Esam Al-Amin.-Desde que se produjo el derrocamiento del ex dictador de Egipto Hosni Mubarak, los EEUU están mostrándose muy nerviosos respecto a su anterior estado clientelista. Asimismo, la mayoría de los dirigentes israelíes han estado haciendo sonar las alarmas, advirtiendo que está en peligro el tratado de paz con Egipto y que su relación con su vecino del oeste no ha sido nunca tan frágil. El pasado mes, las autoridades egipcias, bajo intensas presiones del pueblo y de los grupos revolucionarios, pusieron abruptamente fin a todos los envíos de gas natural a Israel. Además, las elecciones parlamentarias de finales del pasado año, que acabaron con la abrumadora victoria a los candidatos islámicos, ofrecieron pronto señales de advertencia de que Egipto podría adoptar un rumbo nuevo e independiente en detrimento de las políticas estadounidenses e israelíes en la región.
Según múltiples fuentes estadounidenses e israelíes bien situadas, los políticos de EEUU llegaron a la conclusión de que debían seguir una política de doble vía. La primera consistía en acelerar y ampliar los contactos con los nuevos y poderosos actores en Egipto, especialmente con los Hermanos Musulmanes, confiando en que el hecho de atraerse al grupo islamista pudiera producir políticas más moderadas hacia Israel y Occidente.
El segundo y más potente enfoque se centró en idear un esquema sofisticado para asegurar que el próximo presidente de Egipto fuera un rostro amistoso en el que Occidente pudiera confiar. El candidato seleccionado fue Amr Musa, el antiguo Ministro de Exteriores de Mubarak y, hasta que concluyó su mandato el pasado año, Secretario General de la Liga Árabe. Aunque se sabía que en alguna ocasión había criticado determinadas políticas israelíes, se llegó a la conclusión de que no sólo era alguien conocido que no iba a traspasar las líneas rojas, sino algo aún más importante: que mantendría a Egipto bajo el control de EEUU y dentro de su esfera de influencia en la región y que sucumbiría fácilmente a las presiones en caso de que llegara a desviarse de la línea que se le habría trazado.
La estrategia estadounidense, ideada por funcionarios de política exterior y de inteligencia, se compone de tres elementos: a) Impedir a toda costa un único candidato de consenso al que pudieran apoyar tanto los grupos islamistas como los revolucionarios; b) vender al candidato que EEUU apoya como el estadista más capaz de solucionar los enormes problemas económicos y de seguridad de Egipto, y c) restaurar a los dirigentes políticos de la era Mubarak poniendo en marcha una estratagema en virtud de la cual se vendiera al candidato de EEUU de forma que pudiera aparecer como una victoria de las masas y la opción sensata una vez que los residuos del régimen fuesen derrotados.
Hay varios candidatos presidenciales que son muy aceptables para los jóvenes y la mayoría de los grupos revolucionarios que se pusieron al frente de las manifestaciones del pasado año contra Mubarak y el gobierno militar que le sucedió. Estos candidatos incluyen al antiguo dirigente de los Hermanos Musulmanes e islamista liberal Abdelmoneim Abol Fotouh, al dirigente nasserista Hamdin Sabahi y a los izquierdistas Jaled Ali, al ex juez Hisham Bastawisi y a Abol Izz Al-Hariri. Los tres últimos candidatos consiguieron pocos votos en las últimas elecciones y acordaron que si llegaba a alcanzarse una lista de consenso retirarían sus candidaturas.
Así pues, el intento verdadero de alcanzar una lista revolucionaria supone unir a Abol Fotouh y a Sabahi. Valorando las opciones y disposición de un electorado egipcio que favorece a los candidatos religiosos, la mayoría de los mediadores recomendaron que Abol Fotouh se convirtiera en presidente y Sabahi en vicepresidente. Sin embargo, Sabahi rechazó ceder ante Abol Fotouh después de que se le aproximaran muchos grupos izquierdistas y laicos antirreligiosos y le convencieran de que podría ser el candidato laico, o de la “sociedad civil”, de consenso. También fracasaron los intentos de unificar a los cuatro candidatos revolucionarios laicos restantes. Tras frustrarse estos esfuerzos, el impulso del momento revolucionario decayó mientras la mayor parte de sus potenciales votos se repartían entre múltiples candidatos.
Mientras tanto, los Hermanos Musulmanes (HM), que jugaron un papel importante en el éxito de la revolución, decidieron consolidar su poder político en vez de encaminar la transición hacia un nuevo Egipto democrático junto con el resto de grupos políticos. Después de prometer el pasado año que no iban a presentar a ningún candidato, los HM decidieron entrar en la carrera a pesar de la gran preocupación de los otros partidos políticos de que tal medida fuera un intento de conseguir más poder ignorando a la dividida sociedad egipcia, especialmente después de que los HM intentaran nombrar por su cuenta a los miembros del comité que debía redactar la nueva constitución.
