Terra Eco.-¿Es posible el crecimiento perpetuo en un mundo finito? Hace ya 40 años que Dennis Meadows y sus colaboradores respondieron de forma negativa. En la actualidad el investigador lee en la crisis los primeros signos del hundimiento del sistema.
En 1972, en un informe encargado por el Club de Roma, los investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) publicaron un texto titulado «Los límites del crecimiento». La idea es simple: el crecimiento infinito en un mundo de recursos limitados es imposible. Además, si los hombres por sí mismos no detienen el crecimiento, la naturaleza lo hará por ellos sin miramientos.
El texto se editó por segunda vez en 2004. La versión francesa –por fin- acaba de publicarla la editorial Rue de l’échiquer. De visita en París para presentar el libro, Dennis Meadows, uno de los autores principales, insiste en la pertinencia de las viejas proyecciones de hace 40 años y comenta la crisis de la Eurozona, el agotamiento de los recursos y el cambio climático, primeros síntomas, según él, del hundimiento del sistema.
Terra eco: Usted escribió su primer libro en 1972. En la actualidad la tercera edición –de 2004- se acaba de traducir al francés. ¿Por qué cree que su libro continúa siendo actual?
Denis Meadows: Entonces dijimos que todavía teníamos por delante 40 años de crecimiento global. Eso es lo que mostraba nuestro escenario. También dijimos que si no modificábamos nada el sistema se hundiría. Sin embargo, en los años 70 la mayoría de la gente pensaba que el crecimiento no se detendría nunca.
En la actualidad estamos entrando en ese período de parada del crecimiento. Todas las señales lo indican El cambio climático, el desmembramiento de la Eurozona, la escasez de combustible, los problemas alimentarios, son síntomas de que el sistema se para. Es crucial comprender que no se trata de problemas, sino más bien de síntomas. Si una persona tiene un cáncer le puede doler la cabeza o tener fiebre, pero nadie piensa que si se toma una aspirina para la fiebre el cáncer desaparecerá. La gente trata los síntomas como si fueran problemas que basta resolver para que todo vaya bien. Pero en realidad si resolvemos el problema en un sitio, la presión se desplaza a otro lugar. Y el cambio no dependerá de la tecnología, sino de las modificaciones sociales y culturales.
¿Cómo se puede empezar el cambio?
Hay que cambiar nuestra forma de medir los valores. Es necesario, por ejemplo, distinguir el crecimiento físico del crecimiento no físico. Es decir, el crecimiento cuantitativo del crecimiento cualitativo. Cuando tienes un hijo, al principio te alegras de que crezca y se desarrollo físicamente. Pero si a los 18 o 20 años continúa creciendo, te asustarás y lo ocultarás. Cuando acaba su crecimiento físico queremos el crecimiento cualitativo. Que se desarrolle intelectualmente, culturalmente.
Por desgracia los políticos actúan como si no viesen la diferencia entre crecimiento cuantitativo y cualitativo que les conduciría a mejorar el sistema educativo, crear mejores medios de comunicación, círculos de reunión… Pulsan automáticamente el botón del crecimiento cuantitativo. Pero es absurdo pensar que así se resolverán los problemas de la Eurozona, la pobreza, el medio ambiente… El crecimiento físico no hace nada de eso.
¿Por qué insisten los políticos en esta vía?
¿Usted toma café? Y sin embargo sabe que no es bueno. Pero persiste porque es adicto al café. Los políticos son adictos al crecimiento. La adicción es hacer cosas perjudiciales que hacen que las cosas parezcan mejor a corto plazo. El crecimiento, los pesticidas, las energías fósiles, la energía barata, somos adictos a todo eso. Sin embargo sabemos que es malo, y la mayoría de los políticos también.
Pero siguen diciendo que el crecimiento resolverá la crisis. ¿Piensa que no creen en lo que dicen?
Tomemos el ejemplo de las acciones de la Bolsa. Antes se compraban partes de una empresa porque se pensaba que era una buena compañía, que crecería y produciría beneficios. Ahora se hace porque se piensa que otras personas pensarán lo mismo y se podrán vender después las acciones y conseguir una plusvalía. En realidad los políticos no piensan que esa cosa llamada crecimiento resolverá el problema pero piensan que el resto de la gente lo cree. Los japoneses tienen un refrán que dice: «Si solo tienes un martillo, todo te parecen clavos». Si vas con un problema a ver a un cirujano este dirá «cirugía», un psiquiatra dirá «psicoanálisis» y un economista «crecimiento». Son las únicas herramientas que tienen. Las personas quieren ser útiles, tienen una herramienta, luego piensan que su herramienta es útil.
