Dice que mató a 255 personas en Iraq y que no se arrepiente. “La leyenda”, “el exterminador” y “el diablo de Ramadi” son sólo algunos de los apodos por los que se conoce al francotirador estadounidense Chris Kyle.
Kyle, el asesino. Foto: William Morrow
CONCIENCIA TRANQUILA
La narrativa es clara, cruda, como la definió un crítico
literario estadounidense, y deja ver la compleja y tensa psicología de guerra.
Kyle cuenta cómo a lo largo de su carrera dejó de dudar al enfrentarse a su
víctimas y mejoró su trabajo bajo el fuego cruzado.
Su compañía, Charly, fue una de las primeras en desembarcar
en la península de al-Faw, al inicio de la llamada Operación Libertad, iniciada
el 20 de marzo de 2003, por el entonces presidente de EE.UU., George W. Bush.
A fines de ese mes, en un pequeño poblado de la región de
Nasiriya, los oficiales de Seals aguardaban la llegada de los infantes de marina.
Kyle y otros soldados vigilaban el operativo desde lo alto de un edificio.
Todos los vecinos se encerraron en sus casas, a mirar por
las ventanas. Todos menos una mujer y unos pocos niños que merodeaban por la
calle. Cuando los infantes se acercaron, la mujer les lanzó un objeto
amarillento que tenía guardado en su bolsa. ¡Es una granada! ¡Una granada
china!, gritó el jefe de Kyle. ¡Dispara! Al verlo titubear, el jefe repitió:
¡dispara!
Kyle apretó el gatillo dos veces, la “primera y única vez”
que mató a una persona en Iraq que no fuese un hombre ni un combatiente. “Era
mi deber. No me arrepiento”, escribe. “Mis balas salvaron a varios
estadounidenses cuyas vidas valían claramente mucho más que la de aquella mujer
de alma retorcida”. “Puedo enfrentarme a Dios con la conciencia tranquila en
relación a mi trabajo”.
ODIO
Este estadounidense de Texas, que aprendió a usar un arma de
pequeño, se convirtió en un virtuoso cumpliendo una de las funciones más
controvertidas en los conflictos armados.
En la
Segunda Guerra Mundial, los francotiradores de élite eran
considerados asesinos en serie. En las guerras contemporáneas, donde se valora
la precisión, estos especialistas ganaron un estátus especial.
Kyle se enorgullece de haber matado a un hombre a una
distancia de 2.100
metros , en Ciudad Sadr, un distrito en los suburbios de
Bagdad, en 2008.
Los asesinatos a tiros cometidos por sociópatas o psicópatas
-como el caso del noruego que mató a 69 jóvenes en la isla de Utoeya- refuerzan
la imagen fría de estos profesionales.
Kyle, por su parte, explica el odio por “el enemigo” que se
fue acrecentando durante sus viajes a Iraq. “Odio profundamente el mal que
había dentro de esa mujer”, dice Kyle en referencia a su primera víctima de
sexo femenino. “La odio hasta el día de hoy”.
Los cuatro viajes de Kyle le dieron prestigio y fama. Los
insurgentes iraquíes lo bautizaron al-Shaitan (el diablo) y ofrecen una
recompensa por su cabeza. Pero el militar no le da importancia a la fama que
obtuvo como el “francotirador más eficiente en las historia de las fuerzas de
élite”.
“El número no es importante para mí. Me hubiese gustado
haber matado más gente. No para presumir, sino porque creo que el mundo es un
lugar mejor sin salvajes que atenten contra la vida de estadounidenses”.
Retirado de sus funciones desde 2009, Kyle vive ahora en
Texas, donde dirige una empresa que enseña a otros a matar: entrena a
francotiradores de élite de las Fuerzas Armadas Estadounidenses.
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