martes, 16 de diciembre de 2014

Entrevista a Yayo Herrero, activista y coordinara saliente de Ecologistas en Acción “El ecologismo y el feminismo incomodan porque van en contra de tus privilegios”


Daniel Ayllón
La Marea
De trabajar en una multinacional como Indra durante 17 años, Yayo Herrero pasó a dedicar cada vez más tiempo al activismo, hasta llegar a la coordinación de Ecologistas en Acción, cargo que ha desempeñado los últimos nueve años, el periodo máximo. Ahora, con menos responsabilidades, su nombre suena como posible cabeza de lista de Ganemos para la alcaldía de Madrid, pero Herrero zanja contundente la cuestión: “Yo no voy a entrar en política”. Se limitará a “ayudar” a que proyectos como Ganemos salgan adelante. Con voz pausada, se explaya sobre tres de sus pasiones: ecologismo, feminismo y cooperativismo.
¿Las cooperativas serán parte del cambio en España o consecuencia?

Van a ser parte del cambio. Pienso poco en que unas causas determinan unas consecuencias: La revolución es algo que se va construyendo con la propia práctica. Un problema de la izquierda más ortodoxa es la de incorporar las ideas de la modernidad de que había una victoria final, un hombre nuevo. Al final, las personas son las de toda la vida. No te vas a quitar el conflicto de delante. No hay una victoria final. El socialismo, o como se quiera llamar a la utopía que tenga cada cual, es el camino, el proceso de cómo se haga.

Por eso, la disputa de la hegemonía económica es clave. No la haces sólo creando cooperativas, hay que disputar también las instituciones económicas. Pero la apropiación real de los medios de producción y la construcción de un modelo que esté basado en la democracia dentro de las organizaciones económicas es clave. Y el cooperativismo es un elemento central. El modelo de cooperativas de trabajo asociado permite romper con esa dicotomía que hay entre el espacio reproductivo y el productivo. La persona que trabaja en una cooperativa tiene mucho más incorporada la diferencia entre el trabajo que haces a cambio de dinero, asalariado, y el resto de trabajo que haces ligado a la vida.

¿Todo el mundo está preparado para trabajar en una cooperativa?

Sí. Pero hay que hacer una inversión previa de tiempo. Hay que invertir mucho en pensar, debatir y deliberar sobre cómo lo vas a hacer. La mayor parte de las cooperativas que se vienen abajo no es por falta de dinero o de modelo de negocio, sino por problemas de relaciones entre las personas cooperativistas. Hay que dedicar mucho tiempo a debatir sobre el dinero, cómo entendemos el trabajo, qué prioridades queremos tener dentro de la cooperativa…

Cuando estaba trabajando con exdrogodependientes vi salir adelante cooperativas que cualquiera que hubiese conocido a las personas con el drama que tenían detrás, el sufrimiento que tenían a sus espaldas, la situación de exclusión, de rechazo y de precariedad… habría pensado que esas cooperativas era imposible que salieran. Trabajando bien ese periodo previo y colocando las cooperativas, no aisladas, sino en red dentro de la economía solidaria con iniciativas a las que se puedan parecer y en las que se puedan apoyar, tienen posibilidades de salir adelante.

Pero no es lo mismo trabajar en una cooperativa que ser una persona cooperativista.

Para una persona que haya puesto en el centro de su vida ganar dinero, cuanto más mejor, el modelo cooperativista no es en el que va a encontrar su mayor satisfacción. Pero para personas sueltas, que se sienten aisladas, que no salen adelante… el modelo cooperativo es el de más resistencia para hacer esfuerzos para ayudar a esa gente. Yo parto del supuesto de pensar que prácticamente cualquier persona, a no ser que seas un capitalista capaz de llevarte por delante lo que sea para ganar cuanto más mejor, con un proceso de preparación, puede entrar en una dinámica cooperativista.

