La codicia de las élites estadounidenses y la guerra sin fin en Oriente Medio aumentan las posibilidades de China de adquirir la condición de potencia mundial número uno, opina un experto estadounidense.
China está ganando rápidamente peso económico y geopolítico, mientras que EE.UU. sigue desperdiciando su liderazgo mundial a causa de la codicia de las élites y la interminable guerra en Oriente Medio, escribe en una publicación en Project Syndicate el profesor de la Universidad de Columbia, Jeffrey Sachs.
Según el experto, es sorprendente cómo en un contexto de rápido desarrollo de China, EE.UU. parece estar haciendo todo lo posible para desperdiciar sus ventajas económicas, tecnológicas y geopolíticas. El sistema político de EE.UU. está en manos de la élite codiciosa, cuyos objetivos de poco alcance, como la conservación de las tasas de impuestos corporativas y personales que aumentan sus fortunas, no ayudarán al país a mantener el liderazgo económico en el mundo. Y negando la prestación de ayuda financiera a otros países, abren así la puerta a China como nuevo líder global de inversiones, señala Sachs.
Peor aún, subraya el especialista, mientras China sólo está probando su fuerza geopolítica, la única dirección de política exterior en la que EE.UU. se centra es en una guerra infinita e infructuosa en Oriente Medio. EE.UU. agota sus recursos y energía en Siria e Irak de la misma manera que lo hizo en Vietnam. Mientras tanto, China evita enredarse en desastres militares extranjeros, prefiriendo iniciativas económicas por el principio de ganar-ganar.
El auge económico de China puede contribuir a la prosperidad global si sus líderes se centran en inversiones en el desarrollo de infraestructura, energía ecológicamente limpia, la atención de salud y otras prioridades internacionales. Sin embargo, concluye Sachs, el mundo sería mejor si EE.UU. junto con China jugaran un papel más constructivo.
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