Salvador López Arnal.-El pasado jueves, 10 de mayo, en el diario matutino monárquico y global, Rafael Méndez [1] escribía una “Autocrítica atómica” –con poco del primer ingrediente- en torno a las “soluciones” que los reguladores de los principales países atómicos están buscando ante la pérdida –reconocida- de crédito de la energía nuclear. Vale la pena tomar pie en algunas de sus consideraciones.
No ha trascendido en exceso pero los responsables de –entre otras- las agencias atómicas de EE UU, India, China, Francia y el Reino Unido, reunidos por la agencia nuclear de la OCDE (NEA) y el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) español, se reunieron en Madrid, en la Casa de América, el miércoles 9 de mayo. Se trataba de esbozar soluciones para la evidente pérdida de credibilidad de la energía nuclear tras la hecatombe nipona, tras el Chernóbil a cámara lenta en el que seguimos inmersos. RM señala que “la deficiente comunicación a una opinión pública desconcertada sobre los hechos desencadenados por el terremoto de 2011 en Japón y el accidente nuclear de Fukushima pasa una factura de alto coste a la energía atómica”. Es evidente que la ciudadanía mundial ha contribuido lo suyo al enorme frenazo de los planes en marcha de la industria: su nuevo Renacimiento (nuclear).
Algunos puntos de la situación son conocidos. El Reino Unido, una de las viejas potencias atómicas, encuentra dificultades para conseguir empresas privadas que quieran construir nuevos reactores. Japón apagó todos sus reactores en mayo. Alemania ha anunciado lo inimaginable hasta hace apenas dos años: los frenos de emergencia de Benjamín, su descuelgue del tren atómico. En Francia, uno de los países más nuclearizados del mundo y con menor porcentaje de la ciudadanía en su contra, por primera vez se discute sobre la energía nuclear. El nuevo presidente Hollande se ha comprometido a cerrar algunos viejos reactores, obsoletos pero no más antiguos que Santa María de Garoña.
Luis Echávarri, que es español, es el director general de la NEA (la agencia de la OCDE). Lo formuló claro pero no distinto: sostuvo, según RM, algo que es cada vez más evidente, de mayor importancia y que es sin duda uno de los nudos débiles de la industria y publicidad nucleares: “para que la energía nuclear sea una opción debe ser aceptada por la opinión pública”. Y la disminución de la aceptación tras Fukushima es de libro, de manual introductorio.
Mike Weightman -inspector jefe de la Oficina de Regulación Nuclear del Reino Unido- coincidió con la tesis de Echávarri: “No se hizo lo suficiente en aquellas circunstancias. En la comunicación nacional e internacional hubo malos entendidos”. ¡Citó problemas de traducción. Y no era una broma! ¡Será eso! Según él, Japón sólo informó mirando casi exclusivamente al interior y sin preocuparse demasiado por las repercusiones en el extranjero.
El representante de la agencia japonesa de seguridad nuclear (NISA), Makoto Watanabe, pidió comprensión: era muy difícil trabajar a la vez contra el terremoto, el tsunami y el accidente nuclear.
Humo tras humo.
El presidente de la Autoridad Nuclear Francesa (ASN) [2], André-Claude Lacoste, es más sensato y sustantivo. Descartes, Montaigne, Sartre, Althusser y Jacques Bouveresse forman una potente tradición. Es obvio que no sólo es una cuestión de comunicación: “En un accidente tan grave como el de Fukushima hay que ser muy prudente a la hora de criticar. Si hubiera ocurrido en Europa estaríamos todos muy avergonzados y no solo en términos de comunicación. Pero efectivamente la comunicación de Japón no funcionó bien”. Lacoste tiene una conjetura de interés, no estéril, que puede ayudar a explicar por qué en Francia –por ahora- la aceptación es mayor que en Alemania y muestra claramente el nudo nada pacífico de la industria atómica: “Quien tiene armas nucleares acepta mejor la energía nuclear: mire Reino Unido, EE UU o Francia. Allí se ve con menos dificultad”. Para ganar credibilidad, los reguladores no deberían engañar, no deberían minimizar el riesgo añadió.
Por su parte, la presidenta del Consejo de Seguridad Nuclear español, Carmen Martínez Ten, declaró: “Tenemos que estar más y mejor entrenados” para comunicar. Nada sustantivo: el país está cayéndose y no está para sesudas reflexiones.
Por si hubiera dudas, Lacoste señaló algo esencial pero que no siempre es anunciado con claridad: “La ASN tiene una imagen de credibilidad, entre otras cosas porque siempre hemos dicho que nadie puede garantizar que no pueda haber un accidente nuclear grave en Francia. Fukushima es un drama, y nunca dijimos que fuera algo pequeño. Y nunca dijimos que Fukushima fuera imposible en Europa ” [las cursivas son mías].
