Más de tres millones de argentinos consumen agua contaminada con un alto nivel de arsénico. El país necesita realizar millonarias inversiones en infraestructura para poder proveer agua potable en las provincias donde más afecta el problema.
Los niños de la comunidad qom El Salado, en el noroeste de la provincia de Chaco, tienen mechones rubios y rojizos que resaltan en sus cabelleras. Los médicos e ingenieros agrónomos que trabajan en aquella zona conocen bien el motivo de esas coloraciones. El motivo se llama arsénico, un elemento químico presente en una alta proporción en el agua de los aljibes y los pozos de los que se nutren los habitantes de aquella región. El arsénico no sólo es considerado uno de los principales responsables del pésimo estado de las dentaduras de los miembros de aquellas comunidades, sino que también se lo considera un inmunodepresor que juega un rol clave en el elevadísimo número de muertes de mujeres por cáncer de útero que hacen de aquella zona una de las más afligidas en el mundo por esa enfermedad.
Una medialuna mortal. El arsénico es un compañero invisible y letal que acompaña a buena parte de los habitantes de este país toda su vida. Se instala en los cuerpos de los argentinos ricos y los argentinos pobres, de los niños más chiquitos y de los ancianos, en los habitantes de las villas miseria y de los departamentos y countries más caros. Millones lo van acumulando en sus organismos a lo largo de los años, sin enterarse siquiera, porque es un residente asintomático, que no provoca fiebres, ni dolores, ni otras evidencias físicas más graves hasta que ya ha hecho daño. A veces, mucho daño.
Argentina posee y exhibe con orgullo sus rutas turísticas y gastronómicas, sus caminos del vino, de las artesanías, del adobe, de los lagos y las estancias jesuíticas. Pero también tiene otra ruta, ignorada y escondida, que es la ruta del arsénico, un veneno que más de 10 millones de argentinos ingieren todos los días, y que por lo menos tres millones de ellos lo hacen en alta proporción. La ruta argentina del arsénico, como se puede ver en el mapa, es principalmente una larga medialuna que se extiende desde la cordillera salteña hasta el norte de La Pampa, pasando por Chaco, Santa Fe y Córdoba. También afecta, con distintos niveles, a Jujuy, Formosa, Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero, Buenos Aires, San Juan, Mendoza, San Luis y Chubut (Infografía).
Otras regiones no aparecen en este mapa por falta de datos y no porque se tenga seguridad de la ausencia de arsénico en grado significativo. La ruta argentina del arsénico, además, es una de las más extensas del mundo. Su presencia se debe a la actividad volcánica que tuvo la cordillera de los Andes, aunque la diseminación del arsénico también es una consecuencia de las actividades de los seres humanos tales como la minería, las fumigaciones de cultivos o el uso de insecticidas.
Pese a la dimensión que tiene el problema y a las numerosas advertencias de los estudiosos que mes a mes monitorean distintos rincones del territorio nacional, las miles de muertes silenciosas provocadas por la ingesta de arsénico continúan sin ocupar un lugar expectante en la agenda política, económica y sanitaria de la Argentina. Es fácil dar un ejemplo.
Los medios periodísticos y las autoridades sanitarias de Argentina llevan meses encabezando sus noticieros y sus conferencias con la incidencia que está teniendo la gripe A: 23 muertos confirmados hasta el pasado viernes, según el Ministerio de Salud de la Nación. Esa cifra se torna insignificante si se la compara con los perjuicios sanitarios que provoca cada ?año la ingestión de agua con arsénico, un elemento que, está demostrado, tiene efectos cancerígenos.
Muestrario. Roberto Cáceres, un ingeniero químico y profesor universitario instalado en San Juan, que es considerado una de las máximas autoridades en el tema, dijo a este diario que Argentina ni siquiera tiene estadísticas confiables sobre cuántas víctimas mortales suma cada año debido al arsénico.
“Los muertos por cáncer provocado por ingestión de arsénico no se atribuyen al arsénico”, contó Cáceres.
“El problema es que en Argentina no es obligatorio dar la real causa de la muerte en el acta de defunción. Entonces, al no darse la causa real, resulta que todos nos morimos por paro cardiorrespiratorio así nos atropelle un tren. Obvio que todos morimos por un paro, pero, si no especificamos bien las causas, es muy difícil hacer estadísticas”.
