La otra cara del modelo agrícola industrial. La invasión de Monsanto
En Argentina, las consecuencias del uso del herbicida glifosato incluyen malformaciones, cáncer, abortos espontáneos y muertes. Argentina
se ha convertido en el tercer mayor productor de soja a nivel mundial.
No obstante, ante las secuelas de las fumigaciones con glifosato, crece
la oposición al cultivo de plantas transgénicas. La familia Gatica
vivía en la localidad argentina de Ituzaingó, a 50 metros de un campo de
soja transgénica. Desde el aire, los aviones fumigaban regularmente las
plantas con el pesticida glifosato, y, con el paso del tiempo, los
vecinos del barrio se enfermaron. “Los niños están naciendo con
malformaciones, nacen con seis dedos, sin maxilar, sin el hueso de la
cabeza, con malformación de riñón, sin ano, y muchos padres tienen
cáncer”, cuenta Sofía Gatica, activista antitransgénicos. En 1999,
una hija de Sofía murió por insuficiencia renal tres días después de
haber nacido. Esta pérdida la motivó a indagar los extraños sucesos en
su localidad. Junto con otras mujeres, la activista fundó el grupo
“Madres de Ituzaingó” que presentó un estudio alarmante: las reservas
hídricas de la región estaban contaminadas, y en la sangre de un 80 por
ciento de los niños de la localidad se habían detectado rastros de
pesticidas. Asimismo, Andrés Carrasco, médico de la Universidad de
Buenos Aires, comprobó que el pesticida glifosato puede causar daños de
nacimiento en animales vertebrados: “Lo que realmente sucede en la
mayoría de los casos son los abortos espontáneos. Es decir, que la
inhalación o la introducción de estas sustancias en el organismo matan
al embrión.”
Los daños de nacimiento se cuadruplicaron La
agencia de noticias AP remite a casos similares en toda Argentina. Por
un lado, los insecticidas y pesticidas de la multinacional Monsanto
contaminan las fuentes de agua y el aire. Por otro, muchos campesinos
usan estas sustancias químicas sin las medidas de protección adecuadas. En
el Chaco, por ejemplo, los daños de nacimiento se cuadruplicaron en la
última década, con la introducción de la tecnología biológica. Monsanto,
por su parte, no reconoce ninguna conexión entre la fumigación y las
enfermedades en localidades vecinas. En la actualidad, Argentina es
el tercer mayor productor de soja a nivel mundial. Pese a una creciente
oposición contra pesticidas y plantas transgénicas, muchos campesinos
argentinos aún están convencidos de los beneficios de los productos
marca Monsanto. Desde hace tres décadas, César Soldano cultiva sus
campos en Córdoba y la provincia Santiago del Estero. Con la
introducción de soja transgénica su producción ha aumentado
considerablemente: “Los suelos estaban agotados, erosionados, no existía
productividad a través del cultivo, y cuando viene este cambio
tecnológico, las cosas se transformaron radicalmente. Esa persona que
fue capaz de alterar el núcleo de las plantas para beneficio del cultivo
de los alimentos es merecedora de un Premio Nobel.”
Crece apoyo a activistas antitransgénicos Sin
embargo, Sofía Gatica no cree que estos beneficios económicos puedan
compensar los daños en la salud a largo plazo. Las amenazas a las que se
enfrenta la activista antitransgénicos no la han podido intimidar, y
poco a poco va creciendo el apoyo a su causa. “Todos los pueblos están
pidiendo franjas de protección, que no se fumigue hasta donde está la
gente. Muchos lugares tienen una franja de 1.500 metros, otros de 2.500
metros. Logramos que, en Córdoba, haya un registro de tumores, porque no
había un registro de la gente con cáncer”, cuenta. En 2012, un
tribunal de Córdoba condenó por primera vez a un cultivador de soja
transgénica por envenenar a la población con pesticidas y contaminar el
medio ambiente. Este fallo es un ejemplo importante, pero aún aislado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario