Enrico Piovesana.-No todas las revoluciones nacen con la flor… Las que se producen contra los regímenes amigos de Estados Unidos tiene la mala costumbre de ser brutalmente cortadas de raíz, con ayuda del silencio de la prensa occidental. Es lo sucedido en marzo en Azerbaiyán, con Ilham Aliyev; es lo que ha vuelto a suceder ahora en Georgia, contra Mikhail Saakashvili.
Durante días, miles de georgianos se han manifestado en la capital, Tiflis, exigiendo la renuncia del Presidente Misha, acusado de ignorar el empobrecimiento progresivo de la población, castigada por el desempleo creciente, el aumento de los precios y los recortes en las pensiones y los servicios sociales, y acusado también de gobernar de una manera cada vez más autoritaria y represiva. Había muchos jóvenes, estudiantes y desempleados, decididos a imitar las revoluciónes árabes, pero también muchos jubilados, ancianos de cabello blanco, por lo que los periódicos han acuñado el término de revolución de plata.
El miércoles, los manifestantes se habían reunido frente al Parlamento y ocuparon la avenida Rustaveli, decididos a impedir el tradicional desfile militar del día siguiente, Día de la Independencia. Poco después de medianoche, cientos de policías antimotines respaldados por vehículos blindados atacaron la manifestación por dos lados, sin dejar salida a los manifestantes, lanzando granadas lacrimógenas y balas de goma a corta distancia y golpeando salvajemente a las personas caídas, incluso a los ancianos. Decenas de heridos, cientos de detenidos. Un coche de la comitiva del líder opositor Nino Burjanadze, al huir de las cargas policiales, atropelló a un agente y un manifestante, matándolos.
La lluvia de la noche limpió la sangre de los adoquines de la avenida Rustaveli, sobre los que marcharon unas horas después las columnas de tanques y tropas del ejército georgiano dotadas totalmente de equipo estadounidense bajo la marcial mirada del presidente Saakashvili. “Todo ciudadano tiene la libertad de expresarse y protestar –dijo desde la tribuna– pero los hechos de estos días no tienen nada que ver con esta libertad, son provocaciones orquestadas desde el extranjero, con un guión escrito fuera de Georgia por nuestro enemigo y ocupante.” La referencia apunta explícitamente a Rusia, cuyas fuerzas se asientan en las repúblicas separatistas de Abjasia y Osetia del Sur (esta última, centro de la breve guerra entre Rusia y Georgia de agosto de 2008, desencadenada y perdida por Saakashvili).
La brutal represión policial de la revolución de plata contó con el visto bueno implícito de los representantes diplomáticos de los gobiernos occidentales en Tiflis. El miércoles, en unas declaraciones a los periodistas, el embajador de Estados Unidos, John Bass, declaró:''Me preocupa que entre los manifestantes haya elementos más interesados en una confrontación violenta que en una protesta pacífica'', dijo el embajador.
“Tienen derecho a manifestarse, pero la protesta debe terminar antes de mañana porque no tienen derecho a impedir la celebración de un desfile'', dijo embajador francés, Eric Fournier.
Un ex aliado de Saakashvili y ahora líder de la oposición, Nino Burjanadze –cualquier cosa menos prorruso– ha negado cualquier apoyo de Moscú, afirmando que la acción punitiva del miércoles por la noche no detendrá el curso de la democrática revolución georgiana.
Pero Occidente no parece realmente interesado en apoyar otro cambio de régimen en Georgia después del conseguido en 2003 con la revolución rosa que llevó al poder al fiel Saakashvili, individuo dudosamente democrático, pero siempre atento a los intereses políticos y económicos occidentales.
http://it.peacereporter.net/articolo/28682/Georgia%2C+rivoluzione+inopportuna
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