Una de las dimensiones de la revolución cubana que más
preocupa a sus enemigos es la identificación que logra y mantiene el proceso
cubano con los pueblos de todo el mundo, pese a la ya cincuentenaria campaña de
descrédito que pagan el imperialismo y las oligarquías.
El Che es hoy estandarte de lucha de millones de jóvenes
estudiantes, mujeres, obreros, campesinos, huelguistas, indignados y ocupantes
de espacios públicos en todas partes, sin que las mentiras fabricadas en Miami
y pagadas por Washington mellen su prestigio y la capacidad movilizadora de su
ejemplo y sus ideas enraizadas en la revolución cubana.
Che estuvo vinculado a una de las más significativas
acciones humanitarias de la revolución cubana cuando, ejerciendo la jefatura
del Castillo de la Cabaña, en La Habana, garantizó que el principal tribunal
creado para enjuiciar los crímenes de guerra de la tiranía derrotada realizara
un trabajo ejemplar por su organización, limpio desarrollo y respeto a los
veredictos de los jueces.
Cuando se acercaba la victoria, el líder de la revolución y
jefe del Ejercito Rebelde, Comandante Fidel Castro, llamó a la población a que
no se tomara la justicia por mano propia y prometió que todos los acusados de
crímenes serían juzgados con todas las garantías que dan las leyes y
sancionados conforme a la gravedad de sus delitos.
Con ello, la revolución cubana evitó que se repitiera lo
ocurrido a la caída del tirano Gerardo Machado en 1933, cuando centenares de
acusados vinculados a la cruenta dictadura fueron muertos y sus cuerpos
arrastrados por las calles por la ira popular sin oportunidad de defenderse
ante un tribunal, porque faltó una autoridad que garantizara al pueblo, como
ocurrió esta vez, que se haría justicia.
Se conoce que el tratamiento al vencido con humanidad
resultó una de las armas más poderosas que tuvo el Ejercito Rebelde en su
combate contra las fuerzas de la tiranía de Batista.
Mientras las fuerzas de la tiranía -apoyadas, entrenadas y
asesoradas por militares estadounidenses- mataban, torturaban y cometían toda
clase de abusos contra los detenidos sospechosos de ser revolucionarios, los
combatientes rebeldes respetaban los derechos humanos de los militares que
hacían prisioneros.
Esta conducta provocó en las fuerzas gubernamentales una
marcada disposición a rendirse a los combatientes revolucionarios cuando eran
conminados a ello, lo que contrastaba con la actitud de los rebeldes de
resistir siempre hasta la muerte.
El propio Che Guevara, que era médico, se vio muchas veces
en situación de atender heridos del enemigo hechos prisioneros antes que a los
propios. Como dirigente administrativo y como jefe militar destacó por su
exigencia en el cumplimiento de los deberes por sus subalternos, que lo
acataban más por la excepcional fuerza moral que le confería su ejemplar auto
exigencia que por la autoridad de que estaba ungido por su jefatura.
La dimensión humana en la personalidad política de Guevara y
su pensamiento crítico y polémico acerca de la construcción del socialismo
dejaron una huella trascendental que se aprecia hoy en cada momento y en cada
estrategia cubana.
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