viernes, 27 de abril de 2012

Radiografía de un energúmeno elevado al rango de teniente coronel del ejército israelí Estúpido y mezquino y brutal


Uri Avnery.-Con sangre y sudor / Una raza surgirá para nosotros / Orgullosa y generosa y brutal..." Lo escribió Vladimir (Ze’ev) Jabotinsky, fundador del sionismo ultraderechista y también un escritor y poeta. Los actuales líderes del Likud lo consideran su precursor, como Stalin consideró el suyo a Carlos Marx.
La palabra "brutal" llama la atención, pues parece improbable que lo que Jabotinsky quisiera expresar fuera realmente eso. Su hebreo no era muy bueno, y lo más probable es que quiso decir algo así como "dura" o "recia".
Si Jabotinsky viera el Likud de hoy se echaría a temblar. La suya era una mezcla decimonónica de nacionalismo extremo, liberalismo y humanismo.
Paradójicamente, la brutalidad es el único de esos tres rasgos que destacan en nuestra vida de hoy, especialmente en los territorios palestinos ocupados. No hay nada de lo que enorgullecerse y la generosidad es algo que se asocia con los despreciados izquierdistas.
La brutalidad rutinaria y cotidiana que impera en los territorios palestinos ocupados quedó registrada en video esta semana. Un destello deslumbrante en medio de la oscuridad.
Ocurrió en la Ruta 90, una carretera que conecta Jericó con Beth Shean a lo largo del río Jordán. Se trata de la carretera principal del valle del Jordán, el cual nuestro gobierno pretende anexionar a Israel de una manera u otra. Está reservada exclusivamente al tráfico israelí y los palestinos tienen prohibido utilizarla.
(Hay un chiste palestino sobre eso. Durante las negociaciones post-Oslo el equipo israelí insistió en retener el control sobre esta carretera. El negociador jefe palestino se dirigió a sus colegas y exclamó: "¡Qué diablos! Si ya hemos conseguido otras 89 carreteras, ¿para qué insistir en esta?")
Un grupo de jóvenes activistas internacionales pro-palestinos decidieron manifestarse contra el cierre de la carretera. Invitaron a sus amigos palestinos a un alegre paseo en bicicleta a lo largo de la misma. Fueron interceptados por una unidad del ejército israelí. Los dos grupos permanecieron frente a frente durante algunos minutos: por un lado los ciclistas, algunos con los hombros cubiertos con kefiyas árabes, y por otro los soldados israelíes con sus rifles.
Lo que el protocolo establece para tales casos es que el ejército llame a la policía, que está entrenada para este tipo de tareas y dispone de medios no letales para dispersar a multitudes. Sin embargo, el comandante de la unidad militar decidió tirar por la calle de en medio.
Lo que sucedió a continuación se puede ver en un video que grabó uno de los manifestantes. Los hechos son claros, rotundos e inequívocos(1).