De Ecologistas en Acción he aprendido mucho para poner en marcha iniciativas cooperativistas, democráticas, que pusieran el bienestar en el centro. También hemos tenido mucha paciencia para la toma de decisiones. En los temas en los que hemos encontrado resistencia, hemos intentado nunca forzar la posición. Hemos esperado a tener la posición madura y con consenso. Es muy importante darte un tiempo y paciencia. El punto al que llegar es muy sólido porque incorpora mucha pluralidad. El tercer eje clave es la incorporación de la ética del cuidado. Dedicamos mucho tiempo a la resolución de conflictos. Y no porque haya muchos, sino porque se trata de buscar soluciones donde no haya ganadores y perdedores. Normalmente, cuando llegas a una solución en la que alguien tiene la sensación de haber ganado y alguien de haber perdido, tienes una sensación de que, en el fondo, han perdido todos. Aunque uno haya ganado, ha dejado una organización dañada, dolida… y si no tienes ilusión en la propia organización interna, es muy difícil seguir enfrentando una lucha tan desigual como la que tenemos delante.

¿Qué balance hace de nueve años al frente de Ecologistas en Acción?



Hubo un grupo de gente que, hace 16 años, fue visionaria, al darse cuenta de que necesitábamos un movimiento ecologista fuerte. Se embarcaron en una tarea larguísima. No existía una visión confederal. Estos nueve años han sido de consolidación, somos mucho más que la suma de individualidades. Como colectivo, un paraguas fuerte. Y las relaciones de cohesión son muy potentes, juntos somos más que separados.

Muchos de los procesos en los que empieza a saltar esta corrupción que apesta en la administración, las empresas, la economía capitalista… habían sido denunciadas por Ecologistas. A veces, con un rechazo muy fuerte de los espacios de la izquierda más transformadora, que tenían interiorizada la idea de que más infraestructuras y construcción generaban más empleo y podían conducir a la emancipación. Ecologistas ha sabido mostrar que todas esas infraestructuras, que atentaban contra el territorio, atentaban también contra las posibilidades de tener empleo y contra la vida de la gente. Por otra parte, siendo una organización respetada, no hemos sido capaces todavía de llegar al núcleo de la cultura y de los imaginarios que interioricen que vivimos en un planeta con límites físicos y la necesidad de vivir con menos.

¿Su salida de Ecologistas en Acción podría coincidir con un salto a la política?

Yo no voy a entrar en política. Yo estoy en Ecologistas en Acción y voy a seguir. Donde quiero estar en este proceso de cambio es en los movimientos sociales, que tienen que tener una línea divisoria clara con las iniciativas políticas, aunque dialoguen y se retroalimenten mutuamente. Quiero que procesos como Ganemos salgan adelante. Y contribuir desde los movimientos sociales a que salga adelante. Es importante que en las instituciones se produzca también un cambio de arriba a abajo.

Necesitamos unas instituciones diferentes, que dejen de imitar al mercado y miren más a la sociedad. Y adopten prácticas orientadas al bienestar de la gente. Y los movimientos sociales tienen que contribuir. Con el desequilibrio de poder tan grande que hay, el partido que pueda llegar a la institución con ganas de cambiarla va a necesitar un contrapoder en la calle muy potente que reclame los cambios y que obligue a que se haga. Sin contrapoder en la calle, tiene mucho riesgo de quedar aducido por ese agujero negro empresarial y económico.

¿Qué riesgo hay de que se descapitalicen los movimientos sociales como ocurrió en los años 80 con el PSOE?

El riesgo existe. Claramente. Es razonable y lógico que gente que ha surgido de los movimientos sociales quiera dar el salto a la institución. Me parece legítimo, normal y deseable. El problema es que lo haga todo el mundo. Va a hacer falta mucha gente, si llegan a las instituciones. Uno mira el organigrama municipal y hacen falta muchas personas en las concejalías, en los distritos… y personas comprometidas. Y miras alrededor, y es normal que gente de los movimientos sociales se plantee dar el paso. Deberíamos de tener una reflexión conjunta para no descapitalizar lo que hay debajo.

En Bolivia, por ejemplo, cuando Evo Morales llegó a la institución, se encuentró con las presiones y los lobbies de presión brutales contra la nacionalización del gas. Y dio la sensación en un momento dado de que reculaba. Y fueron todos los movimientos sociales que habían construido el MAS los que salieron a la calle a exigirle.

Hay una idea demasiado ingenua de que, ahora que hay tanta corrupción, basta con que llegue gente no corrupta. Pero eso no es así: puede llegar gente honesta, pero el problema es que hay una organización económica y social construida de forma contraria a la organización de la naturaleza, de los recursos que existen. Hay un problema estructural de fondo que hay que resolver. Esa gente honrada va a poder hacer poco si no se le da la vuelta a estas estructuras que sostienen el sistema. Hace falta más reflexión.

