costaguana”, “tenemos instituciones”, “existe Bruselas”, etcétera; todo ofrecido, por cierto, con una europea condescendencia hacia nuestras violentas excentricidades latinoamericanas”.

Algunos pasos de la “argumentación” que desarrolla, una breve síntesis:

“¿Qué reclama Podemos de la revolución bolivariana que resulte viable en la España de hoy? ¿No hay en esto mismo, en el solo hecho de que, derrotado Chávez en toda la línea como conspirador jefe de una logia militar golpista, no haya tenido más remedio que entrar por el aro del juego democrático, al grado de lanzarse como candidato a la presidencia, una demostración de la salud y la supremacía moral de nuestra democracia?

“Me apresuro a decir que no era yo el único en pensar que, de llegar Chávez a la presidencia, la agreste realidad completaría la educación requerida por un inquieto oficial de paracaidistas, pobre, provinciano, ignorantón, bienintencionado pero de mostrenca formación política, para convertir al epígono venezolano de Fidel Castro en un insuficiente mandatario en guayabera. Poca gente tal vez, pero la suficiente, pensaba igual que yo”.



“Los ricos de Caracas también pensaban así. Los barones de la prensa y el arrogante mundo de los altos ejecutivos de la petrolera estatal, convencidos estos últimos de su imprescindibilidad, solo veían en Chávez un accidente de fin de siglo, un poquitín retrógrado, pero accidente al fin. Solo algunos de los proverbiales poderes fácticos gesticulaban alarmados, pero, llegado el momento, ninguna de las Venezuelas sauditas dejaría de ofrecer desayunos en la sala de redacción, ni de costear viajes, de allegar compañía femenina y oportunidades para buenos negocios, tratando de despertar a Chávez de su extático sueño de torcer el rumbo de la historia planetaria desde un pequeño país sudamericano y apaciguar, así, su fogosidad antisistema”.

Faltaba el toque final:

“Nuestra religión laica era el populismo redistributivo y la democracia representativa; nuestro santo y seña: la movilidad social que deparaba el petróleo. ¿Otro cambio de elenco? ¡Bienvenido! Las élites se encargarían de cooptarlo. ¿Una dictadura narcomilitar de extrema izquierda? Difícil de creer. A la Venezuela de hace 15 años le venía como un guante el título de una novela de Sinclair Lewis: Eso no puede pasar aquí.”

¡Populismo redistributivo! ¡Movilidad social! ¡Democracia realmente representativa!

¿Es razonable que una bazofia de estas dimensiones que arroga toneladas de mentiras sobre Chávez, la revolución bolivariana y Podemos se publique en un diario que va de progre, global, progre y culto?

No, no lo es… O bien pensado: ¿no lo es?


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