El oficial, un teniente coronel, se halla de pie frente a un joven varón de pelo rubio, un danés, que se limita a mirar sin decir ni hacer nada. Alrededor de ellos hay manifestantes y soldados de pie. No se aprecia en ninguna parte el más mínimo signo de violencia.
De repente, el oficial levanta su rifle sujetándolo en horizontal con una mano en la culata y la otra en el cañón y estampa violentamente el extremo cuadrado del cargador en la cara del joven danés. La víctima cae al suelo de espaldas. El oficial sonríe satisfecho.
Esa misma noche la televisión israelí mostró la grabación. A estas alturas casi todos los israelíes la han visto al menos cien veces. Cuanto más se ve más impactante resulta. La descarnada brutalidad de ese acto completamente improvocado le deja a uno estupefacto.
Para los veteranos de las manifestaciones en los territorios ocupados este incidente no aporta nada nuevo. Muchos han sufrido la brutalidad israelí de muchas maneras. Lo insólito de este caso es que el episodio fue captado por una cámara. Y no por una cámara oculta. Había un montón de cámaras alrededor. No sólo las de los manifestantes, sino también los de los camarógrafos militares.
El militar debe de haber sido consciente de ello. Sólo que no le importó un carajo.
La publicidad no deseada provocó un alboroto a escala nacional. Obviamente, no fue el acto en sí lo que molestó a los dirigentes militares y políticos israelíes, sino la polvareda que levantó. Habida cuenta de que el incidente coincidió con la gloriosa defensa del aeropuerto de Tel Aviv realizada por 700 policías, varones y hembras, destacados contra la terrible invasión de unos 60 activistas internacionales defensores de los derechos humanos, la publicidad adicional fue decididamente inoportuna.
El jefe del Estado Mayor condenó al oficial y rápidamente lo suspendió. Todos los altos funcionarios israelíes siguieron su ejemplo. El propio Primer Ministro se pronunció. Como es bien sabido, nuestro ejército es "el más moral del mundo", así que lo que había sucedido no fue sino el acto imperdonable de un oficial descarriado. Habrá una investigación a fondo, etc, etc.
El héroe de la historia es el teniente coronel Shalom Eisner ("Iron Man", en alemán).
Lejos de ser un individuo excepcional parece más bien que representa la quintaesencia del militar israelí, en realidad la quintaesencia del ciudadano israelí.
Lo primero que los televidentes notaron fue la kipá que coronaba su cabeza. "¡Cómo no!", murmuraron muchos para sus adentros. Durante décadas el movimiento nacional-religioso se ha infiltrado de forma sistemática en los cuerpos de oficiales del ejército, desde los cursos de introducción para oficiales hasta lo más alto del escalafón, con el objetivo de que uno de los suyos acabe llegando al puesto de jefe del Estado Mayor. De momento los tenientes coroneles con kipá son algo común — muy lejos de los kibutzniks que dominaban el cuerpo de oficiales en los comienzos de nuestro ejército. En el momento del incidente Eisner era subcomandante de brigada.
El movimiento nacional-religioso, al cual pertenece el núcleo de los colonos, fue también el hogar de Yigal Amir, el asesino de Yitzhak Rabin, así como de Baruch Goldstein, el asesino en masa de los musulmanes de la mezquita de Hebrón.
Uno de los pilares de este movimiento es la yeshiva Merkaz Harav ("Centro del Rabino"), donde el padre de Eisner fue prominente rabino. Durante la evacuación de los colonos de la Franja de Gaza llevada a cabo por Ariel Sharon Eisner Jr. era uno de los que protestaron contra la medida. El año pasado Eisner fue fotografiado en ese mismo lugar de la carretera 90 confraternizando con manifestantes ultraderechistas que también se manifestaron con bicicletas en el mismo sitio.
Eisner no acató mansamente las reprimendas. Con una impertinencia sin precedentes atacó el jefe del Estado Mayor, Comandante del Frente Central, y a su comandante de división, por haberlo suspendido. Agitó su mano vendada para demostrar que había sido atacado primero y que actuó en defensa propia. Incluso aportó la certificación de un médico que decía que tenía un dedo roto.
Esto último es algo extremadamente improbable. En primer lugar, si hubiera tenido un dedo roto no habría podido agarrar el rifle como lo hace en la grabación. En segundo lugar, el video muestra que su ataque no fue una respuesta a ninguna agresión. En tercer lugar, había a su alrededor varios fotógrafos del ejército que filmaron todos los detalles del suceso (con la intención de usarlos como prueba si los manifestantes eran llevados a juicio ante un tribunal militar). Si hubiera ocurrido alguna agresión de cualquier tipo [por parte de los manifestantes], el ejército habría mostrado las grabaciones el mismo día. En cuarto lugar, Eisner golpeó de la misma forma en la cara a dos mujeres y a un varón del grupo de los manifestantes, aunque por desgracia lo hizo fuera de cámara.
Eisner insiste fervientemente en que hizo lo correcto. Al fin y al cabo, consiguió disolver la manifestación, ¿no?
Pero el hombre no estaba del todo libre de remordimientos. Admitió públicamente que "es posible que haya sido un error actuar de esa forma delante de las cámaras". El ejército y muchos comentaristas coincidieron plenamente con esa opinión: no criticaron su brutalidad, sino su estupidez.
En tanto que individuo Eisner no es un personaje demasiado interesante. Si los ejércitos dejaran de reclutar a gente estúpida, ¿qué sería de nosotros?
El problema es que Eisner no es una excepción, sino más bien la expresión de una norma. En el ejército israelí hay algunas personas que son excelentes, pero Eisner es el prototipo de muchos oficiales salidos del crisol castrense.
Pero no sólo en el ejército. Parafraseando a Jabotinsky, nuestro sistema educativo está produciendo ahora "una raza estúpida y mezquina y brutal". ¿Cómo podía ser de otra forma tras 60 años de adoctrinamiento incesante y 45 años de ocupación? Toda ocupación, toda opresión de otro pueblo corrompe al ocupante y estupidiza al opresor.
Siendo todavía un adolescente trabajaba yo como asistente de un abogado judeo-británico educado en Oxford, muchos de cuyos clientes eran miembros de la administración colonial británica. La mayoría de ellos me parecían personas agradables, inteligentes y corteses dotadas de un atractivo sentido del humor. Sin embargo, la administración británica actuaba con una increíble falta de inteligencia.
En aquellos tiempos yo era miembro del Irgun, cuyo objetivo era echar a los británicos de Palestina. En mi casa había un arsenal de armas que fueron utilizadas para matarlos.
Viviendo entre esos dos mundos, me preguntaba constantemente: ¿cómo es posible que estos encantadores ingleses se comporten tan estúpidamente?
La conclusión que extraje fue que ningún amo colonial es capaz de comportarse de forma inteligente. La propia situación colonial les obliga a actuar en contra de su mejor naturaleza y de su buen juicio.
De hecho, durante los primeros años de la ocupación israelí, ésta fue ampliamente elogiada como "ilustrada" y "liberal". El entonces Ministro de Defensa, Moshe Dayan, ordenó que se tratase a los palestinos con la máxima benevolencia. Les permitió que comerciaran con el enemigo y que escucharan a sus anchas las emisiones enemigas. En un gesto sin precedentes mantuvo abiertos los puentes entre Cisjordania y Jordania, un país enemigo. (Por aquel entonces yo solía bromear diciendo que dado que Dayan nunca había leído un libro ignoraba que aquella medida era impensable).
Detrás de aquella política no había benevolencia sino la creencia de que si a los árabes se les permitía vivir en paz su vida cotidiana no se levantarían y soportarían una ocupación eterna. La cosa funcionó más o menos durante 20 años. Hasta que una nueva generación comenzó la primera Intifada y la ocupación se convirtió en algo, digamos, estúpido, mezquino y brutal. Igual que los oficiales que la comandaban.
Hace dos días Israel conmemoró, como todos los años, el Día del Recuerdo del Holocausto. En este sentido, me gustaría citar a Albert Einstein, que era judío y sionista:
"Si no somos capaces de encontrar una forma de cooperar honestamente y de llegar a acuerdos honestos con los árabes, entonces no habremos aprendido absolutamente nada de nuestros dos mil años de sufrimiento y mereceremos todo lo que nos ocurra".

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