Las propuestas de Podemos no son decrecentistas.

No he podido leer todavía a fondo el documento de Vicenç Navarro y Juan Torres.

Pero la idea de Pablo Iglesias es estimular el consumo.

Le he oído alguna vez hablar de la demanda agregada. Cuando hablamos de impulsar la demanda agregada, nos tenemos que plantear la demanda agregada de qué. Evidentemente, un mecanismo económico sostenible necesita también de un modelo productivo. El problema es qué producimos, cómo lo producimos y cuánto producimos. Si a mí me dijeran que hay que impulsar la demanda agregada de bienes que permitan que el trabajo de cuidados sea entendido de forma repartida y democrática, de agricultura ecológica, de placas solares… Sería una reorientación del modelo productivo en muy buena dirección. Si el tema es impulsar la demanda agregada de coches y productos de consumo que no son socialmente necesarios, me parece que sería un error grave. La clave es qué necesidades debemos satisfacer. No me sirve que hablemos de impulsar la demanda agregada en abstracto, como si impulsar el consumo de cualquier producto fuera bueno en sí mismo o posible. Tengo ganas de leer el documento de propuestas a fondo.

¿Por qué el movimiento ecologista no ha conseguido crear hegemonía?

Viendo la estrategia de Podemos, igual tendríamos que haber optado por otra estrategia. Hay una parte de autocrítica, de no haberlo podido hacerlo del todo bien o habernos refugiado en entornos de pureza. Pero lo que plantea el ecologismo social choca con muchos de los imaginarios que tenemos en la cabeza: de que cuanto más mejor, de que el crecimiento económico era intrínsecamente bueno, de progreso, de riqueza… que son los que le vienen muy bien al capitalismo. Han sido compartidos tanto por las estructuras capitalistas como por buena parte de la izquierda y del movimiento sindical.

Una parte de bienestar está ligada al confort, la comodidad. Pero cuando te empiezas a plantear que es imposible extender el coche privado a toda la población del planeta, empiezas a plantearte que el coche privado, más que un derecho, es un privilegio. O que comer carne 5 veces por semana es absolutamente imposible extenderlo a todo el planeta porque físicamente es imposible producir proteína animal en esas cantidades. Comer carne 5 veces por semana es otro privilegio.

Buena parte de lo que ha sido la izquierda se ha movido en las categorías de la clase obrera, de la lucha final. Como persona no te sentías interpelada. Parecía que todo lo relegábamos a ese momento de lucha final. Por eso el ecologismo y el feminismo interpelan e incomodan a la persona: te llaman a hacer cambios que en muchos casos van en contra de tus privilegios como individuo.

¿Cómo define usted el ecofeminismo?

Es tanto una corriente de pensamiento como un movimiento social. Lo que lo caracteriza es que pone en diálogo los dos. Ninguno es hegemónico. Y hay ecologismos que pueden ser profundamente patriarcales y planteamientos feministas insostenibles. Ambos coinciden en hacer una crítica radical al sistema: el capitalismo es un modelo económico y un sistema social que oculta lo que es más importante para sostener la vida humana, la dependencia de los recursos sociales y el ecosistema, pero también que las relaciones entre las personas tienen una importancia.

Un ser humano no puede sobrevivir en solitario y es absolutamente dependiente de un trabajo enorme relacional que se realiza en espacios ocultos a la economía como es el de los hogares. Sin embargo, vivimos en sociedades en las que la naturaleza y esas relaciones han quedado subordinadas a otros factores. Cuando planteas propuestas que colocan a las personas en el centro, te das cuenta de que ecologismo y feminismo se basan en la cercanía, en el bienestar de la gente…

Los cuidados tiene un papel clave.

Todo lo que tiene que ver con el cuidado de la vida tiene un aspecto fundamental. Es un trabajo que tiene que estar compartido por igual entre mujeres y hombres, del que se tiene que hacer cargo la sociedad, que no puede quedar recluido ni escondido dentro de los hogares, que son en muchas ocasiones las grandes corporaciones del patriarcado. Las relaciones de interdependencia son tan importantes como las de codependencia. Y ambas están ocultas en nuestra sociedad y nuestra economía.

Fuente: http://www.lamarea.com/2014/12/15/el-ecologismo-y-el-feminismo-privilegios/

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