Página 12
Una investigación
realizada en una población tanto rural como urbana, en el partido de
General Pueyrredón, determinó que el 90 por ciento de los participantes
en el estudio tenía glifosato o su metabolito en la orina. El informe
fue hecho por una organización ambientalista. Una investigación
llevada a cabo por la Asociación Civil BIOS determinó que el 90 por
ciento de las personas que participaron en un estudio realizado en el
partido bonaerense de General Pueyrredón tenía glifosato o su metabolito
en la orina. Del estudio formaron parte tanto habitantes de zonas
urbanas como rurales. Teniendo en cuenta que muchos alimentos
industrializados contienen algo de soja, el resultado es preocupante.
También se demostró que los agrotóxicos se evaporan y caen con las
lluvias. Y de entre todos, el glifosato fue el herbicida más detectado.
En marzo, la OMS calificó al glifosato como una sustancia “probablemente
cancerígena”. Pero además puede provocar diabetes, Mal de Parkinson y
hasta Alzheimer.
“Hicimos una prueba con muestras de orina de personas que viven en ámbitos urbanos y rurales, pensando que íbamos a encontrar diferentes resultados. No fue así: ambas poblaciones tenían glifosato o su metabolito, es decir, lo que se genera en el cuerpo cuando el glifosato se metaboliza”, detalló Silvana Buján, referente de BIOS, una ONG que trabaja en colaboración con el Instituto de Análisis Fares Taie, que se ocupó de comprar los reactivos para este estudio.
“Del universo analizado, el 70 por ciento tenía glifosato y el 70 AMPA, el metabolito del glifosato; muchos tenían ambas sustancias, y sólo una persona no tenía ninguna. Fue una revelación para nosotros. Investigamos y lo que encontramos es que la mayoría de los alimentos industrializados contienen algo con soja, ya sea lecitina, harina o proteína. Por otra parte, el agua y los suelos, aunque no sean rociados con glifosato, lo reciben por la lluvia”, describió Buján.
El relevamiento en orina humana, que denominaron Fuera del Tarro, es el tercero que BIOS realiza: primero hicieron un análisis del agua y suelo (Operativo Espinaca) y después, en 2013, una campaña que llamaron Mala Sangre, en la que buscaron la presencia de agrotóxicos en sangre. “Lo que demostramos con esa investigación fue que los agrotóxicos no ‘desaparecen’ luego de aplicados. Algunos se degradan en metabolitos que persisten en el cuerpo humano; por ejemplo, el DDT no se usa hace años, y sin embargo tenemos DDD (su metabolito) en nuestra sangre”, describió y agregó que “en aquella campaña también encontramos endosulfan, un agrotóxico prohibido; esto quiere decir que persiste un mercado negro que lo sigue vendiendo”.
La referente de BIOS aseguró que “el problema es que nuestro cuerpo recibe cientos de sustancias en distintos niveles, y moléculas que solas eran relativamente inocuas, pero combinadas pueden resultar tóxicas. Por ejemplo, en Sierra de los Padres no hay grandes sembradíos y sin embargo se hallaron restos de órganos clorados que simulan ser una hormona, pero que en verdad desestabilizan el organismo. Y no hay herbicidas ‘menos dañinos’: todo lo que termina con el sufijo ‘cida’, mata. Lamentablemente, los propietarios de tierras, hasta en períodos de barbecho (cuando se deja de sembrar en uno o varios ciclos vegetativos) arrojan glifosato”.
Buján citó un estudio realizado por el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA) de la Universidad de La Plata, con la firma de Lucas Alonso, Alicia Ronco y Damián Marino, en el que se demostró que los agrotóxicos también se evaporan y luego caen con las lluvias. “Es como decir que llueven agrotóxicos. El glifosato es un ‘apasionado evaporador’ y se lo encontró en todas las muestras de agua de lluvia, que por derivas atmosféricas puede cruzar largas distancias.”
“Otro antecedente a nuestra investigación fue la que realizó la organización española Amigos de la Tierra en junio de 2013; allí, el análisis de la orina en laboratorio, arrojó que el 45 por ciento de la población analizada tenía glifosato”, describió. Lo particular también de este estudio fue que todos los que participaron de la muestra vivían en ciudades y ninguno tuvo contacto directo con el agrotóxico.