Sin embargo, muchos dentro del grupo, incluidos algunos que han dimitido recientemente a causa de esa decisión, admiten que la verdadera razón de presentar un candidato fue el temor de los dirigentes de los HM ante la posibilidad de que una victoria de su antiguo miembro Abol Fotouh pudiera representar un tremendo desafío para el grupo y su liderazgo que podría acabar con la organización que cuenta con una historia de 84 años.
El pasado año, los HM pensaron que era mejor no presentar un candidato porque no querían preocupar innecesariamente a Occidente ni tener luego que enfrentar dificultades o sanciones como le ocurrió a Hamas en los Territorios Palestinos después de su victoria electoral en 2006. Pero los EEUU enviaron al grupo diversas señales en febrero y marzo en el sentido de que no pondrían objeciones a un gobierno dirigido por el grupo o un candidato presidencial del mismo. Mientras tanto, el consejo militar que gobierna Egipto dio su acuerdo tácito al ofrecer el perdón al hombre fuerte de los HM, Jairat Al-Shater, de su condena criminal (política) bajo el régimen de Mubarak, sabiendo que mientras no se le restauraran sus derechos políticos estaría descalificado para presentarse. Se temía que esa descalificación pudiera causar disturbios masivos.
Adelante el ex vicepresidente de Mubarak, el General Omar Suleiman
El último día de presentación de candidatos, Suleiman anunció repentinamente su candidatura. Esa medida no solo irritó a la mayoría de los egipcios sino que supuso un insulto para todos los que habían luchado contra el régimen. Las manifestaciones masivas volvieron a inundar la Plaza de Tahrir durante dos semanas exigiendo su d escalificación. Aunque muchos observadores políticos creen que la candidatura de Suleiman era una artimaña para descalificarle no solo a él, sino también a Al-Shater y al popular predicador Hazem Abu Ismail, cuyas candidaturas habían generado gran excitación al comprometerse a derogar el tratado de Egipto con Israel.
Como el pueblo sintió alivio al ver que Suleiman quedaba fuera, la descalificación de los otros candidatos por la Comisión Electoral tuvo un impacto más moderado. Sin embargo, los HM se sintieron atrapados y ofrecieron un candidato de refuerzo, el menos carismático Dr. Muhammad Mursi, el dirigente del ala política de los HM, el Partido por la Justicia y la Libertad. Para entonces, la ruptura entre los revolucionarios y los grupos islámicos era completa.
Aunque el nuevo parlamento aprobó una ley que prohibía que antiguos altos cargos del régimen de Mubarak se presentaran, la Comisión Electoral invalidó esa ley y mantuvo la candidatura del último Primer Ministro de Mubarak, el general Ahmad Shafiq. Shafiq tiene todo un historial de insultos vergonzosos hacia el electorado egipcio. En varias ocasiones se burló de la revolución y de las manifestaciones masivas, incluso llegó a decir una vez que era una desgracia que hubieran tenido éxito. Recientemente, se atrevió a declarar en una entrevista pública por televisión que Mubarak era su modelo a seguir. Y llegó a decir de forma contundente que si gana enviará al ejército y a las fuerzas de seguridad a Tahrir para que arresten a todos los manifestantes que protesten por su elección ya que se habría convertido en un presidente democráticamente elegido.
Desde el pasado mes de diciembre, el nuevo gobierno, nombrado por el consejo militar y dirigido por el Primer Ministro Kam al Ganzouri, ha ido deliberadamente creando muchos problemas para el egipcio de a pie, incluyendo el fracaso de la seguridad y un aumento alarmante de la tasa de criminalidad, la carencia de productos básicos, como el pan y el combustible para cocinar, y cortes en el gas y en los transportes públicos. El objetivo de esa fabricada crisis diaria era enviar una señal a los egipcios en la calle de que la revolución les ha traído únicamente miseria y sufrimiento. Por tanto, solo un candidato de ley y orden podría restaurar la seguridad y la prosperidad económica.
Mientras tanto, la burocracia estatal se movilizó en apoyo de las candidaturas de Shafiq y Musa. Muchas encuestas de opinión patrocinadas por las cadenas de los medios estatales y las agencias del gobierno siguieron mostrando a Musa como el principal candidato. Shafiq siguió escalando puestos en esas elecciones fraudulentas, del cuarto al primer lugar en cuestión de días. La gente empezó a enfadarse ante la perspectiva de que Shafiq se convirtiera en el único candidato viable. En muchos actos de la campaña, se le aplicó el mismo tratamiento que a Bush arrojándole zapatos. En otras ocasiones, tuvo que salir por la puerta de atrás mientras estallaban enfrentamientos entre sus seguidores y los jóvenes manifestantes que acababan con lesiones múltiples.
