En la isla de Utoya todavía hay velas encendidas y las
flores nunca desaparecen del lugar de la tragedia. Muchos turistas dejan
etiquetas adhesivas con los nombres de sus países en el monumento de piedra
elevado en el lugar: Rusia, Italia, Polonia, Países Bajos… Todo el mundo
compadece a los parientes de las víctimas que a día de hoy siguen sin entender
una cosa: ¿por qué?
Parece que Noruega, estremecida con el sangriento atentado,
no sabe qué hacer con el terrorista que reconoce lo que hizo, se pronuncia sano
psíquicamente y no ve ningún error en sus actos. “A veces es necesario cometer
una barbarie para frenar otra aún mayor”, dice Breivik que incluso amenaza
claramente al tribunal con nuevos atentados, que se producirán si no lo ponen
en libertad.
“Mis hermanos de los movimientos de resistencia noruegos y
europeos están siguiendo el caso mientras planean nuevos ataques. Pueden ser
responsables de que 40.000 personas mueran”, les dijo a los jueces.
Se le realizaron varias pruebas: solo dos de los 37 expertos
que han hablado con Breivik lo tachan de psicótico. No obstante, a pesar de que
los médicos establecieron que está en plenitud de sus facultades, el fiscal
exigió someter al procesado a un tratamiento forzoso. Si esto sucede, puede que
Breivik no salga del hospital. En caso contrario, lo máximo que le espera son
21 años de prisión, según la legislación noruega.
Su abogado, Geir Lippestad, se opuso a la petición de la
Fiscalía y solicitó de forma subsidiaria que si Breivik no es puesto en
libertad como él reclama, se le condene “a la pena más leve posible”.
“El caso de Breivik claramente demuestra lo absurdo del
sistema judicial en los estados democráticos. Un estado con otra mentalidad
nunca se permitiría una burla tan descarada ante la idea de un castigo justo”,
cree el politólogo ruso Grigori Trofimchuk.
Pero además del deseo de curar a Breivik de enfermedades que
según los médicos no tiene, el país nórdico modifica su legislación
especialmente para el asesino . El 1 de julio entró en vigor en Noruega una ley
llamada ‘Ley Breivik’, según la cual el ultraderechista podría ser totalmente
aislado de la sociedad.
El texto de la ley señala concretamente la construcción de
un edificio especial con un régimen de máxima seguridad y el control estricto
de los visitantes para los pacientes como Breivik. Para este fin ya han
empezado la reconstrucción de uno de los edificios de un hospital, aunque según
los médicos la nueva clínica de momento será solo para un paciente: Breivik.
“La debilidad del sistema judicial, no solo noruego sino
occidental en general, es que allí un delincuente tiene más derechos que sus
víctimas. El criminal puede asesinar y el Estado no tiene derecho de asesinar
al criminal, porque tiene la pena de muerte suspendida. Entonces, se puede
encarcelar al asesino, pero enseguida le empezarán a cuidar los defensores de
derechos de todo tipo, van a controlar que cumpla su condena en buenas
condiciones, que coma bien, tenga posibilidad de pasear y ver la tele. ¿Pero
por qué hay que crear para los asesinos unas condiciones propias de un
balneario? La cárcel debe ser cárcel, y un asesino no debe tener más derechos
que su víctima”, expresa la periodista y bloguera rusa Sandra Nóvikova.
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