domingo, 19 de febrero de 2012

Rio+20 planteará la creación de una Organización Mundial del Medio Ambiente


Apenas quedan cuatro meses para que presidentes y ministros de todo el mundo vuelvan plantearse la salud del planeta en una Cumbre de la Tierra. Simbólicamente, el encuentro retorna, 20 años después, a su ciudad de origen: Río de Janeiro (Brasil) y de él es posible que nazca una Organización Mundial del Medio Ambiente.
Remi Parmentier director de la consultora internacional de sostenibilidad The Varda Group, ex director de Greenpeace y agente de la primera línea de la negociación internacional en cuestiones medioambientales desde hace más de tres décadas, explica las claves de Río+20 en una entrevista con EFEverde.
El histórico activista francés ampliará esas claves este lunes, 20 de febrero, en la conferencia "Incidencia Ambiental: Como Manejarla" que se celebrará en la madrileña sala HUB de 19.00 a 21.30 horas.
 Pregunta (P): ¿Cuáles serán los principales temas sobre la mesa en Río+20?
Respuesta (R): La cumbre tendrá dos ejes: la economía verde en el contexto de la erradicación de la pobreza y el marco institucional para desarrollar esas nuevas políticas de sostenibilidad y esa economía verde. Incluye temas transversales como definir unos objetivos del desarrollo sostenible del milenio; o reforzar el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) o transformarlo en una agencia especializada de Naciones Unidas.
P: ¿Qué supondría que el PNUMA se transforme en una agencia?

R: Hasta ahora el PNUMA es el niño pobre de Naciones Unidas, siendo sólo un programa y no una agencia depende de las aportaciones voluntarias de los Estados lo que le hace estar en situación de vulnerabilidad. Al depender de esas aportaciones voluntarias puede haber condicionantes. Corremos el riesgo de que un país diga: 'Os voy a dar tantos millones pero ¡ojo sobre este tema!', o 'Os doy el dinero para que tratéis este tema y no otro. De hecho me consta que esto ha ocurrido y probablemente sigue ocurriendo.
Siendo agencia estaría al mismo nivel que la FAO, la UNESCO o la OMS, tendría un presupuesto sólido y una estructura menos débil. Por eso, Río+20 avanza hacia la transformación del PNUMA en la Organización Mundial del Medio Ambiente.
P: ¿En qué momento está el proceso de negociación entre los países de cara a la Cumbre?
R: El proceso comenzó hace año y medio. Hay reuniones cada mes y medio en la sede de Naciones Unidas, en Nueva York. En este momento se están acelerando porque está en fase de negociación el texto de conclusiones de la Cumbre, que es un documento de unas 30 páginas, en el que se han tomado en consideración los aportes de 677 informes con propuestas presentados por gobiernos, organismos de la ONU y organizaciones de la sociedad civil.
P: ¿Cuáles son los principales puntos que trata ese documento de conclusiones?
R: Hay cinco prioridades acordadas con el desarrollo sostenible como eje: la energía, las ciudades, la agricultura sostenible, los océanos, y la respuesta ante los desastres, entendiendo como tal la capacidad de anticipar y prevenir catástrofes.
P: ¿Qué tensiones está habiendo en la negociación?
R: Hay tensiones sobre los temas ligados al papel del comercio internacional en las pautas de consumo. Debemos entender que deben respetarse los imperativos ambientales sin comprometer ni distorsionar las oportunidades de los países en vías de desarrollo.
Evidentemente, la Cumbre estará condicionada por las tensiones en el marco del Convenio sobre Cambio Climático y el Protocolo de Kioto. Hay gente que respira más tranquila porque en Río+20 se hablará de otros temas a parte del cambio climático, pero no es así porque el cambio climático condiciona el resto de temas: los océanos, la agricultura, y la energía por supuesto... Esperamos que se adopten metas concretas con calendarios de ejecución, por ejemplo para empujar a las energías renovables.

Economía verde frente a economía gris

P: Cuando en Río+20 se hable de energías limpias, ¿Ese planteamiento incluirá a la energía nuclear?
R: En ningún caso, aunque lo quisiese Francia u otros no es concebible, es un tema divisorio. Además las alegaciones sobre seguridad y el coste de las plantas nucleares están en entredicho aun más desde el accidente de Fukushima. En cuanto a costes, si eliminamos los subsidios directos e indirectos las renovables son mucho más económicas que la nuclear.
Y respecto a la seguridad, si la energía nuclear es tan segura ¿por qué se limita la responsabilidad de los operadores por el daños nucleares? Eso indica que la fe ciega en la energía nuclear no es tal, y esa limitación de la responsabilidad por el daño es una forma de subsidio encubierto. Las operadoras de las nucleares recogen los beneficios pero comparten el daño con el resto de la sociedad.

P: ¿Cuál es el principal acuerdo que debería adoptarse en Río+20?
R: Esa es la pregunta del millón. Estamos preocupados porque hay mucho ruido de fondo pero no hay respuesta a esa pregunta, y el documento de conclusiones está descafeinado. No obstante, lo más importante sería adoptar un acuerdo real con un calendario sobre la eliminación de los subsidios dañinos al medio ambiente, entendiendo por tales las subvenciones a las energías fósiles, la pesca industrial o a determinado tipo de agricultura. No podemos apostar por la economía verde y seguir subvencionando por detrás la economía gris.

P: ¿Qué es para usted la economía verde?
R: Es la economía sostenible con el medio ambiente; y es importante subrayar que es parte de la solución al déficit público que sufren actualmente tantos países: en lugar de eliminar servicios sociales esenciales. ¿Por qué no eliminan los billones de subvenciones que están dañando el medio ambiente? Me refiero a suprimir los 409 mil millones de dólares que reciben al año las energías fósiles en el mundo, los 1.000 millones de euros que los países de la Unión Europea destinan a la pesca destructiva o a los 384 mil millones que van a parar a la agricultura, dañando el medio ambiente y distorsionado los mercados...


Cambio de rumbo
P: ¿Por qué es importante la Cumbre de la Tierra Río+20?
R: Esta cumbre es la última oportunidad para el planeta. Yo deseo de verdad que cambiemos el chip, y que, para variar, la sociedad civil y los medios puedan decir al final que ha supuesto un cambio de rumbo real.

P: ¿Cree que esta nueva generación de la que habla está más o menos concienciada que la suya?
R: Está concienciada de manera distinta, pero está muy condicionada por la crisis financiera y la crisis de valores; tienen instrumentos de comunicación para movilizarse que no teníamos en los años 70 evidentemente, pero creo que discernir prioridades entre tanto ruido de fondo es un desafío. En cualquier caso, cuando decimos que el futuro está en sus manos, no es una expresión vacía, es que realmente lo está.

P: ¿Qué le llevó a hacerse ecologista?
R: Tenía 18 años cuando allá por 1974 cuando Valéry Giscard d'Estaing y François Mitterrand se disputaban la presidencia francesa. Sus discursos me aburrían y acudí a escuchar al primer candidato verde en Francia, un agrónomo visionario llamado René Dumont. Me acerqué a su sede de campaña que era un barco en el Sena, su discurso me interesó y allí conocí a gente con los que me hice militante ecologista. Después vinieron las campaña de protección de las ballenas con Amigos de la Tierra, y en el 77 decidimos crear las dos primeras oficinas de Greenpeace en Europa, en Londres y en París; buscamos un barco, el Raimbow Warrior, y así empezó todo.

Arriesgarse e innovar
P: ¿Qué receptividad encontró en la sociedad española de comienzos de los ochenta cuando llegó a Madrid para crear Greenpeace España?
R: Mucho optimismo en algunos ambientes y recelo en otros. Montar la sede de una ONG internacional es algo muy común hoy pero no entonces. Hoy la influencia de los actores no estatales en la política internacional es tremenda. Aún así, Greenpeace arrancó en España con grandes logros, como conseguir que la Fosa Atlántica dejara de ser un basurero nuclear o prohibir la caza de ballenas.

P: ¿Cuál ha sido el gran logro de las organizaciones ecologistas en las últimas décadas?
R: Instaurar el principio de precaución, e incidir en que tenemos la obligación de actuar antes de que se cause el daño ambiental. Eso no significa que ese principio se aplique correctamente, pero también en esta parte, la sociedad civil debe ser más perro guardián.

P: ¿Y el mayor fracaso?
R: Hay que vertebrar más los movimientos para que no se diluyan. Por ejemplo, la juventud fue estupenda movilizándose la primavera pasada, pero tiene el desafío de cómo mantener los ejes de esa movilización. La sociedad necesita una metamorfosis y eso lleva su tiempo, pero el daño, especialmente a la biodiversidad, es irreversible, con lo cual hay que acelerar esa metamorfosis.

P: ¿Qué consejo le daría a un joven activista y qué lectura le recomendaría?
R: Que hay que arriesgarse y ser innovador. Yo no me arrepiento de haber estado siempre en la brecha; así es que marqué una diferencia. El riesgo de ser no convencional es mucho menor que el riesgo de quedarse con los brazos cruzados, en un mundo tan inseguro. Recomendaría leer a Edgar Morin, un hombre que combina la reflexión y acción desde su época de resistente contra la ocupación nazi cuando era estudiante, hasta ahora a sus 90 y pico años. Un intelectual que ha estado en la brecha.

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