El 1 de enero de 1994 entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) por el que México, Estados Unidos y Canadá se convertían en un mercado integrado a través de la supresión de las barreras arancelarias y comerciales. De esta forma, el gobierno mexicano dejaba claro que sus miras e intereses se centraban en el norte del continente americano; básicamente, en multiplicar sus perspectivas de crecimiento económico a través de la liberalización de una zona comercial con sus socios ricos más cercanos.
Paralelamente, en el estado mexicano de Chiapas, que hace de frontera sur con Guatemala, tenía lugar una sublevación armada a cargo de un grupo de indígenas conformados en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Hacía años que el EZLN se había convencido de que la transformación del país no podía lograrse por la vía institucional: la vía pacífica estaba ya agotada. Es por ello que, años después del establecimiento en Chiapas del primer campamento del EZLN en 1983, y tras los esfuerzos por acumular apoyos y tejer redes de solidaridad con organizaciones locales, el 1 de enero de 1994 tenía lugar la declaración pública de guerra al gobierno mexicano y la toma de los municipios de San Cristóbal de las Casas, Altamirano, Chanal, Ocosingo, Las Margaritas, Oxchuc, y Huixtan.
¿Por qué Chiapas?
La sociedad chiapaneca se caracterizaba por altos niveles de pobreza, marginación y desigualdad mayoritaria. Al mismo tiempo, el sistema político chiapaneco era un sistema oligárquico, clientelar y represivo. Todo ello sumado a la deriva neoliberal de las políticas del gobierno mexicano, y en general de toda América Latina, ocasionaron un deterioro en las condiciones de vida de la población, desempleo masivo y reducción del gasto social por parte del Estado.
No era la primera vez que la población indígena chiapaneca se rebelaba. Sus antepasados mayas destacaron entre los pueblos que más habían resistido la conquista; en Yucatán y en Guatemala no fueron sometidos hasta 1703, y pronto volvieron a rebelarse. En Chiapas organizaron una gran revuelta en 1712, y estos mismos pueblos volvieron a rebelarse en enero de 1994. ¿Contra qué? Contra una violencia renovada –institucional– que llevaba décadas tratando de destruir su identidad, arrebatarles su dignidad moral y aniquilar su modo de vida étnico.
El origen de la rebelión también está en el desarrollo de Chiapas durante el siglo XX, que implicó cambios en el modelo productivo agrarista tradicional y el despojo de tierras y trabajo indígena. Es decir, menos tierras para más pobres. Todo ello, sumado a la ausencia de cauces institucionales que canalizaran sus demandas propició la organización de una parte de la comunidad indígena bajo el EZLN y su posterior sublevación.
Para ampliar: “Causas de la rebelión en Chiapas“, Clacso
Los vínculos entre el EZLN, la comunidad indígena y la sociedad civil
Aunque el EZLN ha sido un actor predominante del Movimiento Zapatista, no ha sido el único. De hecho, su propia existencia y mantenimiento ha sido fruto de la interacción con otros dos grandes actores: las comunidades indígenas y la sociedad civil –nacional e internacional–.
El EZLN es la parte militar del movimiento, liderada por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General. Las bases militares estaban conformadas por indígenas, gente de la Iglesia católica, organizaciones productivas autónomas agrarias y campesinas y sectores de izquierdas. Esta heterogeneidad sociocultural fue un elemento esencial en la creación de nuevas dimensiones ideológicas y organizativas. En este sentido cabe destacar el papel del grupo religioso Diócesis de San Cristóbal, que sirvió de gran apoyo ideológico y promovió nuevas prácticas organizativas que incentivaban la reflexión intracomunitaria.
Por otro lado están las indígenas del EZLN. Varias de ellas estuvieron al frente de la toma de presidencias municipales y se convirtieron rápidamente en símbolo de la resistencia de las mujeres indígenas. La participación de las mujeres en la dirigencia guerrillera difiere de otras experiencias revolucionarias en América Latina. Además, el zapatismo se diferencia de otros movimientos guerrilleros en la inclusión de demandas de género dentro de su plataforma de lucha a través de la Ley Revolucionaria de Mujeres. Esta Ley fue el resultado de una consulta que varias mujeres zapatistas realizaron entre sus militantes y sus bases de apoyo y es conocida según un comunicado del Sub-Comandante Marcos, como “el primer levantamiento zapatista”:
Susana, tzotzil, está enojada. Hace rato la burlaban porque, dicen los demás del CCRI, ella tuvo la culpa del primer alzamiento del EZLN, en marzo de 1993. “Estoy brava”, me dice. Yo, mientras averiguo de qué se trata, me protejo tras una roca. “Los compañeros dicen que por mi culpa se alzaron los zapatistas el año pasado”. Yo me empiezo a acercar cauteloso. Después de un rato descubro de qué se trata: en marzo de 1993 los compañeros discutían lo que después serían las “Leyes Revolucionarias”. A Susana le tocó recorrer decenas de comunidades para hablar con los grupos de mujeres y sacar así, de su pensamiento, la “Ley de Mujeres”. (Fragmento de la Carta de Marcos sobre la vida cotidiana en el EZLN del 26 de enero de 1994.)
