La colaboración estrecha entre EE. UU. y Pakistán, iniciada
tras los los atentados del 11-S, ha
llegado a su fin. Así lo aseguró a The New York Times un alto funcionario
estadounidense.
Este año, la aversión a los estadounidenses en Pakistán se
disparó después de la operación de los comandos de ese país para atrapar a
Osama Bin Laden al norte de Islamabad el 2 de mayo. El operativo no fue
aprobado por el gobierno pakistaní y la
OTAN lo informó de la operación especial sólo después de
haberla realizado.
La indignación de los pakistaníes por la política
estadounidense se agudizó tras el bombardeo de la OTAN que mató a 24 soldados
pakistaníes el pasado 26 de noviembre. En respuesta al ataque, Pakistán cerró
su frontera con Afganistán, dejando a los militares estadounidenses sin
suministros y cerró una base militar que EE. UU. utilizaba para sus aviones no
tripulados. Tras la matanza miles de islamistas salieron a las calles de
Pakistán para protestar contra EE. UU. y exigir la ruptura de relaciones con
este país.
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