Desde primeros de abril, Abol Fotouh apareció como el candidato de consenso alrededor del que se han unido muchos egipcios con diferentes antecedentes ideológicos, con excepción de los HM. Fue capaz de asegurarse los referendos de diversos segmentos de la sociedad como no se veía desde los primeros días de la revolución. En la mayoría de las encuestas independientes aparecía consistentemente en el primer lugar. A mediados de abril, se puso en marcha una feroz campaña mediática contra él. La mayoría de los medios de comunicación del gobierno le atacaron para beneficiar a Musa, mientras otras cadenas arremetían contra él a favor de Sabahi sabiendo que éste último solo podría ganar a expensas de Abol Fotouh, aunque posiblemente no conseguiría pasar a la segunda vuelta. La campaña de los HM en los medios se centró también contra Abol Fotouh porque el grupo le consideraba la mayor amenaza no solo en las encuestas sino también como candidato con credenciales islámicas capaz de atraerse apoyos enormes de sus bases.
Mientras los egipcios, 51 millones de potenciales votantes, encaminan sus pasos hacia las urnas ayer miércoles y hoy jueves, ¿a quién se disponen finalmente a votar?
Si pensamos en los planes estadounidenses y en los residuos del antiguo régimen, a ellos les gustaría ver que Musa y Shafiq acaban siendo los dos principales contendientes, afirmando que los votos revolucionarios se dispersaron entre Abol Fotouh, Mursi, Sabahi y otros. En tal escenario, se espera que los egipcios acudan a Musa, quien derrotaría de forma aplastante a Shafiq en la segunda vuelta y el pueblo respiraría entonces con alivio, mientras que Musa se cubriría con el manto de la revolución al haber derrotado al candidato de Mubarak. Según una fuente noruega, en la Embajada estadounidense en El Cairo y en el Departamento de Estado se han creado dos salas de operaciones que están trabajando las veinticuatro horas del día a fin de generar ese resultado. Varios expertos estadounidenses y europeos se han incorporado ya al equipo electoral de Musa poniendo en marcha una campaña agresiva estilo USA. Cuando el presidente del comité de relaciones exteriores del Senado, el senador John Kerry, visitó El Cairo el pasado mes, el único candidato presidencial a quien visitó fue Amr Musa, un mensaje que el electorado egipcio no pasó por alto.
El 10 de mayo se trasmitió por varios canales de televisión un debate de cuatro horas entre Musa y Abol Fotouh que fue presenciado por decenas de millones de personas de todo el mundo árabe. Musa atacó a su contrincante como miembro de la Hermandad que representaba una amenaza para las libertades, mientras que Abol Fotouh atacó a Musa como candidato favorecido por los residuos del régimen de Mubarak. En un revelador intercambio acerca de la política israelí, Abol Fotouh declaró que Israel era un enemigo que recurría a la agresión para promover sus políticas en la región y que él apoyaría incondicionalmente la lucha palestina, mientras Musa describía a Israel como un rival fuera de control que necesita que le hagan volver para negociar un acuerdo dentro del marco de la solución de dos estados.
Pero si hay algún indicador de cómo los egipcios podrían votar en unas elecciones libres y justas es en los 586.000 votantes egipcios registrados que viven en el extranjero y que componen alrededor del 1% del electorado. Este bloque de electores empezó a votar el 11 de mayo y acabó el 17 de mayo. Alrededor del 55%, es decir, 320.000 egipcios han votado en 140 ciudades por todo el mundo, incluidas cinco ciudades de EEUU. Excluyendo Arabia Saudí (donde vive el 40% del electorado egipcio en el extranjero y donde los electores son mucho más conservadores que en cualquier otro lugar), el candidato independiente Abol Fotouh y Mursi, de los HM, fueron el primero y el segundo (recogiendo 46.000 y 39.000 votos, respectivamente). Pero una vez que se contaron los votos de Arabia Saudí, Mursi recibió el 33% (unos 107.000) del total de votos del extranjero, seguido por Abol Fotouh con el 26% (alrededor de 83.000 votos). Todos los demás candidatos quedaron bastante detrás, mientras Sabahi, Musa y Shafiq recibían el 14%, el 12% y el 5% respectivamente.
Si esa tendencia continuara, entonces el esquema promovido por EEUU habría fracasado miserablemente y la segunda ronda tendrá lugar entre un líder actual y un líder anterior de los Hermanos Musulmanes. Si las elecciones del 23 y 24 de mayo son libres y justas y ningún candidato supera el 50% de los votos, entonces la mayor parte de los votos de los candidatos eliminados irían probablemente a parar en la segunda vuelta, el 16 y 17 de junio, a Abol Fotouh, convirtiéndole en el primer presidente del Egipto post-Mubarak, un hecho inmenso que los residuos, EEUU e Israel no están dispuestos a reconocer aún, todavía no.
Esam Al-Amin es un escritor independiente colaborador de numerosas páginas en Internet. Puede contactarse con él en: alamin1919@gmail.com
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