Por otro lado están las bases civiles que apoyan al EZLN pero no forman parte de su estructura militar: son los pueblos indígenas tzeltales, tzotziles, tojolabales, choles y zoques principalmente asentados en los Altos y la selva Lacandona de Chiapas.
El último actor central del Movimiento es la sociedad civil nacional e internacional, entre las que encontró grandes apoyos provenientes de organizaciones políticas de izquierda, organizaciones no gubernamentales de derechos humanos, comunidades universitarias, intelectuales, organismos internacionales como la ONU, la OEA y la UE, y agencias de cooperación.
La incursión del zapatismo en el escenario político
¿Qué oportunidades tenía el Movimiento Zapatista de incidir en el terreno político? En primer lugar podría decirse que la globalización estaba abriendo las posibilidades de participación de nuevos actores, por lo que las oportunidades políticas de incursión en el plano nacional e internacional empezaban a ser favorables. Más aún con los apoyos y aliados influyentes de la causa indígena procedentes de la sociedad civil.
Por otro lado, la búsqueda de reconocimiento internacional y la progresiva implantación de ideas sobre democracia y derechos humanos supusieron una disminución en la capacidad represiva del Estado. Sin embargo, las oportunidades políticas a nivel local eran totalmente contrarias: el ascenso al poder de un gobernador militar en Chiapas llevó a una etapa de represión y endurecimiento del código civil del Estado.
Por último, la aparición de organismos supranacionales encargados de supervisar los pactos favoreció la aparición de una clase tecnócrata en el gobierno que provocó cambios en las relaciones de poder: al tiempo que se forjaban nuevas alianzas políticas en el gobierno, se creaba inestabilidad entre los caciques locales que se beneficiaban del estatus anterior.
La etapa posterior a la sublevación
El 1 de enero de 1994 fue la única vez que el EZLN tomó las armas, hasta el día 12 en que se decretó una tregua a los combates. Desde entonces, la estrategia zapatista se ha ido concretando en varios ejes que acabarán siendo simultáneos. En primer lugar está la construcción autónoma de recursos, medios y procesos para la subsistencia de sus comunidades indígenas. En la práctica se traduce en la apropiación del territorio que ahora conforma los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas, gobernados a través de espacios para el encuentro y diálogo como los “Aguascalientes”, las Juntas de Buen Gobierno o los caracoles -unidades civiles de autogobierno-. Otro medio importante será el uso de nuevas tecnologías como Internet, que les ha permitido difundir sus mensajes y crear una red mundial de solidaridad que ha logrado poner al movimiento en los primeros planos de la política mundial.
Por otro lado la estrategia zapatista se ha centrado en la búsqueda y apertura al diálogo con el gobierno y la clase política mexicanos. El reconocimiento como interlocutor es el primer paso para ser escuchado, y éste el paso para que se satisfagan las demandas. Por último, también se ha preocupado de los acercamientos y la búsqueda de apoyos en la sociedad civil nacional e internacional, con el objetivo de articular otras luchas contra la corrupción del gobierno mexicano y la implantación del neoliberalismo a nivel global.
Si hablamos de acciones colectivas, el Movimiento zapatista ha llevado a cabo numerosas marchas, consultas y encuentros entre bases civiles y EZLN. También existen innumerables producciones escritas tales como manifestaciones, demandas, declaraciones y reflexiones en forma de ensayos, cuentos o proclamas políticas; y producciones plásticas y artísticas como vídeos, exposiciones fotográficas, pinturas, murales, vestimentas o conciertos de música.
Pero, sin duda, las Declaraciones de la Selva de Lacandona son la mejor lectura de la historia zapatista. La primera fue la declaración de guerra, leída desde el balcón del palacio municipal de San Cristóbal que un grupo de unos 2000 indígenas armados y encapuchados habían asaltado aquel 1 de enero de 1994. Con la segunda se convoca a la sociedad civil; con la tercera se crea un Movimiento de Liberación Nacional; y con la cuarta el Frente Zapatista de Liberación Nacional. La quinta consistió en la creación de Consulta Nacional, la gran mesa de diálogo con todos menos con el gobierno; y con “La Sexta”, la última, se inicia “La Otra Campaña“, la campaña zapatista paralela a las campañas electorales mexicanas de 2006.
La particularidad de la narrativa zapatista
Los mensajes y expresiones hallados en los escritos, cartas, entrevistas y declaraciones del EZLN muestran cómo su innovadora producción ideológica les llevó a ocupar un espacio mediático sin precedentes en la historia de las guerrillas. El motivo principal: la innovación en el manejo de la simbología política.
Su sistema cultural –que incluye los rasgos culturales y étnicos como la lengua, las creencias, los ritos, costumbres y tradiciones; así como el sistema y capital económico, la producción material y la estructura social– conforma un marco de interpretación desde el que comprender la realidad de un modo alternativo al hegemónico. Se trata de un sistema tradicionalista, derivado de la memoria histórica ligada a las rebeliones indígenas y de los escritos mayas precolombinos. Su cosmovisión se caracteriza por una espiritualidad alejada del individualismo occidental, muy ligada a la naturaleza y a la vida comunitaria.
