miércoles, 16 de enero de 2013

EL IMPERIALISMO Y LA EXPLOTACION DE URANIO EN NIGER. Las Razones de la nueva invasión de Francia a Mali


En el desierto del norte del Níger falta agua y sobra uranio, que el gigante nuclear francés quiere explotar para facilitar una nueva edad de oro atómica. Pero, para extraer ese mineral en pleno desierto, hace falta agua, mucha agua, implicada en la fabricación del ‘yellow cake’, el uranio mineral concentrado. Y es que esta nueva era de resurrección nuclear, donde Italia o Suecia ya han anunciado la construcción de nuevas centrales, necesita combustible. Y Francia, la mayor potencia nuclear del mundo, quiere ser quien controle ese insumo atómico y para ello el presidente galo, Nicolás Sarkozy, viaja a Níger para garantizar una mina de uranio en el desierto.

¿Cómo darle agua en pleno desierto, cuando Occidente nunca movió un dedo para proporcionársela a la población local? Ese problema industrial, estratégico y de opinión pública es el que intentó resolver en la capital nigerina el presidente francés, Nicolas Sarkozy en su más reciente visita.

El jefe de Estado galo visitó Niamey acompañado por la presidenta de la firma Areva, Anne Lauvergeon, para intentar dar, en reuniones con el presidente nigerino Mamadou Tandja, el impulso definitivo, al proyecto de la mina de uranio de Imouraren, en el norte de Níger.

Areva y el Gobierno de la República Democrática del Congo habían firmado, con ocasión de la visita del propio Sarkozy a Kinshasa, un acuerdo que otorga al grupo francés Areva el derecho a efectuar prospecciones en busca de uranio en todo el inmenso territorio del país, en guerra civil.

Y es que esta nueva era de resurrección nuclear, con países como Italia o Suecia que ya han anunciado la construcción de nuevas centrales, necesita combustible. Y Francia, la mayor potencia nuclear del mundo, quiere ser quien controle ese oro negro atómico. Las reservas conocidas de uranio aumentaron un 15% entre 2005 y 2007 gracias al incremento de la actividad minera. Australia tiene gran parte de las reservas de uranio fácilmente extraíble (23%). Níger tiene el 5%.

El yacimiento nigerino, de hecho, contiene una de las principales reservas conocidas del mundo. Por él, Areva está dispuesta a invertir 1.200 millones de euros. A partir de 2012, según planea la empresa, el lugar se convertirá en la segunda mina de uranio a cielo abierto del mundo, colocará a Níger como segundo exportador mundial, y garantizará a la firma francesa, actualmente en apuros, su consolidación definitiva como número uno del ciclo del combustible nuclear.

Según lo planeado por Areva, sí. Pero no forzosamente es la realidad futura, porque los Tuaregs del norte del Níger, confederados con los de todos los otros países de la región, no son gente que se deje hacer fácilmente. Enterados de la auténtica fiebre del uranio que recorre el planeta y de la subida de los precios mundiales, los Tuaregs empezaron a exigir no sólo su tajada, sino el respeto de sus tierras, reconocido por la declaración de la ONU sobre los pueblos autóctonos.

Los Tuaregs de Niger han atacado las minas de uranio explotadas por el consorcio francés Areva y los convoyes de mineral. El jefe histórico de esta revuelta, Guisa Ag Bula, ha afirmado que es la única manera de hacerse escuchar por Francia y Europa.

¿Qué pretenden los Tuaregs? Que el Gobierno de Níger invierta el 50% de los beneficios que obtiene por la venta del mineral de uranio en programas de desarrollo para este pueblo que habita la zona norte, la más mísera de un país ya de por sí calificado por la ONU como uno de los más pobres del planeta, con una esperanza de vida de 44 años y donde sólo un 14% de los adultos saben leer y escribir.

Mientras él régimen del presidente Mamadu Tandja acusa a los servicios secretos franceses de financiar y armar a los Tuaregs rebeldes con la intención de debilitarle, uno de estos grupos, el Movimiento de Nigerinos por la Justicia (MNJ) dirigido por Ag Ali Alambo, ha lanzado ataques esporádicos desde febrero de 2007 contra los yacimientos mineros de Areva. “No se puede explotar el uranio sin contar con nosotros”, afirman los líderes del movimiento que trata de detener la producción y paralizar los convoyes que transportan el mineral por carretera hasta el puerto beninés de Cotonu, en el Golfo de Guinea, para ser cargados en barcos”.

El mineral de uranio se encuentra en el norte de Níger, en toda la región fronteriza con Argelia. La ciudad minera Arlit, a 200 kilómetros de la frontera argelina, es el centro neurálgico de las explotaciones, un verdadero espejismo levantado en pleno desierto. Allí donde hace años solo pastaban los camellos, ahora se encuentra una urbe de 80.000 habitantes. Todos viven, directa o indirectamente de las minas de uranio.

En corazón de esta ciudad artificial, apartados de los miles de trabajadores, comerciantes, cargadores, artesanos, peones y prostitutas, llegados de todo Níger y de los países limítrofes en busca de El Dorado, viven 250 técnicos e ingenieros franceses. Su barrio, “el pequeño París”, está protegido con fuertes medidas de seguridad. En sus tiendas se encuentra todo tipo de artículos llegados en avión desde Francia. Dispone del mejor hospital de Níger, de restaurantes, y de piscinas cubiertas climatizadas.

Los habitantes de este árido territorio son tribus Tuaregs. Las explotaciones mineras han desestabilizado su ancestral modo de vida trashumante, de la que ha recibido pocos o ningún beneficio. Esta fue la causa de la primera rebelión de los años 90. Los acuerdos de paz que se sucedieron preveían que 350 Tuaregs fuesen reclutados para el trabajo en las minas. Promesa que no se cumplió debido a la caída de precios del uranio.

El gobierno de Níger endureció su actitud hacia Areva, y en cada negociación para renovar los contratos, aumentaba sus exigencias. En la última, el 3 de agosto de 2007, el régimen de Mamadu Tandja consiguió aumentar el precio del uranio extraído de sus minas, de 41,6 euros el kilo, a 61 euros, es decir un 50%, lo que le permitió añadir 40 millones de euros anuales a sus menguadas arcas.

Francia necesita el uranio de Níger, esencial para sus centrales nucleares y armamento atómico. En territorio galo existen 170 antiguas minas de uranio, que han dado a lo largo de su historia 72.800 toneladas de mineral. Mientras que de los yacimientos de Arlit, Areva ha sacado 80.000 toneladas. Las minas francesas fueron cerradas definitivamente en 2001.

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