Si bien la masacre de seres humanos y el avance de los terroristas en Oriente Medio parecen hechos muy raros en el siglo 21, hay que reconocer que estos eventos conforman la realidad actual de la región.
Una zona que por su especial diversidad religiosa y étnica parece un mosaico cultural cuyas estructuras de poder y gobernación, siempre, han sido origen de discrepancias y enfrentamientos, y sus consecuencias, de una forma u otra, se reflejan en el surgimiento de grupos terroristas como Daesh, que dominan partes de Irak y Siria.
Aunque en los últimos años los países de la región se han enfrentado a grupos como Al-Qaeda y el Frente Al-Nusra, Daesh ha sido un fenómeno especial que requiere un estudio de las condiciones de su creación.
Las preguntas básicas serían: ¿Qué es Daesh? y ¿cómo se ha convertido en el tema primordial del Oriente Medio de hoy?
Si consideramos que el extremismo es una ideología, Daesh ha sido capaz de aprovecharse de ella para lanzar críticas a la situación dominante en la región, por lo que se esfuerza para establecer y extenderla sin escatimar ningún esfuerzo.
Al echar un vistazo a las zonas donde opera Daesh, nos percatamos que, en algunas, estos terroristas tuvieron una buena acogida entre sus habitantes. No obstante, lo que distingue a Daesh de otros extremistas es su método para conseguir sus objetivos. En comparación con los demás grupos radicales, estos recurren a tecnologías modernas para aumentar su influencia entre la opinión pública mundial y, de hecho, hace uso del modernismo contra el modernismo.
El Partido del Renacimiento Árabe Socialista, Baas, se fundó en 1947 como un partido político nacionalista árabe, laico y socialista. Funcionaba como una organización panárabe con ramas en diferentes países, pero con mayor fuerza en Siria e Irak. En 1963, asumió el poder en estos países. Sin embargo, en febrero de 1966, los partidos sirio e iraquí se enfrentaron y comenzaron a actuar de forma independiente. Ambos mantuvieron su mismo nombre y tenían estructuras paralelas en el mundo árabe.
Con el derrocamiento del dictador Saddam Husein, tras la invasión de EE.UU. a este país en 2003, todos los miembros y oficiales del partido fueron marginados de la escena sociopolítica del Irak. Así que no era ilógico pensar que, este partido, que ostentó el poder por varias décadas, buscaría alguna oportunidad para recuperarlo.
Ahora, este autoproclamado “califato islámico”, gracias al acompañamiento de grupos extremistas, los exmiembros del partido Baas, el apoyo logístico y militar de los países occidentales y el dinero generado por la venta de crudo ha podido reclutar a miles de personas de diferentes partes del mundo y expandirse hacia varios países de la región de Oriente Medio, como Irak, Siria, Libia, El Líbano, entre otros.
Hoy, la mayoría de los exmiembros de Daesh y los comandantes de la denominada coalición contra Daesh han reconocido los vínculos de estos extremistas con los baasistas, seguidores del exdictador iraquí Sadam Husein. Por ejemplo, las redes del contrabando de petróleo creadas en la década de los años 90 para esquivar las sanciones contra el país árabe, con la ayuda de los comandantes bassistas, son de gran beneficio para los terroristas por su venta de crudo.
Después de la invasión de EE.UU. a Irak en 2003, se aprobó una ley para eliminar a 400 mil baasistas de cargos estatales y militares, lo que se considera como uno de los primeros factores de la formación del núcleo de los extremistas en Irak. Quizás los propios impulsores del plan para la erradicación del Baas, EE.UU., ni siquiera pensaban que los comandantes eliminados se convertirían con los años en miembros importantes de un grupo terrorista como Daesh en Irak.
Uno de los altos asesores del gobierno iraquí, Hisham al Hasemi, no cree que los oficiales baasistas se convirtieran en terroristas solo con su incorporación a la red de Al Qaeda en Irak, sino que la mayoría de ellos y de ciudadanos corrientes iraquíes que cumplieron condena en la cárcel estadounidense de Buka, en el sur de Irak, junto a los extremistas salafíes, poco a poco se fueron familiarizando con la nueva ideología radical y con la llegada de Abu Bakr Al Baqdadi, quien recurrió al reclutamiento de excomandantes baasistas y ciudadanos insatisfechos con el gobierno central.
Una nueva ronda de eliminación de baasistas empezó en 2011, por el exprimer ministro iraquí, Nuri al Maliki, quien se esforzó por acabar con todos estos elementos que se mantenían aún en el ejército y en cargos estatales. Esta decisión y otros malos cálculos del Gobierno iraquí, es decir, la desatención a las minorías suníes, alentaron a Al-Baqdadi en su plan para levantarse contra el gobierno y empezar a materializar un sueño, establecer su propio “califato islámico”, con el reclutamiento de ciudadanos insatisfechos.
Todos estos factores, junto al apoyo que recibieron de gobiernos reaccionarios de la región y de Occidente y la capacidad de Inteligencia y operacional de los excomandantes baasistas, motivaron que Daesh pudiera avanzar rápidamente en Irak y Siria.
Con todo esto, no se puede aceptar que la ideología secularista del partido Baas de Sadam pueda respaldar el radicalismo de Daesh. Así que, ante esta situación, se nos presentan dos teorías; la primera reside en que los baasistas no están encantados con la presencia de los extremistas en Irak y piensan hacerse con el poder una vez que se haya debilitado el gobierno central. Otra versión se basa en que los extremistas están abusando de la situación de marginación en la que se encuentran los ex comandantes baasistas para materializar sus objetivos.
De esta forma, se baraja la posibilidad de que, tarde o temprano, ambas ideologías opuestas entren en conflicto, para presentarse como la fuerza que busca dominar el país. No obstante, de momento, Daesh necesita de la experiencia bélica y de la información de los baasistas, mientras que estos no pueden prescindir del militarismo y el dinero de los extremistas para conseguir sus objetivos; controlar el país.
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