El Rally Dakar, que comenzará el sábado en Lima, es una muestra más de que la práctica deportiva, más allá de que su fin sea competitivo o por puro placer, e independientemente de la disciplina practicada, tiene un impacto no menospreciable sobre el medioambiente.
Principio de base: entre el 80 y el 90% de las emisiones de gases con efecto invernadero (GEI) generados por un evento deportivo procede de los desplazamientos que ocasiona.
De ahí la conclusión lanzada por un consejero en desarrollo sostenible al ministerio de Deportes francés: "Una carrera de motos tiene menos impacto que 300 senderistas que utilizan su vehículo el domingo por la mañana".
Señalados con el dedo, los deportes considerados como "sucios" han reaccionado antes que otros. El Dakar, por ejemplo, calculó en 2007 los gases emitidos por la prueba, para demostrar que era menos nocivo para el medioambiente que una edición del torneo de tenis de Roland Garros (43.000 toneladas de GEI por 156.000).
Paradójicamente, ASO, empresa organizadora del Dakar, se resiste a calcular el impacto medioambiental de su otra gran prueba, el Tour de Francia de ciclismo, desastroso para el planeta pese a su imagen de "ecológico".
El deporte del motor, amenazado en su propia supervivencia por su imagen de contaminante y el uso de energías fósiles, dio un giro hacia la sostenibilidad a partir de finales de los años 2000.
Otro de los grandes sospechosos es el esquí, por el uso irracional de nieve artificial en algunas estaciones o la construcción anárquica de remontadores mecánicos.
Pero más allá de los cabezas de turco tradicionales, Francia apunta al deporte en general para corregir los efectos perversos sobre el medioambiente.
En este país, el 50% de las 260.000 instalaciones deportivas tiene más de un cuarto de siglo, lo que supone un deficiente aislamiento, exceso de consumo de agua o electricidad, deficiente accesibilidad en transporte público, etc.
Las mejoras medioambientales es uno de los grandes desafíos de la construcción de grandes instalaciones deportivas en los próximos años, como por ejemplo, los estadios de fútbol que albergarán la Eurocopa-2016 en Francia.
Las diferentes federaciones deportivas francesas tratan de implantar medidas para reducir este impacto, como por ejemplo, poniendo en marcha una web para compartir coche a sus licenciados al desplazarse a las pruebas o suministrando el material a los competidores en el propio lugar donde se celebre la competición (la federación de vela).
También se ha impuesto el uso de vasos biodegradables en las pruebas de maratón o estaciones de esquí y campos de golf más sostenibles.
Medidas, sin embargo, que quedan en anécdota, según Jean-Luc Bennahmias, responsable de Deportes del partido centrista Modem, cuando "al mismo tiempo la FIFA otorga el Mundial de Fútbol a Catar, que va a construir 12 estadios climatizados".
Serán 12 estadios que se llenarán de espectadores que llegarán en su práctica totalidad por avión y unas instalaciones que jamás volverán a utilizarse tras la competición... ¡Un contrasentido ecológico mayúsculo!.
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