Según la narrativa zapatista, hubo un tiempo pasado donde se vivía de forma comunitaria e igualitaria, en solidaridad humana y en comunión con la naturaleza. La llegada de los conquistadores los abocaría a una situación de pobreza y riesgo de extinción, a la arbitrariedad de acciones gubernamentales y a la consideración como ciudadanos de tercera clase que han de ser eliminados silenciosamente en aras de la modernización del país.
El estilo narrativo de sus textos opta por el género cómico y poético, que intenta convencer conmocionando, y que no pretende presentar un programa ideológico sino que solamente es una estrategia para preguntar, dialogar y construir la “verdad” a través de la exaltación de la duda entre el pueblo o la sociedad civil. Uno de los elementos más interesantes del discurso zapatista reside en el uso de la paradoja y otros recursos literarios como el “detrás de nosotros, estamos ustedes”, o “para que nos vieran, nos tapamos el rostro, para que nos nombraran, nos negamos el nombre; apostamos al presente para tener futuro; y para vivir… morimos”.
Extraído de: Los “mensajes” de la narración política del Movimiento Zapatista
De la identidad étnica a la identidad política
Durante los años 70 y 80 tiene lugar la “liberación cognitiva”, momento en que la etnicidad se problematiza y politiza, articulándose la identidad étnica con la identidad política a través de un discurso que otorga significados a su existencia. Es entonces cuando empiezan a autodefinirse como los “primeros hombres”, los hombres “pequeños”, los “sin rostro”, “los que vienen de la noche y de la montaña”, los “más pobres entre los pobres de toda la pobrecía”, los del “color de la tierra”, los “dignos y rebeldes” “los mayas, hijos de los días, hechos de tiempo”, los “jamás escuchados”; proyectando así una imagen de férrea dignidad moral a la vez que de empobrecidas víctimas.
Cuando la identidad colectiva se percibe en riesgo se desencadena un choque entre lo que “es” y lo que “debería ser” el mundo, lo que provoca sentimientos de indignación e injusticia contra esta histórica y sistemática discriminación y opresión hacia el pueblo indígena. El objetivo político, por tanto, es garantizar la integración social y política de los pueblos indígenas a través de dos elementos fundamentales: el reconocimiento y el respeto de su territorialidad y autonomía jurídico-política. Entre otras demandas, están el derecho al uso y disfrute de los recursos naturales y al territorio –el hábitat–; programas de desarrollo; políticas culturales propias; educación indígena de calidad, defensa de sus lenguas, gestión de sus medios de comunicación, y protección de sus formas de democracia donde prima la importancia de lo colectivo frente a lo individual, la búsqueda del consenso, la autonomía municipal y el “mandar obedeciendo”:
La solidaridad cósmica con los pueblos oprimidos del mundo
Llegado un momento, el EZLN considera que los movimientos indígenas no pueden reducir su lucha a cuestiones localistas, pues forman parte de la actual estructura económica y sociopolítica global. De ahí que empiecen a definir al actor público como toda la humanidad excluida, marginada e invisibilizada por el proceso de globalización neoliberal. Su singular argumentación política persigue crear o recrear la autoestima de los grupos de estatus minoritarios mediante la afirmación de su identidad colectiva: un “nosotros” amplio, conformado por las minorías que abarcan “todos los colores de la tierra”; y una nueva utopía, “un mundo donde quepan muchos mundos”, construido sin exclusiones y con participación activa y plural.
Desde los primeros “encuentros selváticos” comienza a fraguarse un movimiento amplio y disperso de dimensiones mundiales que encontrará el posterior relevo en las sucesivas manifestaciones mundiales “antiglobalización” y en los Foros Sociales Mundiales.
INTERESANTE: Artículo “¿Qué quedó de la antiglobalización?”
A día de hoy, sabemos el Movimiento Zapatista no tiene ninguna intención de convertirse en una organización política vertical. No sólo quiere cambiar el gobierno; quiere cambiar el mundo, y lo hace a través de una organización descentralizada y heterogénea. El recorrido y objetivos son ahora de largo plazo, entrando en una etapa de revisión del “ritmo” y “las compañías” o aliados oportunistas del Movimiento.
Para ampliar: Desaparece la otra campaña; anuncia el EZLN cambios
Lo que está claro es que el movimiento zapatista es un fenómeno bastante complejo en el que convergen numerosos actores y procesos que resultan en la construcción de una identidad política, una nueva forma de ciudadanía de alcance global. La importancia de la incursión del movimiento zapatista en el escenario político reside en que pone de manifiesto el agotamiento del modelo democrático actual al servicio del régimen capitalista de acumulación y negación de la diferencia, en el sentido de no reconocimiento y no igualdad real. Por ello, la lucha zapatista sienta el precedente necesario que puede abrir las posibilidades de emancipación de otros grupos apartados y oprimidos del mundo.
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