Ekaitz Cancela
La Marea
Durante el discurso del Estado de la Unión de 2013, Barack Obama anunció al mundo que se iniciarían las negociaciones previas entre Estados Unidos y la Unión Europea para construir una Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP). Seis meses después, Mariano Rajoy hizo lo mismo durante el debate del Estado de la Nación. “España liderará el apoyo para la consecución de un acuerdo comercial sin precedentes”. Es día 18 y el movimiento internacional contra el Tratado de Libre Comercio (“No al TTIP”) ha convocado protestas mundiales para mostrar su rechazo al acuerdo que ya va por su octava ronda de negociaciones.
En España, decenas de movimientos sociales, organizaciones, colectivos, plataformas y asambleas ciudadanas han recogido el guante de las movilizaciones mundiales con el objetivo de correr el telón mediático que envuelve todo lo referente al Tratado. Llevar el debate a niveles similares a los de otros países de la UE es uno de los grandes retos a los que se enfrentan los actores que hacen campaña contra el TTIP. Y es que el silencio también llega al ámbito político: el Gobierno del PP anunció en boca de Rajoy una comparecencia en las Cortes sobre el tema y poco más. Mientras el partido de la oposición, el PSOE, sigue sin tener una postura definida sobre el acuerdo y es un tema que genera divisiones con sus compañeros socialdemócratas en Europa. La posición del resto de partidos es similar, a excepción de IU, Equo y Podemos, cuya contracampaña se ha intensificado en los últimos meses.
Pia Eberhardt es una de las investigadoras que más de cerca ha seguido la gestación de este “insulto a la democracia” desde su natal Alemania, el país europeo donde el Tratado está más presente entre la opinión pública y la publicada. Ha sacado a la luz toda clase de informes para el Corporate Europe Observatory, organismo que vigila la transparencia del proceso democrático en Europa y ha destapado algunos de los casos más polémicos. Responde a La Marea por teléfono desde su despacho de Cologne, días después de publicar un informe en el que detalla cómo un nuevo grupo de abogados ha surgido para tratar de influir en los funcionarios europeos y lucrarse subvirtiendo el interés púbico.
Remontémonos a 2013. ¿Cuál fue la primera reacción europea ante el TTIP?
La respuesta, lejos de ser inmediata, fue muy débil. Entonces nadie sabia qué era el Tratado y qué consecuencias tendría para el interés público. Por suerte, las cosas han cambiado en algunos países europeos, aunque aún estamos lejos del debate necesario para tumbarlo. Un caso excepcional fue Alemania, donde las primeras respuestas llegaron incluso antes de que las negociaciones sobre el TTIP comenzaran, y fueron muy críticas.
¿En Alemania? Buena parte del lobby empresarial proviene de allí
Sí, pero las multinacionales no supieron reaccionar ante el movimiento que se generó. No se esperaban que uno de estos tratados, que siempre se han negociado bajo el radar mediático, saltase a la esfera pública. Gracias a las movilizaciones de grupos sectoriales, sindicatos y organizaciones de todo tipo se generó un debate crítico en los medios de comunicación, particularmente en la televisión publica. A diferencia de otros países, donde el silencio mediático es grande, en Alemania los medios pueden informar con libertad. Todo ello no sólo supone que la preocupación del ciudadano aumente, sino que se generen noticias, que el tema llegue a las encuestas de carácter público y que aflore un debate a nivel nacional sobre los peligros del Tratado.
¿Es tarde para generar un movimiento similar al del resto de Europa?
Cualquier momento es bueno para colocar el foco sobre el TTIP, porque afecta a muchos sectores de la vida cotidiana. Cada país debe detectar qué sectores pierden más con este Tratado, en cuáles se generará una perdida mayor de puestos de empleo e impulsar un debate en torno a ello. Una vez que se logre ese murmullo en la opinión pública, hay que traducirlo en presión social y acciones coordinadas, como la que se ha propuesto para el día 18.
¿Cómo está siendo este proceso en otros países de la Unión Europea?
Hace unos años sólo había un debate fuerte en Austria y Alemania. Ahora en Reino se está intensificando por las tremendas consecuencias que tiene contra los servicios públicos, y en especial, en el ámbito sanitario (el debate incluso ha llegado al Parlamento). En Bélgica los movimientos contrarios al Tratado se han generado por las preocupaciones medioambientales del país, y en Francia, la propiedad intelectual es el eje sobre el que se asienta la polémica. Incluso en Holanda, donde hace tan sólo un mes el TTIIP pasaba casi desapercibido, ha empezado a generarse un enorme interés. La intensidad puede cambiar rápido y expandirse por cualquier país; la clave es continuar informando a la gente y fomentar un debate local que desemboque en uno político a nivel nacional, que obligue a los Gobierno a tomar una postura clara y definida.
¿Qué importancia tiene el día de la Acción Global en este aspecto?
A medida que la campaña aumente, el debate también crecerá y los parlamentos nacionales se involucrarán. Muchas ciudades y gobiernos locales se están empezando a oponer al TTIP y, aunque de momento no estemos viendo un cambio en la mesa de negociaciones, según crezca la presión desde todos los países europeos, va a ser más difícil que la Comisión mire para otro lado y se niegue a adoptar un compromisos político que ponga los intereses públicos en el centro del tablero.