Cáceres propone que se modifique la ley y se haga constar las causas específicas de las muertes. “El médico que ha tratado a una persona puede saberlo bien. Si no, el único indicador que tendrán los médicos van a ser los pacientes que los visitan en hospitales y consultorios, con lo que es muy difícil hacer estadísticas”. Los problemas que puede provocar la ingestión continuada de agua contaminada por arsénico son tan numerosos, como se puede ver en el gráfico, que se agrupan bajo 13 rubros.
Atañen inconvenientes hepáticos, renales, intestinales, dermatológicos, cardiovasculares, pulmonares y reproductivos, entre otros. El mayor riesgo es cuando el problema deriva en diferentes casos de cáncer, tal cual se lo ha estudiado y documentado en varios estudios médicos locales e internacionales, según destaca el propio Ministerio de Salud de la Nación en un manual de capacitación publicado hace dos años como parte de su Programa Nacional de Prevención y Control de las Intoxicaciones (Precotox).
En Argentina, el problema mejor tipificado en la región donde se encuentran los millones de consumidores diarios de agua contaminada es el llamado hidroarsenicismo crónico regional endémico (Hacre).
Es una enfermedad fácilmente identificable por el tipo de lesiones que provoca en la piel y por diversas alteraciones, cancerosas o no. Luego de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) señaló hace pocos años que el límite aconsejable de arsénico en agua para consumo humano no debe superar el 0,01 miligramo, millones de argentinos continúan bebiendo agua con índices superiores.
En 2007, la administración nacional cambió el Código Alimentario para bajar el tope de arsénico, que estaba en 0,05, a la cifra pretendida por la OMS. Estableció que a partir de 2012 todas las provincias argentinas debían bajar su tolerancia a las aguas con arsénico al 0,01. Al día de hoy, cumplido el plazo, ninguna provincia alcanzó la meta. Existen varias explicaciones de por qué ocurre esto. Las autoridades de varios distritos, Córdoba entre ellos, han señalado que no existen pruebas epidemiológicas concluyentes para decir que una concentración de arsénico de 0,05 sea grave para la salud de las personas que consumen esa agua durante varias décadas de sus vidas.
Un silencio perjudicial. Más allá de las discusiones sanitarias, existe un motivo poderoso que explica por qué el problema no está en los primeros planos: los costos. Disminuir la presencia de arsénico en el agua que toman millones de argentinos todos los días requiere una inversión millonaria y constante en infraestructura.
Y no es un tema que resulte tan atractivo para los políticos como los torneos de fútbol, las obras públicas monumentales o los carnavales. Además, mucha de esa inversión debería quedar a cargo de pequeñas cooperativas de agua que no podrían afrontarla sin un programa de apoyo específico.
En provincias como Córdoba, el problema de las aguas con arsénico está concentrado en sus zonas económicamente más poderosas: el este y el sur, donde existen numerosas ciudades y poblaciones que beben líquido proveniente de perforaciones subterráneas. En el caso de la ciudad de Córdoba, que consume agua de fuentes superficiales (ríos y lagos), el problema tiene menor entidad, aunque la empresa proveedora Aguas Cordobesas informó que su contrato con la Provincia continúa haciendo referencia al valor de 0,05 de arsénico, que es superior al recomendado por OMS y por la Nación.
Por ahora, los diferentes gobiernos provinciales sólo actúan en lugares donde los análisis demuestran que las poblaciones están consumiendo agua con niveles de arsénico altísimo, que multiplican a veces por cien el límite de la OMS.
La semana pasada, una diputada provincial salteña, Irene Soler, pidió informes sobre la denuncia de una docente de la localidad de Rivadavia que afirmó que algunos de sus alumnos no podían finalizar los estudios por el retardo mental que les provocaría el arsénico.
En Córdoba se trabaja en lugares como Monte del Rosario, en el departamento Río Primero, donde se está construyendo un tanque y red domiciliaria luego de que se comprobaran niveles de arsénico muy altos.
Por ahora, son gritos y soluciones aisladas. Por ahora, es motivo para el buen negocio de las empresas que comercializan filtros y aguas purificadas. La ruta argentina del arsénico sigue siendo un tema escondido bajo la tierra.
Sin ningún dato. El ingeniero químico Roberto Cáceres, autoridad en la materia, asegura que los muertos por acción del arsénico no figuran en las estadísticas, ya que no se indica que mueren por esa causa. Se habla solamente de paro cardíaco.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario