domingo, 12 de junio de 2011

Los medios, en el centro de la batalla. Chile manipulada por grupos de poder mediático

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Paul Walder.-El Mercurio controla la mitad de la venta de periódicos en el país, absorbe el 80 por ciento de la publicidad y posee casi toda la prensa regional. También es el gran articulador de la agenda política y económica. Pero hoy, como en algunos otros momentos de la historia, algo se le va de las manos.
Las masivas y frecuentes protestas que se han sucedido desde inicios de mayo por todo Chile, nos recuerdan el clima ciudadano de hace unos treinta años, en un período en que El Mercurio y La Tercera eran los mayores portavoces en la prensa escrita del poder económico amparado por la dictadura. Hoy, ante una creciente y similar ebullición social, este duopolio, este doble espejo de los intereses corporativos, continúa como el gran amplificador del discurso del sector privado.
La prensa corporativa del duopolio, íntimamente ligada a todas las variantes del gran empresariado, refuerza día a día sus intereses, los que se han enmascarado como la identidad del Estado chileno. Lo que es bueno para Chile, lo que representa a la “patria” es, finalmente, una extensión de los más esenciales intereses comerciales, industriales o financieros.



La gran maquinaria mediática es para este caso el instrumento especializado en crear esa ilusión de país soberano e inclusivo, producto propagandístico que si bien ha formateado el imaginario colectivo de varias generaciones de chilenos, hoy, lo mismo que durante los años más gélidos de la dictadura, comienza a dar señales de error.
Así como los sucesivos gobiernos desde 1990, los partidos políticos y el mismo Estado han transparentado de forma más o menos desembozada su vinculación con los intereses de las grandes corporaciones, estos consorcios, encabezados por El Mercurio, son observados y señalados por la ciudadanía como el altavoz que amplifica aquellas voluntades.
Hoy, como en aquellos otros escasos momentos históricos, germina un nuevo estado de conciencia ciudadana, capaz de destapar a las corrientes del pensamiento dominante canalizadas a través de la gran prensa y de comprender todo el proceso de elaboración de los productos informativos. Hoy una ciudadanía reflexiva puede leer aquella prensa como un relato más cercano a la publicidad de los intereses corporativos que a la información.
Pero aquella sociedad civil ha afinado y profundizado su pensamiento crítico desde las protestas de la década de los ochenta. Si en esos años esta prensa representaba a la oligarquía y la derecha política y económica, hoy encarna, ante los ojos de las mayorías, también a todo el aparato institucional gestado desde la dictadura y robustecido durante los largos años de la transición. Tal vez el regreso de la derecha al poder ha significado el cierre de un ciclo y la evidencia de la consolidación de un modelo de sociedad caracterizada por la desigualdad respecto a sus beneficios. El objetivo de las denuncias de estas mayorías empoderadas en las calles está hoy tanto en la derecha como en la Concertación.
Hablar de El Mercurio y La Tercera no es simplemente referirse a los dos únicos consorcios informativos chilenos, sino que es aludir a una compleja red de intereses, cuyo oscuro entramado, además de haber delineado la historia pasada y reciente, está empeñado en reproducir, en consolidar aquella historia -que es la estructura del poder- en el presente y replicarla hacia el futuro. En este proceso de reproducción no hay nada más conservador que la apariencia liberal con que se maquillan estos medios. La superficie de modernidad, tecnología, globalización comercial, oculta tras sí las telarañas de una estructura oligárquica enlazada con los mismos poderes que, en el caso de El Mercurio, lo sostenían hace más de un siglo. Todas estas condiciones, levantadas como atributos simbólicos y publicitarios, son interpretadas y desarmadas por una sociedad civil cada vez más informada y reflexiva.
Es este estado y esta rutina lo que hoy otra vez comienza a fracturarse. Los procesos sociales y políticos de cambio que se desarrollan en ésta y otras latitudes, colocan a la prensa del duopolio en su lugar natural: la extrema derecha, y sus productos, como una entelequia torcida. La simulación de realidad se rompe, se caen los andamiajes de la objetividad y aparece la intolerancia más reaccionaria con todas sus telarañas. Aparece la prensa como gran muralla conservadora y máquina de confusión y mentira.
Indígnate es el título del pequeño libro que ha inspirado a los manifestantes en las plazas españolas. El texto fue escrito por Stéphane Hessel, un veterano de la resistencia francesa que llama a los jóvenes a indignarse y resistir a las políticas neoliberales y las políticas totalitarias maquilladas de democracia. En esta resistencia y llamado a la insurrección hay un objeto principal: los medios de comunicación. “Convoquemos a una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas”, exclama Hessel.
¿Por qué los medios? Allí se esconden las mil máscaras de la humillación, la sumisión y la ignorancia

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 735, 10 de junio, 2011)
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