El presidente de Afganistán, Hamid Karzai, ha reclamado este
miércoles que se juzgue y castigue a los militares estadounidenses que quemaron
ejemplares del Corán, a quienes ha prometido un proceso justo y público.
(Fuente: Reuters/EP)
Claro que eso está por ver, porque ya se van haciendo
incontables las veces que a tropelías semejantes cometidas por tropas
estadounidenses ocupantes puestas en evidencias, han seguido montadas piezas de
disculpas con golpes de pecho y lágrimas de cocodrilos, y casi siempre una
promesa de enjuiciamiento que nunca se ve ejecutar. Después que pasa la ebullición de cada caso,
todo vuelve a ser como antes, y esta vez como en las otras, no habrá que
esperar tanto para que nuevas denuncias y protestas vuelvan a exponerse en la
palestra pública.
Será así porque obedece a una enraizada mentalidad forjada
en las filas militares del imperio de desprecio xenofóbico hacia la dignidad,
la soberanía y la cultura de otras naciones, y si son musulmanas mucho más. La
quema del sagrado Corán manifiesta el extremo del paroxismo, sobre el cual
todavía las autoridades de la
OTAN en Afganistán han pretendido que se interprete
suavemente como apenas debido a “ignorancia y una deficiente comprensión”.
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