Pero según la Comisaria de Comercio europea, Cecilia Malmström, el ciudadano tiene mucho que ganar. “Negociamos este tratado porque necesitamos en Europa más trabajo, más empleo, más inversiones y más crecimiento”, dijo durante su visitas a España el pasado mes.
En Europa hace tiempo que abandonaron ese argumento porque saben que es insostenible. Multitud de estudios han demostrado que los efectos del TTIP se traducirían en una destrucción de empleos muy importante, así como en una pérdida anual de ingresos por trabajador, acompañado de un descenso del PIB en todos los países. En el ámbito laboral, la situación es exactamente la misma, particularmente en salarios, seguridad y salud laboral. EEUU no tiene ratificadas seis de las ocho normas fundamentales de la Organización Internacional de Trabajo y es evidente que un acuerdo de este calado no les va a obligar a incorporar los derechos laborales reconocidos desde hace décadas en Europa, sino al contrario, hará que los países de la UE rebaje sus estándares.
Pero de acuerdo a la Comisión Europea hay aspectos positivos en este Tratado porque las regulaciones de uno y otro país son muy parecidas. Por ejemplo, en el sector de la automoción, ahora los coches tienen que pasar dos pruebas distintas, una en Estados Unidos y otra en Europa para ser homologados.
Esto es un paquete completo, y no hay nada positivo para los ciudadanos europeos que justifique este acuerdo. No es bueno para ellos abrir las barreras a la contaminación o desarmar a los gobiernos para combatir el cambio climático. Tampoco darle más poder a los bancos para que entren en nuevos mercados es aconsejable. Y más, cuando las consecuencias de la fallida austeridad están tan recientes. El TTIP sigue la senda del modelo económico en el que las grandes empresas se hacen más ricas y la brecha de la desigualdad sigue creciendo.
“Nuestro socio natural es Estados Unidos y hemos de pactar con el si queremos seguir manteniendo una postura hegemónica mundial”, repite también la postura oficial. ¿Ha calado el mensaje emocional?
Depende del grado de información que tenga el ciudadano. Aunque ese argumento tenga poco que ver con el TTIP, la estrategia de movilizar el miedo es muy efectiva. Siempre la compran los conservadores que no se han enterado bien sobre qué estamos hablando cuando firmamos un Tratado que aplica en Europa las condiciones comerciales de América. Menos mal que una buena parte de la opinión pública europea entiende que no tenemos que luchar contra China. Al contrario, comprende que necesitamos un modelo económico que ponga a las personas en primer lugar, un modelo justo con el clima, con los derechos de los trabajadores y que proteja a los consumidores. El TTIP no sólo rompe con todos estos valores, sino que dota además a las multinacionales de más armas para socavar los derechos laborales.
El pasado verano el Corporate Europe Observatory publicó un documento que mostraba que las reuniones secretas que la Comisión tuvo durante el proceso previo al TTIP, el 92% de fueron con lobbies industriales… ¿Qué más estrategias han usado?
Los lobbies empresariales han gastado una buena parte de sus ingresos en campañas de relaciones públicas y han realizado un trabajo activo de presión realizando estudios y financiando informes. Pero también de forma más directa con la organización de distintos foros y eventos para vender el Tratado de Libre Comercio a la gente, y sobre todos a los políticos. Las asociación industrial alemana, por ejemplo, así como la federación de empresarios más grandes de este país han sido feroces en las tareas de lobby, y han logrado que las fotos de sus CEO parezcan en los medios junto con el mensaje de: “Sin el TTIP, nuestro país está perdido”. Además, en Europa cuentan con firmas de abogados y gabinetes de comunicación especializados en influencia política, think tanks influyentes y un nutrido grupo de lobbistas a su servicio.
La sociedad civil ha ganado el debate en las redes sociales, según varios informes. Se moviliza en el espacio publico y se está haciendo con el debate a pie de calle. ¿Es posible tumbar este Tratado?
Claro, cuando tienes a mucho público encima tuyo, siguiendo las negociaciones, analizando las pocas informaciones que hay y exigiendo que haya más, se vuelve muy complicado apoyar las peticiones de la industria. Si bien es cierto que las economías transatlánticas han puesto demasiado potencial económico y político en este Tratado como para abandonarlo a la primera de cambio, también es un escenario posible que las negociaciones no vayan a llegar a buen puerto en los próximos cinco o diez años, o incluso nunca. Es muy difícil parar estos tratados, pero es algo que ya ha pasado y que puede ocurrir con el TTIP.
¿De ser rechazado qué implicaciones tendría para el futuro de Europa?
De conseguir tumbar el TTIP, habríamos ganado al poder industrial y sentaríamos un precedente histórico en la lucha por la democracia. Hablaríamos de que por fin la ciudadanía formara parte de la agenda en la Unión Europea, que es al fin y al cabo, donde se toman las decisiones que más les afectan.
Fuente: http://www.lamarea.com/2015/04/18/tumbar-el-ttip-es-vencer-al-poder-industrial-y-sentar-un-precedente-historico/
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