domingo, 15 de abril de 2012

La paranoia de Israel con los activistas pro-palestinos.Israel no se quedará de brazos cruzados mientras miles de activistas se preparan para llegar el domingo; no perderá la oportunidad de quedar en ridículo ante los ojos del mundo.


Gideon Levy.-¿Y con qué vamos a asustar a la opinión pública israelí en el séptimo día de la Pascua judía? ¿Cómo le vamos a proporcionar la dosis de miedo a la que son adictos desde hace tiempo? Tras una semana de vacaciones tranquilas y seguras, tenemos que encontrar algo, después de todo. La amenaza iraní ha entrado en una congelación de las negociaciones, el terror es tranquilo, incluso los misiles Grad han disminuido en número, no hay una plaga masiva en el horizonte y todvía las circunstancias del ataque contra el judío en Kiev no han llegado a ser lo suficientemente claras.
Sin embargo, Israel no abandona y su mente finalmente recaló en algo: los vuelos de activistas palestinos como "provocación", como ya se los denominó. El ministro de seguridad pública está convocando a consultas febriles, las aerolíneas han recibido la "lista negra" preparada de antemano por las redes de seguridad que todo lo saben. Los artículos en las columnas de delitos, por supuesto, ya que de delitos se trata, ¿no?, ¿qué además ya se han enviado al aeropuerto internacional Ben-Gurion en salutación al peligro que se avecina?
Israel se está preparando para el día D, el próximo domingo. Se dice que aterrizarán en Israel 2.500 activistas que sembrarán gran alarma. Aunque los informes publicados aclaran a la opinión pública que los activistas no portarán armas ni recurrirán a la violencia, aún así, cuando se trata de peligro, de terror, de sembrar el pánico, las fuerzas de seguridad ya están preparadas para el gran día. La última vez, hace aproximadamente un año, terminó con 127 detenidos que fueron expulsados ​​de inmediato, como se merecían, y el peligro fue cortado de raíz.

Las intenciones de los activistas –hacer una visita para demostrar su solidaridad con el pueblo palestino, en un viaje directo desde Ben-Gurion a Belén sin ningún tipo de intención violenta-, fueron confundidas de inmediato y se hizo la habitual acusación israelí: el terror y la deslegitimación. Así denominamos a cualquier amante de la paz o activista de derechos humanos.
Si Israel no hubiera inflado la historia hasta dimensiones aterradoras, pocas personas habrían prestado atención a esta inocente protesta. Si incluso les hubieran dado una bienvenida calurosa y luego les hubieran dejado hacer su camino a Belén, esa actitud los hubiera abochornado y hasta socavado su objetivo. Sin embargo, el Estado de Israel no se quedará de brazos cruzados. Ciertamente, no pierde la oportunidad de hacer el ridículo, e incluso hacerse despreciable a los ojos del mundo. De inmediato los convertirá en personas non gratas, como hizo con Günter Grass, que se transformó en una amenaza rampante.
La entrada a Israel sólo está permitida a sus amigos declarados. No pueden entrar ni un payaso español y tampoco un escritor alemán, así como tampoco activistas de derechos humanos. Un cristiano estadounidense de derechas, extremista e ignorante, es bienvenido, un intelectual europeo, de conciencia de izquierdas es enviado a la casilla de las expulsiones. Israel, 2012.
Tanto en el caso de las flotillas como en el de los viajeros a Ben Gurión, todos son activistas, la mayoría de ellos con buenas intenciones. Antes de la flotilla más reciente a Gaza, el escritor sueco Henning Mankell dirigiéndose a nosotros reclamó: "Por una vez, informen de la verdad. ¿Acaso no ven que aquí no hay una declaración de guerra, y sí hay una declaración de paz?" Y, por supuesto, sus palabras cayeron en oídos sordos. Mankell y sus amigos participaron en dos flotillas a Gaza, fue expulsado, desafortunadamente, dos veces de Israel, y publicó sus duras impresiones en los principales periódicos del mundo.
Si Israel no hubiera confiscado la computadora de su propiedad ni le hubiera tratado como a un terrorista, sus impresiones habrían sido diferentes. Si Israel le hubiera invitado a presentar su punto de vista, tal vez su crítica hubiera sido menos dura. Mankell y sus amigos no se darán por vencidos. Ahora se está organizando otra flotilla en Suecia, esta vez en un velero que lleva flores, que probablemente también se verá como si se tratara de un portaaviones a punto de atacar a Israel.
Las raíces de esta paranoia son profundas y despiertan otras ideas. Si Israel estuviera convencido de su trayectoria de justicia, no se comportaría de esta manera. Si Israel realmente pensara que la ocupación es justa y legal, no se asustaría de la conciencia de cada activista que se le opone. Si no tuviera nada que ocultar, respetuosamente les invitaría a efectuar su visita.
Pero cuando el piso arde bajo nuestros pies, y el fuego de la duda y la inseguridad todo lo consume, la única respuesta es un ataque violento y desenfrenado. El domingo, cuando la farsa de las detenciones y la expulsión grotesca se repitan una vez más, los activistas registrarán otra importante victoria. Una vez más se demostrará que Israel tiene algo que ocultar, que a pesar de toda su propaganda, Israel es consciente de que hay esqueletos en su armario y todo aquel que se atreve a acercarse a ellos sufre el mismo destino, la expulsión.

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