¿Cree que para cambiar ese tipo de comportamientos, utilizar nuevos indicadores de desarrollo es una buena manera de proceder?
Sí, podría ser útil. ¿Pero resolvería el problema? No.
¿Entonces, qué es lo que resolverá el problema?
Nada. La mayoría de los problemas no los resolvemos. No hemos resuelto el problema de las guerras, no hemos resuelto el problema de la demografía. En cambio, el problema se resolverá por sí mismo, porque no puede haber un crecimiento físico infinito en un mundo finito. Por lo tanto el crecimiento parará. Las crisis y las catástrofes son medios de la naturaleza para detener el crecimiento. Deberíamos haberlo hecho nosotros antes, pero no lo hemos hecho y la naturaleza se encargará. El cambio climático es un buen medio de detener el crecimiento. El agotamiento de los recursos también es un buen medio. La escasez de alimentos también. Cuando digo «bueno», no quiero decir bueno desde un punto de vista ético o moral, sino eficaz, que funcionará.
¿Pero hay lugar para la acción? ¿La naturaleza corregirá cosas de todas formas?
En 1972 estábamos por debajo de la capacidad máxima de la tierra para soportar nuestras actividades, alrededor del 85%. Hoy estamos al 150%. Cuando todavía estás por debajo del umbral crítico hay que detener las cosas. Cuando estás más allá hay que volver atrás. Así que la naturaleza va a corregir las cosas. A pesar de todo, en cualquier momento se puede actuar de una forma mejor. No podemos evitar el cambio climático pero podemos atenuarlo actuando ahora. Reduciendo las emisiones de CO2, la utilización de energía fósil en el sector agrícola, creando vehículos más eficientes… Esas cosas no resolverán el problema, pero existen los hundimientos grandes y los pequeños. Prefiero los pequeños.
A menudo habla de «resiliencia» ¿De qué se trata exactamente?
La resiliencia es un medio de construir el sistema para que cuando lleguen las catástrofes podamos seguir funcionando, para no hundirnos totalmente. He pensado seis formas de mejorar la resiliencia. La primera es construir «colchones». Por ejemplo se pueden almacenar alimentos en el sótano: arroz, leche en polvo, frascos de mantequilla de cacahuete… En caso de escasez de alimentos habrá para varias semanas. A escala de un país tenemos por ejemplo a Austria, que construiría grandes reservas en el caso de que Rusia cerrase el grifo del gas. Segunda: la eficiencia. Obtener más prestaciones con menos energía, por ejemplo con un vehículo híbrido… U optar por reunirse en un café con los amigos en vez de dar un paseo en coche. En términos de rendimiento por galón de energía gastado es más eficaz. Tercera: erigir barreras para protegerse de los choques. Como los diques de Fukushima, por ejemplo. Cuarta: creación de «redes» que nos hagan menos dependientes de los mercados. En vez de contratar a una niñera se puede pedir a un vecino que cuide a los niños y a cambio nos ocupamos de su fontanería. Está también la vigilancia que permite recibir una información mejor sobre lo que pasa. Finalmente la redundancia que consiste en elaborar dos sistemas para realizar la misma función para estar preparados si un día falla uno de los dos. Estos seis métodos incrementan la resiliencia. Pero la resiliencia cuesta dinero y no da resultados inmediatos. Por eso no la hacemos.
Según el esquema de su libro estamos casi al borde del hundimiento. Y estamos entrando, según usted, en un período muy peligroso…
Creo que veremos más cambios en los próximos veinte años que en los últimos cien. Habrá cambios sociales, económicos y políticos. Seamos claros, la democracia en Europa está amenazada El caos de la Eurozona tiene la posibilidad de llevar al poder a regímenes autoritarios.
¿Por qué?
La humanidad obedece a una ley fundamental: si tiene que elegir entre el orden y la libertad, elige el orden. Es un hecho que se repite siempre en la historia. Europa entra en un período de desorden que va a disgustar a cierta gente. Y oiremos a personas que nos dirán: «Puedo garantizar el orden si me dais el poder». El extremismo ofrece una solución de los problemas a corto plazo. Uno de los grandes presidentes de Estados Unidos dijo: «El precio de la libertad es la eterna vigilancia» ( Thomas Jefferson, N. de T.). Si no prestamos atención, si damos la libertad por supuesta, la perderemos.
Les limites de la croissance (dans un monde fini) , Donella Meadows, Dennis Meadows, Jorgen Randers, Rue de l’échiquier, 425 páginas, 25 euros.
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