Otras empresas que han participado en las conversaciones con los sindicatos locales e internacionales como –tomen nota por favor y acuñen bien las monedas de su memoria- Mango, Benetton, Wal-Mart, Disney, Nike y Gap, “no se han sumado a esta iniciativa” [3]. ¡Demasiado gasto para su cuenta de resultados! ¡El real es el real apuntó hace décadas Brecht!
Salvador López Arnal.-Rebelión
Para el querido y admirado José Iglesias, un trabajador con digna y limpia consciencia de clase
Para el tenaz e incansable profesor humanista Roger Borrell
Ocho meses después, señala Agustín Marco [1], de la mayor tragedia laboral en la industria textil de la historia, cuatro multinacionales (entre ellas, el siempre transparente, pro-trabajador y humanista El Corte Inglés [2]) han decidido realizar un fondo de 40 millones de dólares para “compensar” a las 1.135 víctimas mortales (y cerca de dos mil heridos) que fallecieron en el incendio del centro comercial Rana Plaza, en Bangladesh, tras el derrumbamiento de un centro de producción “donde había numerosos talleres textiles que fabrican para cerca de una treintena de compañías occidentales”.
La aportación, se informa, se ha calculado de acuerdo (habría que ver las condiciones –“pistola en la sien” de ese acuerdo) con los representantes de los trabajadores locales y de los sindicatos internacionales, organizaciones “que llevan meses intentando sin éxito alcanzar un marco global con las mayores multinacionales de la industria textil para aumentar el salario de los proveedores asiáticos y establecer unas condiciones laborales dignas”.
Javier Chércoles, un ejecutivo auditor que según parece abandonó o tuvo que abandonar Inditex por su énfasis en comprobar que “los trabajadores fabricaban sus prendas en un entorno laboral salobre”, ha tenido un papel esencial en el pacto. Chércoles -el paso no es apto para almas sensibles ni para nadie que crea que el humanismo es una corriente de pensamiento con existencia no estrictamente conceptual ni teatral- ha elaborado un modelo basado en la legislación internacional y en las leyes islámicas para calcular cuanto vale la vida de un obrero –“mano de obra barata” en jerga de las grandes corporaciones- de un país subdesarrollado (es decir, condenado al subdesarrollo, la explotación y la dependencia). El sistema, según parece, no sé más de este escenario, ha sido aprobado por Naciones Unidas.
Otras empresas que han participado en las conversaciones con los sindicatos locales e internacionales como –tomen nota por favor y acuñen bien las monedas de su memoria- Mango, Benetton, Wal-Mart, Disney, Nike y Gap, “no se han sumado a esta iniciativa” [3]. ¡Demasiado gasto para su cuenta de resultados! ¡El real es el real apuntó hace décadas Brecht!
En la respuesta a la tragedia del colapso del edificio Rana Plaza, apunta Agustín Marco, “se va trazando una diferencia cada vez más amplia entre las grandes empresas textiles europeas y las estadounidenses”. Con palabras de Liana Foxvog, directora del Foro Internacional de Derechos Laborales (ILRF, por sus siglas en inglés), una entidad civil con sede en Washington: "lamentablemente mientras algunas firmas europeas y canadienses están al frente de los esfuerzos para pactar las indemnizaciones, ninguna norteamericana ha acordado participar en el proceso”.
Tras el accidente, Children’s Place, es un ejemplo, prometió otorgar una indemnización a las víctimas. Con el transcurso de los meses se ha desentendido. Wal-Mart (miss Clinton tenía o tiene inversiones en la cadena), la gran minorista que compra a las fábricas textiles de Bangladesh cerca de 1.000 millones de dólares anuales en ropa, es más clara, sin tantos problemas “improductivos” de conciencia. Rechazó “al instante” participar en cualquier proceso de compensación: ya no tenía ninguna línea de producción en ese complejo, había abandonado meses antes. Sin embargo, “habían hecho órdenes significativas de pedidos en 2012, y teniendo en cuenta que se beneficiaron del lugar deberían haber cumplido su responsabilidad de identificar los problemas que había en el edificio e informar a los empleados de los riesgos que afrontaban trabajando allí, en vez de simplemente redirigir sus órdenes a otras fábricas y marcharse” [4].
A mediados de noviembre, recuérdese [5], alrededor de unas 200 fábricas a las afueras de Dacca hicieron un día de huelga para exigir un aumento salarial. Una comisión –formada por representantes gubernamentales, empresariales y sindicales- propuso elevar el sueldo de los 38 dólares actuales a 68. Los trabajadores textiles reclamaron, con toda racionalidad y prudencia, que se llegase hasta los 104. Los empresarios locales argumentan que ese incremento es imposible “si las multinacionales extranjeras no les pagan más como proveedores, algo a lo que estas no parecen estar nada dispuestas”. De eso nada, monadas. En junio de 2013, la Administración de EE UU, siempre tan movida por ideales de justicia, equidad y democracia, “suspendió algunos privilegios comerciales de los que gozaba Bangladesh como presión a las autoridades, lo que contrasta con la posición de tibieza de las empresas estadounidenses”. Es su línea de demarcación: ¡a mis corporaciones nadie las toca!
Muchos de los heridos del Rana Plaza no pueden ni siquiera volver a trabajar. Las graves secuelas -amputaciones- e intensos dolores se lo impiden. De hecho, la totalidad de los supervivientes no han podido volver. Algunas familias han tenido que sacar a sus hijos de los colegios; los han tenido que mandar a trabajar. No tienen otro modo de conseguir comer. Además, muchos trabajadores accidentados no pueden costearse las visitas de seguimiento. No se recuperarán de sus lesiones. No tienen ninguna posibilidad de encontrar otro empleo
En el incendio de Tazreen, vale la pena insistir para contrastar la grandeza del humanismo del capital (y el mal), los trabajadores y las trabajadoras textiles, tras alertar del olor a humo, fueron obligados a volver a sus puestos. Los patronos emprendedores “creyeron que era una falsa alarma”. Por si acaso, para evitar huidas, les cerraron con llave las puertas de esa planta. Medidas de prevención. La pega: el fuego era bien real. ¡Mecachis en la mar!
En Rana Plaza, tras ver grietas en la pared, los trabajadores pidieron no volver al día siguiente. ¡Qué exigentes! Sus “superiores” les amenazaron con retirarles un mes de sueldo si lo hacían. Al día siguiente el edificio, repleto de personas, se colapsó. Muerte, desolación, personas accidentadas. ¿A quién le importa realmente? ¡Es la marcha triunfal de la Historia! ¿Vamos a interrumpirnos por estas pequeñas tonterías?
Es, como es evidente, el capitalismo realmente existente, esta civilización de la codicia y antihumamismo que algunos llaman “economía libre de mercado”. Lo sabemos desde hace siglos y sabemos bien también por donde se ubica la verdadera línea de demarcación: donde el género humano es la internacional, no lo nacional.
En el corazón de las tinieblas, de nuestras tinieblas por supuesto.
Notas:
[1] http://www.elconfidencial.com/empresas/2013-12-26/compensacion-millonaria-de-el-corte-ingles-y-primark-a-las-victimas-de-bangladesh_70155/
[2] Las restantes multinacionales: la irlandesa Primark, la canadiense Loblaw y la británica Bon Marché.
[3] Eran 29 las multinacionales que tenían subcontratas en este centro textil de Bangladesh, el segundo país fabricante de ropa del mundo tras China, un país donde los salarios, más allá de las horribles condiciones de seguridad y de control, no llegan a los 40 dólares mensuales.
[4] W-M está muy salpicada por otros accidentes. Un ejemplo es el incendio de la fábrica de Tazreen, en noviembre de 2012, en el que fallecieron 112 trabajadores. En aquel momento, cinco de las catorce líneas de producción estaban confeccionando prendas para Wal-Mart. Su argumentación: la producción no estaba autorizada. Un caso más reciente: en octubre de 2013 se desató otro incendio en una fábrica de Bangladesh. Murieron ocho personas. También se tejía en ella para Wal-Mart y para Gap y H&M.
[5] http://internacional.elpais.com/internacional/2013/12/23/actualidad/1387815516_266532.html
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