Buján subraya que “es increíble que el mundo siga sosteniendo este modelo de producción tanto de alimentos como de comida. Se dice que sin los agrotóxicos no se podría sostener la producción de alimentos, y es falso: la mayor parte de lo que se produce de soja, por ejemplo, no es destinado al consumo humano. Es viable cambiar el modelo de producción sin agrotóxicos. Hay agrónomos que asesoran a chacras que cultivan trigo y pasto orgánicos, con lo cual también se obtiene carne orgánica. No es increíble querer cambiar este modelo, lo increíble es aceptarlo como está”, concluyó.
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-277335-2015-07-18.html
“Hicimos una prueba con muestras de orina de personas que viven en ámbitos urbanos y rurales, pensando que íbamos a encontrar diferentes resultados. No fue así: ambas poblaciones tenían glifosato o su metabolito, es decir, lo que se genera en el cuerpo cuando el glifosato se metaboliza”, detalló Silvana Buján, referente de BIOS, una ONG que trabaja en colaboración con el Instituto de Análisis Fares Taie, que se ocupó de comprar los reactivos para este estudio.
“Del universo analizado, el 70 por ciento tenía glifosato y el 70 AMPA, el metabolito del glifosato; muchos tenían ambas sustancias, y sólo una persona no tenía ninguna. Fue una revelación para nosotros. Investigamos y lo que encontramos es que la mayoría de los alimentos industrializados contienen algo con soja, ya sea lecitina, harina o proteína. Por otra parte, el agua y los suelos, aunque no sean rociados con glifosato, lo reciben por la lluvia”, describió Buján.
El relevamiento en orina humana, que denominaron Fuera del Tarro, es el tercero que BIOS realiza: primero hicieron un análisis del agua y suelo (Operativo Espinaca) y después, en 2013, una campaña que llamaron Mala Sangre, en la que buscaron la presencia de agrotóxicos en sangre. “Lo que demostramos con esa investigación fue que los agrotóxicos no ‘desaparecen’ luego de aplicados. Algunos se degradan en metabolitos que persisten en el cuerpo humano; por ejemplo, el DDT no se usa hace años, y sin embargo tenemos DDD (su metabolito) en nuestra sangre”, describió y agregó que “en aquella campaña también encontramos endosulfan, un agrotóxico prohibido; esto quiere decir que persiste un mercado negro que lo sigue vendiendo”.
La referente de BIOS aseguró que “el problema es que nuestro cuerpo recibe cientos de sustancias en distintos niveles, y moléculas que solas eran relativamente inocuas, pero combinadas pueden resultar tóxicas. Por ejemplo, en Sierra de los Padres no hay grandes sembradíos y sin embargo se hallaron restos de órganos clorados que simulan ser una hormona, pero que en verdad desestabilizan el organismo. Y no hay herbicidas ‘menos dañinos’: todo lo que termina con el sufijo ‘cida’, mata. Lamentablemente, los propietarios de tierras, hasta en períodos de barbecho (cuando se deja de sembrar en uno o varios ciclos vegetativos) arrojan glifosato”.
Buján citó un estudio realizado por el Centro de Investigaciones del Medio Ambiente (CIMA) de la Universidad de La Plata, con la firma de Lucas Alonso, Alicia Ronco y Damián Marino, en el que se demostró que los agrotóxicos también se evaporan y luego caen con las lluvias. “Es como decir que llueven agrotóxicos. El glifosato es un ‘apasionado evaporador’ y se lo encontró en todas las muestras de agua de lluvia, que por derivas atmosféricas puede cruzar largas distancias.”
“Otro antecedente a nuestra investigación fue la que realizó la organización española Amigos de la Tierra en junio de 2013; allí, el análisis de la orina en laboratorio, arrojó que el 45 por ciento de la población analizada tenía glifosato”, describió. Lo particular también de este estudio fue que todos los que participaron de la muestra vivían en ciudades y ninguno tuvo contacto directo con el agrotóxico.
Buján subraya que “es increíble que el mundo siga sosteniendo este modelo de producción tanto de alimentos como de comida. Se dice que sin los agrotóxicos no se podría sostener la producción de alimentos, y es falso: la mayor parte de lo que se produce de soja, por ejemplo, no es destinado al consumo humano. Es viable cambiar el modelo de producción sin agrotóxicos. Hay agrónomos que asesoran a chacras que cultivan trigo y pasto orgánicos, con lo cual también se obtiene carne orgánica. No es increíble querer cambiar este modelo, lo increíble es aceptarlo como está”, concluyó.
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-277335-2015-07-18.html
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