La única conclusión a la que se puede llegar viendo el deseo de Washington de intervenir en todos los conflictos del mundo, independientemente de las posibles consecuencias, es que "la política exterior de EE.UU. está a cargo de los tontos", opina el escritor Doug Bandow.
"El consenso bipartidista" en EE.UU. es la constante intervención, y los desacuerdos están relacionados únicamente con los detalles, escribe Bandow, el académico titular del Instituto Cato (EE.UU.) y exasesor del presidente estadounidense Ronald Reagan, en un artículo publicado por 'Forbes'.
En opinión del experto, las lecciones del pasado siempre han sido irrelevantes para Washington, aunque la historia demuestra que "todo lo que toca se convierte en caos". "Siempre y cuando Washington se meta, la situación empeora", señala el autor del artículo.
Así, en Afganistán EE.UU. logró acabar con los talibanes, pero pasó 13 años "intentando cambiar esa nación tribal", y todo en vano.
La invasión de Irak "para destruir las armas inexistentes de destrucción masiva les costó la vida a 4.500 estadounidenses y 200.000 iraquíes, destrozando la sociedad iraquí y desatando a las furias radicales que actualmente integran el Estado Islámico".
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El bombardeo de Libia prolongó la guerra civil, llevó a la expansión de armas por toda la región, desató una prolongada lucha por el poder y "ofreció otro hogar para asesinos del EI".
Finalmente, "el único resultado determinado de la nueva guerra de Washington contra el Estado Islámico es el aumento del reclutamiento yihadista", opina Bandow.
"Casi cada nueva intervención es un intento de corregir los problemas creados por las acciones anteriores de EE.UU. Y cada nuevo paso militar probablemente, e incluso casi seguro, creará aún mayores problemas. Lo cual a su vez provocará propuestas de nuevas intervenciones que probablemente, e incluso casi seguro, generarán nuevos problemas, líos, crisis y catástrofes. Lo cual producirá otra ronda de sugerencias para las guerras, los ataques con drones, ocupaciones, bombardeos, las transferencias de ayuda, invasiones, la presión diplomática, y otras formas de intromisión", explica el analista.
Sin embargo –prosigue-, los profesionales de la política exterior casi nunca admiten que las cosas no han ido bien.
"Ningún político responsable sugeriría que al menos un problema en otro lugar del mundo no era responsabilidad de Estados Unidos. Ningún habitante de la capital que se precie admitiría que hubo algún problema que Washington fue incapaz de resolver. Ningún patriota que crea en el excepcionalismo estadounidense sugeriría que hubo algo que el Gobierno estadounidense no debía exigir o imponer al resto del mundo", lamenta Bandow y recalca: "La élite de Washington podría estar en desacuerdo sobre los detalles, pero cree con absoluta certeza que los estadounidenses deberían hacer todo esto: luchar en cada guerra, rehacer cada sociedad, meterse en todos los conflictos, pagar cada deuda, derrotar a todos los adversarios, resolver todos los problemas, e ignorar toda la crítica".
"Por desgracia, durante las últimas dos décadas, este enfoque ha demostrado ser un desastre abismal", afirma el escritor. A su juicio, existe una simple alternativa: "Washington debería dejar de hacer cosas estúpidas".
"Pero, como señalamos anteriormente, la política exterior estadounidense está a cargo de los tontos. Sólo el pueblo estadounidense puede cambiarlo. Deben empezar a elegir a líderes que se comprometan a no hacer cosas estúpidas. Sólo entonces Washington acabaría con este ciclo sin fin de la intervención, el desastre; la intervención, y el desastre", concluye el experto.
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