¡Se puede decir más alto pero no más claro! El mismo Echávarri apuntó que el sector debería prepararse porque nadie puede descartar nuevos accidentes: “Las nucleares las hacemos humanos y cometemos errores”. Realismo sucio. De acuerdo, pero no es sólo eso, no es sólo cuestión de la imperfección y fallos de las tecnologías humanas.
Surgió en el encuentro el tema de los estrechos vínculos que a menudo tienen o han tenido los miembros de los reguladores atómicos con la industria [3]. Los organismos reguladores, como es sabido, están salpicados de gente procedente de la industria. También en España desde luego. No vieron salida a la situación: son y serán pro-nucleares, sesgados en sus miradas y reflexiones.
Rafael Méndez aprovechó la ocasión para entrevistar a GREGORY JACZKO, el Presidente desde 2009 de la Comisión Reguladora Nuclear de EE UU (NRC), el organismo que otorga las licencias para las centrales nucleares y da los permisos de vida incluso sin consultar al Gobierno Federal, un presidente que se ha visto recientemente envuelto en polémicas porque votó en contra de las licencias de los nuevos reactores de Westinghouse, el AP1000, el primer nuevo diseño aprobado en EE UU en décadas. Vale la pena recordar que el lobby nuclear quiso echarle fuera [4]. El asalto contra él llegó en forma de una carta “confidencial” firmada por cuatro integrantes del organismo regulador, que fue enviada en octubre al Jefe de Gabinete de la Casa Blanca William Daley. Sus quejas e inquietudes: el Presidente Jaczko prestaba poca atención a su visión, dirigiendo la Comisión a su voluntad [5]
El titular de la entrevista: “Harán falta años para aplicar las mejoras de Fukushima”. Destaquemos algunas de sus posiciones [6], las de un presidente de un organismo regulador que en absoluto está vinculado a ningún movimiento antinuclear norteamericano o internacional:
“Creo que hemos identificado las lecciones de Fukushima, pero aún no las hemos puesto en práctica, y eso nos va a llevar algún tiempo a todos nosotros. Por eso pensé que al hablar de licencias de nuevas plantas en Estados Unidos era importante que tuviéramos requerimientos específicos para asegurarnos de que se cumplan los mayores requisitos de seguridad derivados de Fukushima [7]… Todo este proceso, de realizar los cambios en las centrales, llevará muchos años. ”
“Lo más importante es que aprendamos de Fukushima. Y en esas plantas del mismo diseño hemos impuesto cambios. Continuamos con la revisión y si encontramos algo con lo que no cumplen tomaremos las medidas necesarias. Pero como las nuevas plantas no van a ser construidas en unos cuatro o cinco años, creo que solo deberían entrar en servicio si cumplen con lo aprendido de Fukushima .” [las cursivas son mías].
Jaczko reconoció que han “recibido algún interés de la industria sobre las licencias más allá de los 60 años”. No se ha tomado ninguna decisión hasta el momento. “Nosotros nos preocupamos de la seguridad. Hemos visto que los planes de petición de licencia se mantienen, pero hay menos anuncios públicos sobre planes de construcción. Se está demorando el inicio de las obras”
Vale la pena insistir lo apuntado desde las interioridades del proyecto nuclear: los procesos, de realizar los cambios en las centrales, llevarán muchos años. Mientras tanto, obviamente, los riesgos son evidentes.
Recordemos las palabras de Lacoste: nadie puede garantizar que no pueda haber un accidente nuclear grave en Francia. Fukushima es un drama, y nunca dijimos que fuera algo pequeño. Y nunca dijimos que Fukushima fuera imposible en Europa.
Notas:
[2] Francia, mucho antes que Japón, señaló que el accidente merecía una calificación mayor en la escala internacional de accidentes nucleares de la que le daba el gobierno nipón.
[3] En Japón existe un término para referirse al retiro dorado de altos funcionarios y políticos en empresas con las que tuvieron relación: amakaduri (el “descendido del cielo”). La práctica estaba muy extendida en la industria nuclear.
[5] Si el ataque hubiera tenido éxito, el nuevo presidente hubiera sido con muchas probabilidades William Magwood, veterano e incansable defensor de la energía nuclear desde su puesto como Director del Departamento de Energía (DOE) Oficina de Energía Nuclear, donde promovió la Alianza Global de la Energía Nuclear, un programa para reiniciar el reprocesado de los residuos nucleares. La nominación fue recibida con oposición por cientos de organizaciones: citaron, eso sí inútilmente, el vergonzoso historial de WM promotor del sector que ahora supuestamente tenía que regular. Una vez instalado en el cargo a principios de 2010, WM mostró todos los signos de su entusiasta compromiso con el avance de las prioridades del sector de la energía nuclear.
[6] Rafael Méndez, entrevista a Gregory Jaczko. El País , 10 de mayo de 2012, p. 33.
[7] No es eso, como se sabe, lo que decidió la agencia reguladora usamericana.
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